


Domingo, septiembre 29 – 2 Crónicas 2, 3 – Lectura adicional, Profetas y Reyes capítulo 2, “El templo y su dedicación”
1. ¿Cómo se sentía Salomón ante la tarea de construir la Casa de Dios? 2 Crónicas 2:6, 7
2. ¿Qué trabajo le dio a los extranjeros? 2 Crónicas 2:17, 18
3. ¿En qué lugar de Jerusalén levanto el templo? 2 Crónicas 3:1
4. ¿Cómo adorno los pilares de las columnas de la entrada? 2 Crónicas 3:16
Comentario y reflexión:
Estamos en el punto de la construcción del templo en la historia bíblica. Es un momento significativo en la historia de Israel porque marca su establecimiento en la tierra prometida. Es el cumplimiento de la promesa a Abraham, a Isaac, a Jacob y a Moisés, el momento esperado por generaciones. Finalmente, la promesa de una patria se hacía visible y tangible.
El sitio señalado por David para el templo fue el monte Moria. Este mismo lugar fue el escogido por Dios para que Abraham ofreciera a Isaac mil años antes. Le instruyó que caminaran cuatro días para llegar hasta allí. Isaac, el único hijo de Abraham y Sara, el de la promesa, cargó la leña para el sacrificio, así como Jesús después cargaría la cruz.
Jehová instruyó a David que comprara este lugar y que levantara un altar. Era entonces un terreno dedicado a la trilla de grano que pertenecía a Arauna el jebuseo (1 Samuel 24:18). Este lugar llegó a representar obediencia, sacrificio, ofrenda, provisión y dirección divina. Cerca del monte Moria, pero “fuera del campamento” como si fuera un desechado, (Hebreos 13:11), el Hijo de Dios fue sacrificado mil años después.
Salomón no entendía el significado de su papel en el gran plan de Dios, pero fue movido en obediencia. Es hermoso el propósito que con humildad expresa en la carta a Hiram el rey de Tiro, “Mira, yo tengo que edificar una Casa al nombre de Jehová, mi Dios, para consagrársela, para quemar incienso aromático delante de él, para la colocación continua de los panes de la proposición, para los holocaustos de la mañana y la tarde, los sábados, nuevas lunas, y festividades de Jehová, nuestro Dios; lo cual ha de ser perpetuo en Israel. Y la Casa que tengo que edificar ha de ser grande, porque el Dios nuestro es grande sobre todos los dioses. Pero ¿quién será capaz de edificarle Casa, siendo que los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerlo? ¿Quién, pues, soy yo, para que le edifique Casa, aunque sólo sea para quemar incienso delante de él?” 2 Crónicas 2:4-6
“Salomón ejecutó sabiamente el plan de erigir un templo para el Señor, como David lo había deseado durante mucho tiempo. Durante siete años Jerusalén se vió llena de obreros activamente ocupados en nivelar el sitio escogido, construir grandes paredes de retención, echar amplios cimientos de “grandes piedras, piedras de precio, … y piedras labradas” (1 Reyes 5:17), dar forma a las pesadas maderas traídas de los bosques del Líbano y erigir el magnífico santuario.” PR 25
“Mientras el edificio se iba levantando silenciosamente en el monte Moria con “piedras que traían ya acabadas; de tal manera que cuando la edificaban, ni martillos ni hachas se oyeron en la casa, ni ningún otro instrumento de hierro” (1 Reyes 6:7), los hermosos adornos se ejecutaban de acuerdo con los modelos confiados por David a su hijo, “todos los vasos para la casa de Dios.”” PR 25
Llama la atención el censo que hizo de los extranjeros, el número y su empleo en trabajos fuertes. Eran extranjeros ¡en una nación de emigrantes! Entonces, como ahora, los emigrantes hicieron una contribución valiosa a la nación por su disposición a ocuparse en trabajos que los autóctonos no querían hacer. Tuvieron un papel importante en la construcción del templo, que no era solo para los judíos, sino que debía ser “Casa de oración para todas las naciones” (Marcos 11:17).
Otro inmigrante llamado Hiram-abi, en este caso nacido a una pareja de israelitas que habían adquirido la ciudadanía en Tiro, fue escogido y enviado por el rey de aquella nación por su pericia en “trabajar en oro, plata, bronce y hierro, en piedra y en madera, en púrpura y en azul, en lino y en carmesí; asimismo sabe esculpir toda clase de figuras y sacar toda forma de diseño que se le pida.” (2 Crónicas 2:14). Seguramente el exiliado israelita se sintió honrado de participar en esta monumental obra de su nación de origen.
2 Crónicas 3 menciona las medidas y hace una descripción breve del imponente y hermoso edificio del templo.
Llama la atención las 400 granadas que adornaban los pilares en frente del templo. Las granadas, por sus muchas semillas, por su rico sabor y por sus facultades terapéuticas representaban las promesas y las bendiciones de Dios para su pueblo. Sobre el significado de los nombres de las columnas dice el Comentario Bíblico Adventista, “’Jaquín’ tal vez significa “él establecerá”. Boaz, tal vez significa “en él hay fortaleza”. CBA, 2 Crónicas 3:17
Que las bendiciones de Jehová, como las ricas semillas de la granada, descansen sobre ti en este día.