


Domingo, febrero 23 – Ezequiel 16, 17
1. ¿Cómo describe el Señor su favor sobre su pueblo? (Ezequiel 16:9-14)
2. ¿Qué terribles pecados cometió Judá? (Ezequiel 16:20-22)
3. ¿Qué hizo el Señor con el árbol alto y con el árbol seco? (Ezequiel 17:24)
Ezequiel 16 y 17 contienen mensajes contundentes de Jehová a su pueblo, ilustrando su infidelidad, el juicio inminente de Dios y su misericordia perdurable con una restauración final.
En Ezequiel 16, Dios presenta una poderosa alegorÃa en la que describe a Jerusalén como una niña abandonada a la que Él rescató, cuidó y embelleció, solo para verla más tarde traicionarlo mediante la idolatrÃa y la corrupción.
Jehová le recuerda a Jerusalén su humilde origen, comparando su ascendencia con la de los heteos y amorreos, naciones paganas conocidas por su maldad. Este es un severo reproche, ya que los habitantes de Jerusalén se enorgullecÃan de ser descendientes de Abraham, pero actuaban peor que los pueblos paganos a su alrededor.
En la parábola, Israel es descrito como una bebé abandonada para morir en el campo abierto, pero Dios, en su misericordia, la tomó, la hizo crecer y la llenó de bendiciones. La vistió con ropas finas y la adornó con joyas, simbolizando los dones y la gracia que Dios.
Sin embargo, en lugar de permanecer fiel a Dios, Israel confió en su propia belleza y cayó en adulterio espiritual, estableciendo alianzas con naciones y adoptando su idolatrÃa. Jehová describe su conducta como peor que la de Samaria e incluso la de Sodoma—ciudades que fueron destruidas por su perversidad. El pueblo habÃa llegado a tal nivel de maldad que incluso practicaba el sacrificio de niños, ofreciendo a sus propios hijos e hijas a dioses falsos, un acto que Dios condena enfáticamente.
A pesar de todo esto, Jehová promete seguir fiel a su pacto. Restaurará un remanente de su pueblo, no porque lo merezcan, sino por su gracia. Esta restauración encuentra su cumplimiento definitivo en la venida de Cristo, quien trae salvación no solo a Israel, sino a todas las naciones.
El mensaje de Ezequiel 16 es claro: el pecado de Israel habÃa alcanzado un nivel tal que era peor que el de las ciudades más infames, por lo que el juicio era inevitable. Sin embargo, la misericordia de Dios permanece, y Él promete renovar su pacto con aquellos que se arrepienten. Esta es una advertencia para los creyentes de hoy porque la idolatrÃa no está limitada a los tiempos antiguos. Todo aquello que ocupa el lugar de Dios en nuestro corazón puede considerarse un Ãdolo, ya sean posesiones materiales, el éxito mundano o la autosuficiencia.
Ezequiel 17 presenta una parábola que sobre dos águilas, una vid y un cedro. La primera águila representa al rey Nabucodonosor de Babilonia, quien tomó la copa de un cedro (el rey JoaquÃn de Judá) y plantó una vid baja (SedequÃas) en Babilonia. En lugar de fortalecerse bajo la protección de Babilonia, la vid se volvió hacia la segunda águila (Egipto), buscando apoyo y rompiendo su pacto con Babilonia.
Esta parábola hace referencia al rey SedequÃas, quien fue puesto en el trono por Nabucodonosor, pero se rebeló y buscó la ayuda de Egipto. Jehová declara que esta rebelión traerá destrucción—Babilonia castigará a SedequÃas, y ni Egipto ni nadie más podrá salvarlo.
Sin embargo, la parábola no termina con juicio. En los últimos versÃculos, Jehová promete que Él mismo plantará una tierna rama de un cedro y la hará crecer hasta convertirlo en un árbol grande donde las aves de todo tipo hallarán refugio. Esta es una profecÃa sobre la venida del MesÃas, Jesucristo, en quien todas las naciones encontrarán salvación.
Ezequiel 16 y 17 nos ofrecen una advertencia y un mensaje de esperanza. El pueblo de Dios habÃa quebrantado su pacto y merecÃa el juicio, pero aun asÃ, Él extendió su misericordia y prometió una futura restauración a través de Cristo. Hoy estos pasajes nos llaman a examinar nuestro corazón. ¿Estamos confiando en Dios o en el mundo para nuestra seguridad y dirección? ¿Somos fieles a Él, o permitimos que distracciones e Ãdolos ocupen su lugar en nuestras vidas?
Busquemos siempre adorar a Jehová en espÃritu y en verdad, permaneciendo fieles a Él, asà como Él ha sido fiel con nosotros.