


Jueves, julio 31 – Hebreos 5, 6
1. Reconociendo la autoridad del Sumo Sacerdote Aarón, el autor presenta a Cristo como superior a aquel. ¿Qué hace la diferencia? (Hebreos 5:1-4)
2. Aunque Cristo era perfecto, ¿qué tuvo que aprender al padecer? (Hebreos 5:7-9)
3. Los sacerdotes en Israel eran ordenados según la orden de Aarón. ¿De acuerdo a qué orden fue Jesús? (Hebreos 5:10)
4. ¿Hasta dónde penetra nuestra esperanza como segura y firme ancla del alma? ¿Quién entró también allí como precursor? (Hebreos 6:18-20)
Creo que si la carta a los Hebreos no existiera, el conjunto de doctrinas y verdades del Nuevo Testamento estaría incompleto. Es mediante este documento que se conoce más a profundidad la labor de Cristo en el Santuario Celestial. Sin este libro, no sería posible conocer a carta cabal el Apocalipsis y, por ende, el libro de Daniel.
Mucho se ha especulado sobre quién sea el autor de esta importante carta. Algunos han dicho que fue Bernabé, o Lucas, o Apolos, o Clemente. Otros dudan que haya sido Pablo debido a su cambio de estilo literario, aunque su despedida es muy parecida a la que usó en otras cartas de su autoría. Personalmente, creo que se debió a la pluma del apóstol Pablo. Veo que a propósito escondió su identidad para evitar el prejuicio que los hebreos (judíos) le tenían. En esta carta su estilo fue más directo al tema porque sus destinatarios se suponían más conocedores de él.
Para mí es muy significativo que Elena G. de White creyó que el autor fue Pablo; considero que la inspiración profética tiene algo que enseñarnos en esto también.
Ella escribió: “En su carta a los Hebreos, Pablo estaba desarrollando ciertos aspectos de la encarnación y por qué Jesús llegó a ser hombre…” (Mensajera del Señor, pág. 1772).
La razón por la que Cristo no fue ordenado sacerdote según la orden de Aarón, sino según la orden de Melquisedec, es porque Aarón era de la tribu de Leví, como todos los sacerdotes debían ser. Por otro lado, Melquisedec era “sacerdote del Dios Altísimo y rey de Salén” (Génesis 14:18). En Israel, nadie podía ser sacerdote y rey al mismo tiempo, pues los sacerdotes, como ya dijimos, eran de la tribu de Leví, mientras que los reyes, de la tribu de Judá.
Es por eso que Jesús es superior a Aarón, por tener esas dos posiciones ante el Padre: Sacerdote y Rey. Muchos han creído que Melquisedec era el mismo Cristo que se le apareció a Abraham y a quien este le dio los diezmos. Pero no es así. La Biblia no dice que ambos fueran la misma persona. Sí dice que Cristo era sacerdote “según la orden de” Melquisedec; es decir, “al estilo de”. No es posible que una persona sea “al estilo de ella misma”.
La confusión de muchos es que el texto dice que Melquisedec era “sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre” (Hebreos 7:3). No quiero entrar en esta parte que corresponde al estudio que sigue. Solo quiero aclarar que no era que Melquisedec no tuviera padres ni genealogía, sino que no se le conocía; no estaba registrada en los anales de la historia. Nótese que se dice que era “semejante al Hijo de Dios.” ¿En qué? Ya se ha explicado: en que era Sacerdote y Rey, tal como Cristo es.
Seguramente mañana aprenderemos más de esto. Solo incluyo que recientemente se han descubierto en la Ciudad de David, al sur de Jerusalén, los restos arqueológicos de lo que parece ser un altar de sacrificios. Se cree que pudo formar parte de un templo muy antiguo en el que pudo oficiar Melquisedec. ¡Interesante!
En el capítulo 6 se hace referencia a doctrinas y creencias que los judíos tenían, pero que eran obras muertas por ser solo ceremonias huecas y vacías. Se entiende que su práctica de “bautismos” no se refiere a la costumbre cristiana que iniciara Juan el Bautista, sino a la serie de lavamientos de purificación que practicaban; esos eran solo prácticas tradicionales más que espirituales.
¡Qué maravilloso es saber que tenemos “dentro del velo”, en el Santuario Celestial, a nuestro Sumo Sacerdote, Jesús, nuestro Sacerdote y Rey, según lo fuera Melquisedec!
“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” (Hebreos 4:16)
Ahora es el tiempo. ¡Mañana podría ser demasiado tarde!