


Lunes, marzo 24 – ZacarÃas 3, 4 – Lectura adicional, Profetas y Reyes, capÃtulos 47 y 48
1. ¿Cuál fue el papel de Satanás en la visión? (ZacarÃas 3:1)
2. ¿Qué significa el vestido provisto? (ZacarÃas 3:4)
3. ¿Cuál es el mensaje en la visión del candelabro y el olivo? (ZacarÃas 4:6)
ZacarÃas 3 presenta una poderosa visión del sumo sacerdote Josué, quien se encuentra delante de Jehová en lo que parece ser el tribunal celestial. Está vestido con ropas viles, una condición inaceptable para estar en la presencia divina.
Aún en los tribunales terrenales la apariencia importa. Una imagen descuidada puede proyectar una impresión negativa, influenciando la percepción de los jueces e incluso afectando el resultado del caso.
Pero la situación de Josué es aún más grave. Sus ropas sucias representan el pecado de su pueblo, el cual él carga como sumo sacerdote. Es culpable y no tiene defensa. Para empeorar la situación, Satanás está a su derecha como acusador, listo para condenarlo.
En este momento de crisis, Josué no intenta defenderse. En cambio, el ángel de Jehová interviene en su favor. Sin entrar en discusión con Satanás declara:
“Jehová te reprenda, oh Satanás; Jehová, que ha escogido a Jerusalén, te reprenda. ¿No es este un tizón arrebatado del incendio?” (ZacarÃas 3:2, RV60)
No hay debate, ni justificación, solo el poder de la reprensión de Dios. Esto nos recuerda que Dios no le debe ninguna explicación al acusador. Si lo hiciera, Satanás continuarÃa argumentando sin cesar. En cambio, la sola autoridad de Dios es suficiente para silenciarlo, y Satanás desaparece de la escena.
Entonces ocurre una transformación extraordinaria. Las vestiduras viles de Josué son quitadas, y es vestido con ropas limpias. También se coloca un turbante sobre su cabeza, un importante sÃmbolo en las Escrituras de favor divino y justicia (ver Job 29:14, IsaÃas 3:23, IsaÃas 62:3 y ZacarÃas 3:5).
Este momento refleja la asombrosa verdad de la salvación: No nos limpiamos a nosotros mismos, Dios quita nuestro pecado y nos reviste con Su justicia.
Los últimos versÃculos de ZacarÃas 3 revelan una visión más amplia del plan redentor de Dios. Josué es ahora justificado, pero el medio de esa justificación aún está por venir. Este pasaje apunta al futuro:
• “Mi siervo, el Renuevo” – Un tÃtulo para el MesÃas venidero, Jesucristo.
• “La piedra con siete ojos” – Simboliza la sabidurÃa perfecta y la autoridad de Cristo.
• Un futuro dÃa en que el pecado será quitado instantáneamente – Señalando el sacrificio expiatorio de Cristo.
• Una promesa de paz y seguridad – Cuando el pueblo de Dios habitará seguro bajo Su reinado.
La visión de ZacarÃas 3 es un anticipo de lo que Cristo logró en la cruz. Asà como Josué fue rescatado de la condenación y vestido de justicia, también lo somos nosotros cuando confiamos en Jesús.
ZacarÃas 4 presenta otra visión: un candelabro de oro, alimentado por dos olivos, que proporciona aceite continuamente sin intervención humana. El mensaje es claro:
“No con ejército, ni con fuerza, sino con mi EspÃritu, ha dicho Jehová de los ejércitos.” (ZacarÃas 4:6, RV60)
Esta visión fue dada a Zorobabel, el gobernador de Judá, quien enfrentaba grandes desafÃos en la reconstrucción del Templo del Señor.
Dios le recuerda que el éxito no vendrÃa por la fuerza humana, la inteligencia o los recursos, sino por el poder del EspÃritu Santo.
Esta es una lección poderosa para nosotros hoy. Podemos sentirnos abrumados por los desafÃos de la vida, pero la obra de Dios se lleva a cabo por Su EspÃritu, no por nuestra capacidad.
Este pasaje nos recuerda que no podemos defendernos ante Dios. Como Josué, estamos delante de Dios cubiertos con la inmundicia de nuestro propio pecado. El enemigo busca condenarnos, pero Dios nos declara justos a través de Cristo. Dios es quien provee la vestidura que necesitamos, nuestras ropas viles son quitadas, y somos vestidos con la justicia de Cristo. Un dÃa, el pecado y la maldad serán eliminados para siempre. La promesa de paz se cumplirá en el reino de Cristo.
Esta es la belleza del evangelio: Somos arrebatados del fuego, redimidos, y restaurados, no por nuestros esfuerzos, sino por la gracia de Dios.
Vivamos en gratitud, confiando plenamente en la justicia de Cristo, quien nos defiende y asegura nuestro lugar en Su reino.