


Viernes, junio 14 – 1 Samuel 30, 31 – Lectura adicional, Patriarcas y Profetas capítulo 68, “David en Siclag”
1. ¿Cómo se fortaleció David cuando el pueblo quería apedrearlo en Siclag? 1 Samuel 30:6
2. ¿Qué nueva norma se estableció en Israel después de la derrota de los amalecitas? 1 Samuel 30:23, 24
3. ¿Por qué su escudero no quiso matar a Saul? 1 Samuel 31:4
Después de haber sido despedido por Aquis, rey de los filisteos, cuando David y sus hombres llegaron a Siclag, aldea de Juda, la encontraron saqueada y quemada y para colmo, habían secuestrado a las mujeres y los niños y a todos los que estaban allí, aunque no mataron a nadie. Probablemente el propósito era venderlos como esclavos.
Para añadir insulto a la herida, después que él y sus hombres lloraron hasta perder las fuerzas, sus hombres se tornan en contra de David y ahora lo culpan por la venganza de los Amalecitas. Amenazan al líder con apedrearlo y David se angustió mucho. Ante esta situación, recobra la compostura y resolvió echar su suerte con Dios. Ante esta terrible pérdida, nos dejó un ejemplo de lo que debemos hacer cuando nos encontramos en un callejón sin salida, “mas David se fortaleció en Jehová su Dios”. (1Sam. 30:6). “En el día que temo, yo en ti confío” (Salmos 56:3), fue lo que expresó su corazón.
Mandó llamar a Abiathar, el sacerdote, hijo de Ahimelech, y “consultó a Jehová, diciendo, “¿Seguiré esta tropa? ¿la podré alcanzar?” La respuesta fue, “Síguela, que de cierto la alcanzarás, y sin falta librarás la presa.”
David y sus soldados persiguieron a sus enemigos. Fue tan rápida su marcha que al llegar al arroyo de Besor, que desemboca en el Mediterráneo cerca de Gaza, doscientos hombres de la compañía fueron obligados a rezagarse por el cansancio. Pero David, con los cuatrocientos restantes, siguió avanzando indómito. Me imagino que David recordó la historia de Gedeón. Si con trecientos hombres pudo derrotar un ejército, con cuatrocientos podían hacer lo mismo confiando en la promesa divina.
Otra vez llama la atención el espíritu magnánimo de David que cuando regresaron de derrotar a sus enemigos, no querían compartir el botín con los que quedaron rezagados en el arroyo por cansancio. La descripción que se da de aquellos hombres mezquinos es que eran “malos y perversos”. Por contraste, David mostró el verdadero espíritu que un hijo de Dios debe manifestar. Como muy bien David les dijo, la victoria y lo obtenido vino de Jehová. Las palabras de David son irrefutables, “En este caso nadie va a darles la razón, porque en el reparto lo mismo les toca a los que se quedan cuidando el equipo que a los que van a la batalla”. Desde ese momento, esto se convirtió en la práctica en Israel.
Después de reparar lo destruido en Siclag, David y los demás querían saber el resultado de la guerra entre Israel y los filisteos. Israel huyó delante de los filisteos y fueron derrotados. Persiguieron a Saúl y a sus hijos Jonatán y Malquisúa.
Saúl pidió a su escudero que lo matara y éste, por temor, se negó hacerlo. Ambos se inmolaron.
¡Qué triste final el de Saúl! Con un futuro tan promisorio lo desperdició por no someterse a la voluntad de Dios.
Pidamos emular el espíritu y la actitud de David.