


Martes, julio 29 – Hebreos 1, 2
1. ¿A quién escogió Dios para que hablase en los postreros tiempos? Hebreos 1:1
2. ¿Con qué ungió Dios a Cristo? Hebreos 1:9
3. ¿De qué fue coronado Jesús? Hebreos 2:7
4. ¿Cuál fue el propósito de que Jesús participara de carne y sangre? Hebreos 2:14.
Imaginemos una conversación entre un hindú y un cristiano. El hindú escucha atentamente mientras el cristiano le resume brevemente el ministerio terrenal de Cristo Jesús. Al final del mensaje, cuatro preguntas pueden surgir rápidamente en su mente.
Pregunta: ¿Por qué tenía que nacer Jesús? Respuesta: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer” (Jn. 1:18).
Pregunta: ¿Por qué tenía que morir Jesús? Respuesta: “El cual se dio a sí por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre” (Ga. 1:4).
Pregunta: ¿Por qué tenía que resucitar Jesús? Respuesta: “Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también nuestra fe” (1 Cor. 15:14).
Pregunta: ¿Por qué tenía que ascender Jesús? Respuesta: ¡El libro de Hebreos!
Hebreos es básicamente un libro que exhorta a los desalentados cristianos a continuar fortalecidos en Jesús, a la luz de la completa superioridad de quién es El y lo que ha hecho por nosotros.
Comienza de manera solemne y directa, sin saludos habituales. Simplemente empieza con “Dios” (Hebreos 1:1), afirmando su existencia y el hecho de que Él habla al hombre. No hay intento de probar su existencia; se da por sentada.
Cuando el autor presenta al Hijo, toca el centro del tema. Explica el Comentario Bíblico Adventista (CBA) sobre Hebreos 1:1-3: “Cuando Jesús vino a la tierra se despojó ‘de su vestido y corona reales.’ (5TS, p. 182). ‘Prefirió devolver el cetro a las manos del Padre, y bajar del trono del universo.’ (DTG, p. 14). Con su ascensión tomó otra vez el puesto que había tenido con el Padre antes de su encarnación… Era importante que los hebreos entendieran el verdadero lugar del Hijo.” (CBA, t. 7, p. 411, comentando Hebreos 1:1-3).
Cristo es presentado como asociado con el Padre y como agente activo en la creación. Dice el CBA, comentando Hebreos 1:2: “Dios hizo los mundos por medio de Cristo; pero no usó a Cristo como herramienta sino como un colaborador… El que sería el Redentor del hombre, fue su Creador; y porque es el Creador, puede crear al hombre como ‘nueva criatura.’ (2 Cor. 5:17).” (CBA, t. 7, p. 411).
La epístola establece la superioridad de Cristo sobre los profetas (Heb. 1:1-3), los ángeles (Heb. 1:4–2:18), Moisés (Heb. 3:1-19), Josué (Heb. 4:1-16) y Aarón (Heb. 5:1-10).
Analizando brevemente Hebreos 1:1-4, vemos que “Dios ha hablado.” Esta revelación se dio en dos etapas: primero por los profetas y, finalmente, por el Hijo, correspondiendo al Antiguo y al Nuevo Testamento.
El CBA comenta especialmente Hebreos 1:3 al señalar la grandeza del Hijo como reflejo perfecto del carácter divino.
En Hebreos 1:5-8, se demuestra la superioridad de Cristo sobre los ángeles. En Hebreos 1:5, se usa Salmo 2:7 y 2 Samuel 7:14 para mostrar que Cristo es Hijo de Dios de manera única, diferente de los ángeles. Aunque los ángeles son colectivamente “hijos de Dios” (Job 1:6), ninguno recibe individualmente este título.
Además, Hebreos 1:6-7 indica que los ángeles adoran y sirven a Cristo. El CBA enlaza esto con Deuteronomio 32:43 (LXX) y Salmo 104:4. Hebreos 1:6 declara: “Y adórenle todos los ángeles de Dios.” Jesús es objeto de adoración angelical, no un simple adorador entre ellos.
Hebreos 2 comienza con una advertencia: “Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos.” (Heb. 2:1)
Esto señala el peligro de descuidar nuestra fe. Thomas comenta, sobre este versículo, que la protección contra deslizarse es tener a Cristo como ancla y timón de la vida.
En Hebreos 2:17-18, se enfatiza que Jesús, al hacerse humano, puede ser nuestro Sumo Sacerdote misericordioso y fiel, capaz de socorrer a los tentados. El CBA comenta que solo por compartir plenamente nuestra naturaleza humana podía Jesús representarnos ante Dios (Heb. 2:17-18).
Finalmente, Hebreos 4:15-16 concluye el tema, invitándonos a acercarnos confiadamente al trono de la gracia porque tenemos un Sumo Sacerdote que se compadece de nuestras debilidades.
“La gracia sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo con amor inalterable. Amén.” (Efesios 6:24)