


Miércoles, septiembre 4 – 1 Reyes 1, 2.
1. Dicen por ahí que cuanto más entremos en edad, más testarudos nos ponemos. ¿Qué aprendiste de David con el mal manejo de su tercera edad? ¿Cuándo crees que sería bueno empezar hacer preparativos?
2. Jóvenes y adultos están llenos de sueños y objetivos. Aquí David les da una fórmula infalible para el éxito. ¿Cuáles fueron los consejos de David a Salomón? Piensa en cómo los puedes aplicar en tu vida hoy. 1 Reyes 2:1-4.
Comentario y reflexión:
El primer y segundo capítulo de 1 Reyes es la narración de la transición monárquica del reino de Israel. David era un rey experimentado, valiente y amado por el pueblo, pero ya muy anciano y cansado de sus muchas batallas. Por otro lado, su hijo con Betsabé, Salomón estaba en el vigor de su juventud. No sabemos exactamente su edad, pero probablemente estaba en sus 20 a 25 años. Poseía un noble corazón, pero su experiencia como líder era obviamente muy escasa, lo cual era muy preocupante por tratarse de una nación con una misión sagrada.
Podemos sacar lecciones muy valiosas de esos dos mundos y ambos capítulos están llenos de principios de aplicación práctica para nuestros días.
Comenzando por David, un personaje conocido por su valentía y temor a Dios, pero ahora según el relato bíblico, algunas consecuencias naturales de su edad avanzada empezaron a tocarle la puerta. Le costaba mantener el calor de su propio cuerpo (1 Reyes 1:1). Su mente ya debilitada y aquejada por el dolor de sus errores, no poseía el vigor para reprender los errores cometidos por sus súbditos, incluyendo sus hijos (1 Reyes 1:6-10). Se olvidaba de la promesa que había hecho de transferir el trono a Salomón (v. 13). Corría el gran riesgo de culminar su vida entregando todo lo que Dios lo ayudó a conquistar en las manos de la casualidad, lo que podría haber traído inmediata ruina a sus descendientes y a todo el pueblo de Israel.
¿Cuál fue el error de David? El mismo que muchos cometemos hoy. Vivimos como si fuéramos eternos y no hacemos preparativos de antemano para cuando ya no estemos, física o mentalmente. No se trata solamente de asegurar que continuemos recibiendo un cheque mensual cuando lleguemos al retiro. Se trata de poner la “casa en orden”, como Dios le ordenó al rey Ezequías (2 Reyes 20:1). Algunas de las preguntas que deberíamos hacernos es, ¿Está mi vida al día con el Señor? ¿He transmitido a mi familia mi amor y experiencia de vida? ¿Tengo alguien a quien debo perdonar o pedir perdón? ¿Quién cuidará de mis negocios? ¿Tengo algo material que dejar a mis hijos? ¿He hecho un testamento para que nadie se pelee por la herencia? Si mis hijos aún son menores de edad ¿quién los va a cuidar? Esas son algunas entre muchas otras medidas a ser tomadas previamente. Gracias a la misericordia divina David no fue abandonado a su insensatez, sino que el profeta Natán, guiado por el Espíritu de Dios, vino al rescate previniendo que un desastre administrativo sucediera.
El segundo capítulo de 1 Reyes podemos dividirlo en dos partes. En la primera vemos David aconsejando al joven rey Salomón, su hijo, para asegurar que su reinado fuera bendecido y prolongado. El valiente rey comienza exhortando al hijo, “esfuérzate, y sé hombre” y luego completa la receta del éxito para todo joven (hombre o mujer), “Guarda los preceptos de Jehová tu Dios, andando en sus caminos…” (v. 3). Es bueno recordar que David sabía muy bien lo que estaba diciendo, pues él mismo pasó por esta etapa al ser ungido como rey aun en su juventud cuando nadie le daba credibilidad, ni aun su misma familia.
“Esfuérzate, y sé hombre” es un mandato que no tiene género, pues hace referencia al tipo de carácter que deben tener los jóvenes al luchar por los objetivos que el Señor les puso en el corazón. Sin temor, fiel a sus principios, una mirada firme que infunda respeto, sean disciplinados y perseverantes cuando todo y todos parecen estar en el equipo opuesto al suyo. Así fue la batalla contra Goliat; pero entendía claramente el experimentado rey que nada de eso tiene sentido si no guardamos “los preceptos de Jehová” y andamos “en sus caminos”. Diría su propio hijo Salomón más tarde “Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud” (Eclesiastés 12:1).
La segunda parte del capítulo es un deleite para los que son padres y una confirmación de las promesas divinas a los que son hijos. Aquí contemplamos a un hijo (rey Salomón) siguiendo a rajatabla los consejos de su padre. A consecuencia de eso, en las últimas líneas de este pasaje leemos lo siguiente, “Así fue consolidado el reino en mano de Salomón”.