Preguntas de estudio:
1. ¿Quién debía asegurar al pueblo de la presencia de Dios cuando iba a la batalla? Deuteronomio 20:2-4
2. ¿Cuál debía ser a primera propuesta cuando se acercaran a una ciudad para combatirla? Deuteronomio 20:10
3. ¿De que manera un padre debia ser imparcial con sus hijos a la hora de repartir la herencia entre ellos? Deuteronomio 21:15, 16
4. ¿Cuál era del deber de un padre y de una madre en relación con un hijo que fuera rebelde aun de agotar los castigos? Deuteronomio 21:18, 19
Comentario y reflexión:
Los israelitas celebraron la Pascua en la llanura de Jericó. La Pascua les recordaba cómo Jehová los había librado de la esclavitud de Egipto con mano poderosa. Ahora les entregaría la fortificada y poderosa ciudad también con mano poderosa.
Josue contemplaba la ciudad anticipando la difícil batalla que tenían por delante. Estaba en oración cuando se asustó al ver un hombre delante con una espada desenvainada. “¿Eres de los nuestros o de nuestros enemigos?”, preguntó Josue sorprendido. Aquel “hombre” se identificó como el “Príncipe del ejército de Jehová”. Fue Jesus mismo quien apareció a Josue. Josue lo adoró. Así como Moises en el desierto, Jesus le dijo, “Quítate el calzado de los pies, porque el lugar en que estás es santo.” Josue ni Israel estaban solos. El ejército de Jehová con su Príncipe estaba allí para librar la batalla.
La estrategia para tomar la ciudad era extraña. Sin duda fue una prueba para la fe del pueblo y de los hombres de batalla. No tendrían que escalar el muro, no tendrían que atacar, no tendrían que usar sus armas, sólo marchar alrededor de la ciudad, una, dos, tres veces hasta seis, una vez al día, en silencio, las bocinas de los sacerdotes sonando, el arca detrás. Desde arriba los centinelas de Jericó contemplaban, en la ciudad unos se asustaban y otros se burlaban. En el séptimo día, al final de la séptima vuelta a la ciudad, el pueblo gritó y los muros de piedra cayeron. El pueblo entró a la ciudad para llevar a cabo la orden de Jehová. Sólo Rahab y quienes estaban en su casa se salvaron.
“No podían ver el ejército de ángeles que les asistía bajo la jefatura del Hijo de Dios. Hubieran podido discurrir: “¡Cuán poco sentido tienen estos movimientos y cuán ridículo es dar diariamente la vuelta alrededor de las murallas de la ciudad y tocar las trompetas de cuernos de carneros! Esto no puede tener efecto alguno sobre estas altas fortificaciones”; pero el plan mismo de continuar con esta ceremonia durante tanto tiempo antes de la caída final de las murallas dio a los israelitas una oportunidad para desarrollar su fe. Había de hacerles comprender que su fuerza no dependía de la sabiduría del hombre, ni de su poder, sino únicamente del Dios de su salvación. Debían acostumbrarse así a confiar enteramente en su Jefe divino.” PP 468
“Dios hará cosas maravillosas por los que confían en él. El motivo porque los que profesan ser sus hijos no tienen más fuerza consiste en que confían demasiado en su propia sabiduría, y no le dan al Señor la oportunidad de revelar su poder en favor de ellos. Él ayudará a sus hijos creyentes en toda emergencia, si ponen toda su confianza en él y le obedecen fielmente.” PP 468
¿Qué fortalezas en tu vida necesitan ser derribadas por el poder de Jehová? Busca su dirección, confía en El y los muros caerán.
Que esto sea una realidad en tu experiencia hoy.