


Jueves, marzo 27 – Zacarias 9, 10
1. ¿Con qué palabras profetizó Zacarías el día glorioso de la entrada del Rey a Jerusalén? (Zacarias 9:9)
2. ¿Con qué sangre sería salva Jerusalén (y también la Iglesia)? (Zacarias 9:11)
3. ¿Qué preciosa promesa nos da Dios mediante el profeta, mostrando cuánto valemos para él? (Zacarias 9:16)
4. ¿Qué profecía de Zacarías nos recuerda la promesa del Señor del derramamiento del Espíritu Santo? (Zacarias 10:1)
5. ¿Con qué palabras se amonesta al pueblo de Dios a menospreciar a los “terafines” (figuras de falsos dioses)? (Zacarias 10:2)
6. ¿Con qué reconfortante promesa asegura Dios que traerá de regreso a los suyos? (Zacarias 10:9, 10)
Amados estudiantes, con el ministerio profético de Zacarías estamos ya en la fase final que enmarca el Antiguo Testamento. Zacarías comparte la carga profética con Hageo en el momento crucial cuando los judíos regresan a Jerusalén bajo el amparo de un decreto real que luego es interrumpido por un enemigo del pueblo de Israel como lo fuera el llamado “falso Esmerdis”. Está ya corriendo el último cuarto del siglo V a.C. Más tarde, el decreto de Darío, y luego, el de Artajerjes Longímano, habrían de dar el empujón final para poder levantar el templo y los muros de la ciudad. Las profecías de Zacarías se proyectan al futuro con luces mesiánicas.
En los capítulos 9 y 10 que ocupan nuestra atención hoy, Zacarías destaca cómo Dios defiende a su pueblo. Su visión se proyecta a la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, montado en un pollino hijo de asna, a la usanza de los antiguos reyes de Israel. Los escritores neotestamentarios encontraron en la entrada del Señor a la Ciudad Santa el cumplimiento certero de la profecía de Zacarias más de 550 años antes.
También estos capítulos la lectura de hoy muestra las divinas promesas de victoria y el cuidado protector de Dios. Por supuesto, expuso el profeta, que el pueblo ha de buscar a Dios y no a los ídolos que tanto descarriaron a sus padres, acarreando sobre ellos la derrota y el destierro. Pero así como Dios castigó el pecado en su rebaño, así mismo los salvará y restaurará.
“Así puede suceder ahora. Desechen los cristianos todas las disensiones, y entréguense a Dios para salvar a los perdidos. Pidan con fe la bendición prometida, y ella les vendrá. El derramamiento del Espíritu en los días de los apóstoles fue “la lluvia temprana”, y glorioso fue el resultado. Pero la lluvia tardía será más abundante. ¿Cuál es la promesa hecha a los que viven en estos postreros días? “Volveos a la fortaleza, oh prisioneros de esperanza; hoy también os anunció que os restauraré el doble”. “Pedid a Jehová lluvia en la estación tardía. Jehová hará relámpagos, y os dará lluvia abundante, y hierba verde en el campo a cada uno”. Zacarías 9:12; 10:1. (3 Joyas de los Testimonios 210, 211).
Muy amados, pidamos fervientemente la lluvia del Espíritu Santo. Sin su obra en nosotros no podremos estar listos para la venida del Señor.