


Martes, abril 15 – Lucas 1, Juan 1
1. ¿A quién le escribió Lucas el evangelio que lleva su nombre? (Lucas 1:3).
2. ¿Con qué profeta se comparó la misión de Juan el Bautista? (Lucas 1:17).
3. ¿Con qué frases saludó el ángel Gabriel a María? (Lucas 1:28).
4. ¿Qué dijo Juan cuando vio a Jesús? (Juan 1:29).
5. ¿Qué le dijo Andrés a Pedro sobre Jesús? (Juan 1:41).
Comentario y reflexión:
Lucas, médico e historiador, no fue testigo ocular del ministerio de Jesús, pero investigó con diligencia para escribir un relato ordenado. Su evangelio destaca por ser el más completo, universal y enfocado en marginados, la oración, el Espíritu Santo y las buenas nuevas (Lucas 1:1–4).
Durante el reinado de Herodes, el sacerdote Zacarías fue elegido para ofrecer incienso en el templo. Era una oportunidad única (Lucas 1:9). Mientras oraba, el ángel Gabriel le anunció que tendrían un hijo: Juan. Aunque Zacarías oraba probablemente por el Mesías, Dios le concedió ambas cosas: un hijo que prepararía el camino para Cristo. Su duda le costó quedarse mudo (Lucas 1:18–20). Su incredulidad no canceló la promesa, pero sí su gozo de anunciarla.
Gabriel luego visitó a María en Nazaret y le dio un mensaje extraordinario: concebiría por el Espíritu Santo (Lucas 1:35). Jesús sería grande, Hijo del Altísimo, y su reino no tendría fin (Lucas 1:32–33). María, a diferencia de Zacarías, respondió con fe: “Hágase conmigo conforme a tu palabra” (Lucas 1:38). Esta aceptación nos recuerda que debemos responder con confianza ante las promesas divinas.
Cuando se trata de la concepción virginal tenemos que estar de acuerdo con el análisis de Pablo: grande es el misterio de la piedad (1 Timoteo 3:16). Pero el mensaje de las Escrituras es claro con respecto al nacimiento virginal. No puede haber ninguna duda, se trata de la autoridad de la Palabra de Dios. Tengamos en cuenta lo que dice la Palabra de Dios: “Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios…” Deut. 29:29.
El evangelio de Juan revela quién es Jesús más que lo que hizo. Comienza con una declaración trascendental: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (Juan 1:1). Jesús es eterno, Creador de todo, fuente de vida y luz para la humanidad (Juan 1:3–4). Sin Él, estamos muertos espiritualmente.
Juan el Bautista no era la luz, sino testigo de la luz (Juan 1:6–8). Su misión era preparar el camino y señalar al Mesías. “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). Esta frase encapsula el propósito redentor de Jesús. Él es el cumplimiento del cordero pascual, el sacrificio perfecto (Éxodo 12; Isaías 53).
Juan también afirma: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros… lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14). Esta declaración muestra que Dios vino a morar con su pueblo, como lo hizo en el tabernáculo (Éxodo 40:34). Jesús reveló la gloria divina en forma humana, accesible, comprensible y llena de amor.
Jesús asumió la naturaleza humana para salvar el abismo entre la tierra y el cielo que había ocasionado en pecado. Dice la sierva de Dios: “Cristo es la escalera que Jacob vio, cuya base descansaba en la tierra y cuya cima llegaba a la puerta del cielo, hasta el mismo umbral de la gloria. Si esa escalera no hubiese llegado a la tierra, y le hubiese faltado un solo peldaño, habríamos estado perdidos. Pero Cristo nos alcanza donde estamos.” DTG 278
Asumir nuestra naturaleza era requisito para poder ser nuestro Sumo Sacerdote: “Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo.” Hebreos 2:17. Pongamos énfasis en “semejante”, que no lo mismo que “igual”. Jesús tomó la naturaleza humana debilitada por los efectos milenarios del pecado, pero sin su contaminación. Jesús era el Hijo de Dios. Dijo Gabriel a Maria: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que va a nacer será llamado Hijo de Dios.” (Lucas 1:35).
Dice Juan que en Jesús se conjugaron perfectamente la gracia y la verdad. “Estas dos ideas deberían permanecer en nuestra mente y dirigir nuestras vidas. Dios es gracia, y verdad. No una sin la otra. No la otra separada de la una, en su gobierno no puede haber una disminución de los sencillos y severos estándares de la Verdad; y no hay desviación del propósito y la pasión de la Gracia.” (Morgan)
Lucas y Juan presentan un Salvador poderoso, cercano y divino. Lucas nos muestra su entrada milagrosa al mundo, y Juan su naturaleza eterna y su misión redentora. Ambos nos llaman a confiar en sus promesas, recibirlo con fe y vivir como hijos de Dios.
“La gracia sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo con amor inalterable. Amén.” (Efesios 6:24)
Pastor Héctor de Armas