


Martes, junio 17 – Hechos 19, 1 Corintios 1
1. ¿De qué manera tu vida refleja fe? ¿Hay áreas en las que podrías estar confiando más en la tradición que en el poder transformador del Espíritu Santo? (Hechos 19:1–7)
2. ¿Hay personas, líderes o preferencias en tu vida espiritual que hayan tomado prioridad sobre Cristo, causando posiblemente división en lugar de unidad? (1 Cor. 1:10–13)
3. ¿Cómo te desafía a vivir de manera diferente el aceptar la “locura” de la cruz en una cultura que valora el éxito, el reconocimiento y la autopromoción? (1 Cor. 1:18–31; Hechos 19:18–20)
Hechos 19 y 1 Corintios 1 hablan poderosamente a la iglesia actual y a cada creyente, ofreciendo orientación sobre la profundidad espiritual, unidad, compromiso y humildad. Aunque fueron escritos hace casi dos mil años, las verdades contenidas en estos capítulos siguen siendo relevantes para enfrentar los desafíos de la fe moderna.
En Hechos 19:1–7, Pablo encuentra en Éfeso a discípulos que creían sinceramente pero no tenían el Espíritu Santo, habían recibido solo el bautismo de Juan. Al escuchar el evangelio completo, fueron bautizados en el nombre de Jesús y recibieron el Espíritu. Esto resalta una verdad vital: la fe cristiana genuina va más allá de la sinceridad religiosa, la asistencia a la iglesia o el esfuerzo moral; requiere una relación personal, diaria con Jesucristo. Hoy, muchos poseen conocimiento sin transformación. La fe auténtica debe trascender la tradición hacia un encuentro personal y transformador con Dios que moldee la vida diaria, la oración, la adoración, el servicio, el crecimiento espiritual, las decisiones, el carácter, las relaciones y el valor para testificar.
Hechos 19 muestra cómo el evangelio transformó a Éfeso al confrontar normas culturales y alterar sistemas económicos ligados a la idolatría. Los nuevos creyentes renunciaron públicamente a su pasado, demostrando que el cristianismo verdadero es un compromiso visible y contracultural. Los ídolos modernos como el materialismo, la imagen personal y la lealtad política aún compiten por nuestros corazones, a menudo moldeando nuestras prioridades, decisiones e identidad más que nuestro compromiso con Cristo. La fe genuina requiere más que creer; exige cambio sacrificial, madurez espiritual creciente, obediencia continua a la Palabra de Dios, y un estilo de vida que refleje visiblemente el carácter y los valores de Cristo en cada área de la vida.
En 1 Corintios 1, Pablo confronta el problema de la división en la iglesia, donde los creyentes se alineaban con líderes como Pablo, Apolos o Cefas en lugar de unirse bajo Cristo. Este fraccionalismo sigue siendo relevante hoy, ya que muchas iglesias se dividen por estilos de liderazgo, preferencias de adoración o teología. La cultura moderna, amplificada por las redes sociales y la influencia de celebridades, a menudo idolatra a pastores carismáticos, ministerios famosos, estilos de adoración populares o etiquetas denominacionales, distrayendo a los creyentes de una fe centrada en Cristo. Pablo desafía preguntando: “¿Está dividido Cristo?” (v. 13), le recuerda a la iglesia que su unidad debe estar únicamente en Cristo. La unidad no requiere uniformidad, pero sí es vital para la salud y el testimonio eficaz de la iglesia. Cuando Cristo es el centro, las divisiones basadas en personalidad o preferencias pierden su fuerza y el cuerpo de Cristo florece.
Pablo contrasta la sabiduría del mundo con la sabiduría de Dios, declarando que el mensaje de la cruz es locura para los que se pierden, pero poder de Dios para los que se salvan (1 Corintios 1:18). En una cultura que valora el intelecto, los logros y el prestigio, la fe en un Salvador crucificado puede parecer irracional. Pero es precisamente así como Dios ha elegido salvar.
Pablo concluye con un recordatorio vital: “El que se gloría, gloríese en el Señor” (v. 31). En una cultura de autopromoción, donde el éxito se mide por visibilidad, influencia, logros personales, reconocimiento y validación social, los cristianos están llamados a resistir la tentación de exaltarse a sí mismos y vivir de manera que siempre apunten a la gloria de Dios y a su propósito divino. Ya sea en el ministerio, el trabajo o las relaciones, debemos reconocer que todo lo que tenemos proviene de Él.
Esta actitud humilde honra a Dios y protege contra el orgullo y la división.
Hechos 19 y 1 Corintios 1 llaman a la iglesia moderna a ir más allá de la religión superficial hacia una vida empoderada por el Espíritu y centrada en Cristo. Nos invitan a rechazar los ídolos culturales, buscar la unidad, abrazar la cruz y caminar en humildad. Estas verdades brindan claridad y dirección en un mundo marcado por la confusión y el compromiso.
Que el Señor te llene de su Espíritu, te guíe en la verdad y te fortalezca para caminar con valentía en su gracia. Que tu vida refleje la humildad de Cristo, la sabiduría de la cruz y la fuerza de su amor. Al buscarlo cada día, que Él te bendiga con claridad, unidad y paz, y te acerque más a su propósito y presencia.
Oración: Padre celestial, gracias por recordarnos que la fe verdadera transforma cada parte de nuestra vida. Ayúdanos a vivir vidas llenas del Espíritu y centradas en Cristo, libres de todo lo que obstaculiza nuestro caminar contigo. Concédenos valentía, humildad y obediencia para reflejar tu verdad y tu amor en todo lo que hacemos. Capacítanos para ser testigos fieles del evangelio. En el nombre de Jesús, amén.