Preguntas de estudio:
1. Compara Jueces 19:1 con Jueces 21:25. “No había rey en Israel.” ¿Significa la ausencia de un rey terrenal que debe haber caos en la tierra? ¿Fue solo una declaración? ¿O se refiere a la falta de disposición para reconocer a Dios como su Rey? 1 Samuel 8:4-7
2. Las mujeres eran consideradas muy poco en la antigüedad. (Jueces 19:24; Génesis 12:10-16; 20:2; 26:6-9). Como hijos de Dios, ¿cuál debería ser nuestra postura al enfrentar tales prácticas culturales en el mundo de hoy? Miqueas 6:8
3. El crimen de Gibea (Jueces 19:22-30) es trágico y devastador. ¿Puedes pensar en una manera/s alternativa/s de tratar con un crimen tan terrible? ¿Deberíamos tener cuidado cuando enfrentamos situaciones desafiantes en nuestras vidas? Romanos 12:17-21
Cuando compré mi primera póliza de seguro para una casa, noté una cláusula bajo el título “Acto de Dios”. Aunque, legalmente, un “acto de Dios” se refiere a un evento natural severo e inesperado por el cual ningún humano es responsable, hay muchas cosas por las cuales la humanidad es responsable. La historia del levita y su concubina nos da una idea del caos moral que estaba ocurriendo durante el período de los jueces. Las tribus de Israel, el pueblo elegido de Dios, se habían desviado demasiado del propósito de Dios. Durante los tiempos de Noé, casi todos se habían rebelado contra Dios. (Todos, excepto 8 personas se perdieron). Génesis 6:5 nos dice que “todo designio de los pensamientos de su corazón sólo era de continuo el mal”. Después del diluvio, Dios prometió que nunca más destruiría el mundo de esta manera. (Gén. 9:11) Dios, en Su misericordia, tuvo que intervenir para evitar otras “caídas”. Lo vemos en la torre de Babel (Gén 11), Sodoma y Gomorra (Gén 19), y, entre otros, el período de los jueces.
El levita tenía una concubina que le había sido infiel y había regresado a la casa de sus padres. El levita, de la tribu sacerdotal, tiene una concubina, y luego su concubina está involucrada en una relación carnal con alguien que no es su esposo. Cuando el levita estaba llevando a la concubina de regreso a su propia casa, se detuvieron a pasar la noche en Gabaa, una ciudad de los benjamitas. Un hombre viejo insistió, por su seguridad, en que el levita y su concubina se quedaran en su casa en vez de pasar la noche en la plaza del pueblo. Esa noche, “cuando estaban gozosos, los hombres de aquella ciudad, hombres perversos, rodearon la casa, golpearon a la puerta y le dijeron al anciano dueño de la casa: ‘Saca al hombre que ha entrado en tu casa, para que lo conozcamos.’” (Jueces 19:22). El anciano trató de razonar con ellos. Luego, les ofreció a su hija virgen y a la concubina del levita. (Jueces 19:24) La turba degenerada la abusó toda esa noche (Jueces 19:25). Cuando el hombre abrió la puerta por la mañana, la multitud había partido, y el cuerpo de la concubina yacía “tendida delante de la puerta de la casa, con las manos sobre el umbral.” (Jueces 19:27). El levita recogió el cuerpo de la concubina y lo colocó en su asno y viajó a casa. Luego cortó su cuerpo en doce pedazos, uno para cada tribu de Israel, y envió los pedazos por toda la tierra. Jueces 19:30, “Y todo el que veía aquello decía: ‘Jamás se ha hecho ni visto tal cosa desde el tiempo en que los hijos de Israel subieron de la tierra de Egipto hasta hoy. Considerad esto, tomad consejo y hablad.’”
En este capítulo vemos el caos moral descrito en 2 Timoteo 3:1-7, que sirve como advertencia para nosotros hoy.
En Jueces 20 los hijos de Benjamín se negaron a entregar a los hombres responsables de este horrible acto. (Jueces 20:13) Dios da permiso a las otras tribus para ir a la batalla contra los hijos de Benjamín. (Jueces 20:18, 23) Sin embargo, Dios no les promete la victoria hasta que se perdieron muchas vidas. (Jueces 20:28) Casi toda una tribu fue aniquilada. Miles perecieron en cada lado del conflicto. ¡Entonces, Dios interviene! (Jueces 20:35)
Mi oración hoy: Señor, permítenos levantar nuestros ojos hacia ti. (Salmo 123:1) “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante.” (Hebreos 12:1) Amén.