Jueves, 11 de abril – Deuteronomio 8, 9
Preguntas de estudio:
1. ¿A través de qué terrible desierto te ha guiado Dios?
2. ¿Cuál es el propósito del desierto?
Comentario y reflexión:
Deuteronomio 8 y 9 tratan sobre cómo Jehová Dios llevó a Israel a través del desierto y por qué. Este desierto no fue un paseo en el parque, no fue una caminata en algún parque nacional, ni siquiera fue como el Sendero de los Apalaches. Fue mucho, mucho más difícil e intenso. Moisés lo describió como grande y aterrador, probablemente porque el desierto era vasto, inhóspito y mortal. Había escorpiones y serpientes debajo de cada roca, además no había agua ni fuentes naturales de alimentos. Hacía calor durante el día y frío por la noche, y sin embargo, Jehová Dios los llevó a través de esa tierra baldía, desolada y aterradora. Sin embargo, les proporcionó agua, maná, protección durante el día y la noche por 40 años. Nunca los abandonó.
Pero ¿por qué? Jehová Dios llevó intencionalmente a Israel a través de esta experiencia en el desierto para formar su carácter, para redirigir sus afectos, para cambiar sus pensamientos y purgar su idolatría, orgullo y sentido de merecimiento. Él sabía que la buena vida en la tierra prometida haría que Israel se enorgulleciera y lo olvidara, así que los puso a prueba para refinarlos.
En Romanos 12:2, Pablo dice que para que una persona cambie, su manera de pensar debe cambiar. Nuestros pensamientos determinan nuestro futuro porque los pensamientos moldean los comportamientos y actitudes. Si nuestro pensamiento cambia, nuestra vida cambiará. Jehová Dios necesitaba llevar a Israel a través de experiencias que cambiaran su pensamiento, como permitirles experimentar sed y luego saciarla con agua, hambre y luego alimentarlos con maná, para que aprendieran a depender de cada Palabra suya.
La mayoría de los hijos de Dios pasan por experiencias en el desierto. Elías, Moisés, Hagar, el Bautista e incluso Jesus, experimentaron el “desierto”. Esto debería animarnos a no temer o evitar nuestra propia experiencia. El desierto suele ser una temporada corta y temporal de la vida. Nuestro desierto puede ser sufrimiento, escasez, dificultades, persecución o pérdida. Pero como dijo el salmista: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento”, Salmo 23:4.
En el capítulo 9, Moisés le dice a Israel que no están recibiendo esta tierra porque son buenas personas o mejores que las naciones que están reemplazando, al contrario, se han rebelado y han provocado la ira de Jehová Dios desde el primer día que salieron de Egipto, llegando incluso a construir un ídolo en Sinaí. La razón por la que están recibiendo esta tierra es porque Jehová DIOS es fiel y está cumpliendo su promesa a Abraham.
Israel vio la gloria de Dios, la muestra de milagro tras milagro y sin embargo, aún se rebelaron. Como Israel, somos tercos y rebeldes, haciendo lo nuestro a nuestra manera. No somos favorecidos porque seamos buenos, sino porque Jesús es bueno. Jesús, como Moisés, intercede por nosotros. Somos amados porque Dios es amor. Somos valiosos porque fuimos hechos por Él, y somos perdonados porque Jesús murió en la cruz para perdonarnos.
Al otro lado del desierto está la tierra prometida. Una tierra de rebaños y manadas abundantes, huertos fructíferos y viñedos, plata y oro, hierro y cobre, y llena de muchas casas hermosas, ya construidas, listas para habitar. Sin embargo, Israel no tenía el carácter para manejar o recibir todo lo que Jehová Dios les estaba dando. Moisés está preocupado, por la misma razón por la que estaríamos preocupados si una persona recibiera un arma cargada, o $70 millones, o un automóvil deportivo potente sin tener el carácter para manejar tales recursos. Moisés espera que no se corrompan por todo el bien que Jehová Dios estaba a punto de entregarles. Anima a Israel a no olvidar que el éxito y toda buena dadiva proviene de un Dios bueno y generoso.
Es bueno recordar que al otro lado de nuestro propio desierto personal está la tierra prometida. Jehová estará con nosotros a través de nuestro desierto y eventualmente entraremos y poseeremos nuestra tierra prometida, no porque seamos buenos, sino porque Jesus abrió el camino y nos aferramos a Él. Por lo tanto, seamos fieles al obedecer sus mandamientos y no lo olvidemos.
Pastor Fidel Soto