


Sábado, octubre 26 – 1 Reyes 19,20 – Lectura adicional, Profetas y Reyes, capitulo 13, “¿Qué haces aquí?”
1. ¿A dónde fue a esconderse Elías cuando huía de Jezabel? 1 Reyes 19:8,9
2. ¿Cuántas rodillas había en Israel que no se habían doblado ante Baal? 1 Reyes 19:18
3. ¿Qué error similar cometieron Asa, rey de Judá, y Acab, rey de Israel? 2 Crónicas 16:2,3; 1 Reyes 20:32
Una victoria puede dejarnos vulnerables al ataque del enemigo emocional y espiritualmente. Cuidado, porque después de un alto, puede venir un bajo.
“Pero una reacción como la que con frecuencia sigue a los momentos de mucha fe y de glorioso éxito oprimía a Elías. Temía que la reforma iniciada en el Carmelo no durase; y la depresión se apoderó de él. Había sido exaltado a la cumbre de Pisga; ahora se hallaba en el valle.” PR 119
Necesitamos quedar velando después de un alto espiritual, puede ser una campaña evangelística, o una semana de oración, o un momento de victoria. Nuestra dependencia de la dirección de Dios debe permanecer, debe ser constante.
Somos insuficientes para juzgar y criticar la debilidad de Elías; pero podemos aprender de su experiencia porque para eso está escrita.
“Elías no debiera haber huido del puesto que le indicaba el deber. Debiera haber hecho frente a la amenaza de Jezabel suplicando la protección de Aquel que le había ordenado vindicar el honor de Jehová… Si hubiese permanecido donde estaba, si hubiese hecho de Dios su refugio y fortaleza y quedado firme por la verdad, habría sido protegido de todo daño. El Señor le habría dado otra señalada victoria enviando sus castigos contra Jezabel; y la impresión que esto hubiera hecho en el rey y el pueblo habría realizado una gran reforma.” PR 118
Si vamos a quedar o a salir, es nuestro deber consultar a Dios y por la fe obedecer sus instrucciones. No debemos permitir que el miedo nos domine antes de consultar la voluntad de Dios.
Solo, cansado y hambriento, Elías veía todo oscuro, todo negativo, porque estaba deprimido. Entonces quiso morir, “Basta ya, Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres.” No sólo estaba cansado física y emocionalmente, sino que estaba cansado y harto de la situación, “ya no más”.
Dormir y comer puede hacer maravillas. Dios sabía que Elías lo necesitaba y se lo proveyó. Si te sientes cansado y deprimido, es bueno tomar tiempo para descansar, un poco de atención personal puede cambiar tu perspectiva de las cosas. Elías comió y durmió, y cuando se levantó vio las cosas diferentes. Entonces fue a refugiarse al monte de Dios.
Muchas veces pensamos que el celo por Jehová siempre es bien motivado y hasta lo justificamos cuando provoca un error, por ser celoso. Como en el caso de Elías, el celo puede estar basado en ideas personales y erradas. Quien actúa motivado por el celo, muchas veces lo hace pensando que sólo él tiene la razón, que todos los demás están mal, “sólo yo he quedado”.
Dios no aprueba este celo y por consiguiente no lo encontramos en donde suponemos que está. No está en el viento, no está en el terremoto, no está en el fuego. No está en donde nosotros pensamos que debe estar. Elías lo encontró finalmente en el silbo apacible y delicado. El celo por Jehová es bueno cuando es guiado por Jehová.
Me parece escuchar a Dios decir, “Elías, no es el monte Horeb que te necesito. Tu celo es errado. Regresa por donde viniste. La iglesia no es tuya, es mía. Yo tengo un plan. No eres el único fiel, hay siete mil más que no han adorado a Baal. En vez de estar aquí, indignado, creyéndote la víctima, esto es lo que tienes que hacer. Hay reyes que tienes que ungir. Ah, y hay un profeta muy bueno que ya escogí para que venga después de ti. No creas que eres el único, que eres indispensable, que la causa está perdida sin ti. Yo tengo un plan y ese plan no fallará.”
Mientras tanto, en Israel, vemos como Dios trabaja con Acab por causa de su pueblo; pero como Elías, Acab también falla cuando, en la victoria que Dios le dio, sigue su propio juicio. Este es un error humano común.
Dios nos libre de ser conducidos por nuestros temores, o por nuestro celo, o de pensar que somos los únicos fieles. Sobre todo, Dios nos libre de nuestras victorias.