


Jueves, julio 17 – Efesios 1, 2
1. ¿Quiénes llevaron las cartas de Pablo a los colosenses, a los efesios, a los laodicenses y a Filemón? Colosenses 4:7-9
2. ¿Qué mensaje envió a Arquipo? Colosenses 4:17
3. ¿Quién era Onésimo? Filemón 15, 16
Hoy comenzamos a estudiar una de las cartas más fascinantes de la pluma del apóstol Pablo: la Epístola a los Efesios.
Pablo llegó a la ciudad de Roma en la primavera del año 61 d. C., donde estuvo preso por dos años. Es muy probable que la carta a los hermanos de Éfeso la escribiera en el año 62 d. C. Además de la carta a los Efesios, se cree que Pablo escribió en este tiempo de prisión las cartas a los Colosenses, a los Filipenses, así como la carta a Filemón.
Esto es comprobado por el hecho de que Tíquico fuera el portador de la carta a los Efesios y, a la vez, compañero de viaje de Onésimo, el esclavo fugitivo y convertido, en su regreso a su antiguo amo, Filemón.
El tema de la carta a los Efesios es la unidad en Cristo. Se ha conocido esta carta como “los Alpes del Nuevo Testamento”, por destacarse en medio de las cumbres de las nueve epístolas paulinas escritas a siete iglesias. Es clara la alusión a las altas montañas alpinas; esta carta llega a la cima de la exposición evangélica. Es evidente que el centro de esta excelente carta es Cristo como persona y como misión unificadora de la iglesia.
En Efesios 1:13-14, Pablo escribe que los creyentes son “sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es la garantía (o arras) de nuestra herencia.” La palabra griega para “arras” es arrabōn, que significa un anticipo o prenda que asegura que el resto ciertamente se cumplirá. Así como un depósito asegura una compra futura, la presencia del Espíritu Santo nos da la certeza de que Dios cumplirá Su promesa de vida eterna.
De manera similar, cuando creemos en Cristo como el Hijo de Dios y nuestro Salvador, somos declarados herederos de la vida eterna. Sin embargo, no recibimos esta herencia en su plenitud de inmediato. Más bien, esperamos el día en que “esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad,” lo cual ocurrirá en la segunda venida de Cristo (1 Corintios 15:53). Hasta entonces, el Espíritu Santo permanece con nosotros como la promesa divina, el arrabōn, que garantiza que la plena realización de nuestra herencia es segura y está asegurada.
Por medio de la gracia, confiando en las divinas promesas, podemos estar seguros de nuestra salvación, y aunque estemos viviendo todavía en este oscuro mundo, estamos ya sentados en el trono del cielo porque Cristo ya está allí, y Él es nuestro representante. Entonces podemos decir que ya estamos allá en forma inaugural. Lo mismo ocurre cuando decimos que, al aceptar a Jesucristo, tenemos vida eterna; sin embargo, podemos morir en cualquier momento. No tenemos la vida eterna absolutamente ahora, pero sí la tenemos en forma inaugural, mediante Cristo, porque Él es vida eterna y ya está sentado allá, junto al Padre. En forma inaugural nosotros tenemos vida eterna y ya estamos sentados en el trono de Dios, representados por nuestro Abogado, Jesucristo. ¡Aleluya!
Pablo asegura a los gentiles que acepten a Cristo que ya no serán más considerados como extranjeros, pues Él derribó la pared divisoria entre judíos y no judíos. De esta forma, el Señor creó una sola ciudadanía y familia. ¡Damos gloria a Dios por esto!
Les deseo a todos muchas bendiciones y la unción del Espíritu Santo. Si llegamos a la plena comprensión de esta carta de Pablo a los Efesios, nuestro conocimiento de la gracia y la salvación será abundante para nosotros y para aquellos con quienes compartamos estas gloriosas verdades.