Preguntas de estudio:
1. En Deuteronomio 16:18-20, ¿qué instrucciones da Dios sobre el nombramiento de jueces y oficiales?
2. Según Deuteronomio 17:14-20, ¿cuáles son los criterios para nombrar un rey sobre Israel?
3. ¿Cómo advierte Deuteronomio 17:6 contra la acumulación excesiva de caballos por parte del rey de Israel?
Comentario y reflexión:
“Y no le compadecerás; vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie.” Deuteronomio 19:21
Seguramente, si entiendes el valor de la gracia, si eres cristiano, si alguna vez has necesitado que alguien se compadezca de ti, si crees en un Dios de compasión, de misericordia, y de segundas oportunidades, este mandato de Dios es difícil de asimilar.
Especialmente cuando leemos estas palabras de Jesús:
“Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses. Mateo 5:38-42
¿Cómo reconciliar la aparente contradicción?
Primero, debemos tener en cuenta que servimos a un Dios justo. Dios no deja que nadie se escape de su justicia. El perdón de pecados, la gracia divina, no contradice este pensamiento, sino que lo enaltece y lo afirma. Nuestra salvación está asegurada porque Cristo sufrió nuestra sentencia. Él es nuestro sacrificio sustituto perfecto.
Teniendo esto en mente, todavía nos falta reconciliar el lenguaje de Deuteronomio 19. Lo segundo que debemos tener en cuenta es que el antiguo pueblo de Israel, antes de que se nombrara Saúl como el primer rey de Israel, se manejaba civil y políticamente bajo la teocracia.
Teocracia es la forma de gobierno en que la autoridad política emana de Dios, y es ejercida directa o indirectamente por un poder religioso. El lenguaje que Dios está usando aquí es de carácter legal para establecer los parámetros de justicia civil en su pueblo.
Con esto en mente, pensemos a quién se refería Jesús cuando hizo la declaración que mencionamos antes. Jesús no está hablando en términos legales, sino a nivel personal, a nivel del corazón.
Los hombres corrompieron la ley de Dios para alcanzar objetivos malvados. Esto es evidente, por ejemplo, cuando los fariseos trajeron a la mujer pecaminosa a los pies de Jesús. Jesús quiso enseñarles, que la ley es una cosa, pero el corazón de un hijo de Dios es otra.
En este mundo si cometemos errores tendremos que sufrir las consecuencias; pero esto no significa que no hay salvación ni gracia para nosotros. Pensemos en el caso del ladrón en la cruz. El sufrió sentencia de muerte por sus crimines. Sin embargo, ¡su salvación y vida eterna son seguras en Cristo Jesús!
De igual manera, si alguien nos ofende, puede que tengamos la ley de parte nuestra, pero la justicia más perfecta es aplicar la gracia de Dios “en contra” de nuestros ofensores.
Porque en la justicia de Dios vemos también el ejemplo más poderoso de su gracia. La sentencia es severa, y Jesús la asume ofreciendo su sangre perfecta en nuestro lugar.
¿Qué nos queda a nosotros?