


Jueves, abril17 – Mateo 3, Marcos 1
1. ¿Estoy dispuesto a obedecer a Dios, incluso cuando Su plan no es claro o requiere humildad y entrega? (Mateo 3:15; Filipenses 2:5-8)
2. ¿Estoy viviendo activamente una vida de arrepentimiento, apartándome del pecado y alineándome con la voluntad de Dios? (Mateo 3:2; Marcos 1:15)
3. ¿Me cuesta ser humilde y la obedecer cuando Dios me llama a hacer algo fuera de mi zona de comodidad? (Mateo 3:15; Filipenses 2:5-8)
Mateo 3 y Marcos 1 introducen el ministerio público de Jesús, destacando el llamado de Juan el Bautista al arrepentimiento, el bautismo de Jesús y el anuncio del Reino de Dios. Estos pasajes subrayan la renovación espiritual, la identificación de Jesús con la humanidad y su obediencia a la voluntad divina. Aunque sin pecado, Jesús fue bautizado para “cumplir toda justicia” (Mateo 3:15), afirmando el ministerio de Juan, identificándose con los pecadores y prefigurando su muerte y resurrección (2 Corintios 5:21). Dios Padre entonces confirmó su identidad, declarando: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17), confirmándolo como el Rey mesiánico (Salmo 2:7) y el Siervo Sufriente (Isaías 42:1).
El arrepentimiento es un tema central en ambos pasajes. El llamado de Juan, “Arrepentíos, porque el Reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 3:2), fue repetido por Jesús (Marcos 1:15). El verdadero arrepentimiento va más allá del remordimiento; implica un giro activo desde el pecado y una alineación con la voluntad de Dios. Significa examinar regularmente nuestro corazón, rechazar la amargura, fortalecer la vida de oración y permanecer fieles. Es una necesidad diaria en la vida cristiana (1 Juan 1:9) que lleva a la transformación, crecimiento espiritual y una vida de integridad.
El bautismo de Jesús ejemplifica humildad y obediencia. Aunque sin pecado, se sometió a un acto destinado a los pecadores, enseñando que la obediencia muchas veces requiere que uno se rinda (Filipenses 2:5-8). Como creyentes, debemos confiar en el plan de Dios, aun cuando no lo entendamos completamente, perdonando, sirviendo y eligiendo ser íntegros. Esta obediencia ofrece crecimiento espiritual y fe profunda.
La afirmación de Dios: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17), nos recuerda que nuestro valor no depende de lo que producimos, sino de nuestra relación con Él. En un mundo impulsado por el logro y la aprobación, esta verdad brinda paz y confianza. Cuando luchamos con la duda, el fracaso o el rechazo, podemos descansar en la seguridad de que Dios nos ama incondicionalmente y se deleita en nosotros como sus hijos (Juan 1:12).
Estos pasajes también enfatizan la urgencia de compartir el evangelio. Así como Juan preparó el camino para Cristo, nosotros estamos llamados a reflejar a Jesús a través de nuestras palabras, acciones y relaciones, preparando corazones para Su regreso. La evangelización y el discipulado no son opcionales, sino centrales en la vida cristiana. El llamado al arrepentimiento y a la fe debe compartirse con urgencia y compasión, tanto con palabras como con el testimonio de una vida transformada. Esto puede significar orar por un amigo que lucha, compartir un pasaje bíblico alentador o simplemente vivir de tal manera que otros se sientan atraídos a nuestra fe.
Estos pasajes desafían a los creyentes a examinar su caminar con Cristo, vivir en sumisión a la voluntad de Dios y guiar activamente a otros al mensaje de salvación. En términos prácticos, estas verdades nos impulsan a reflexionar sobre nuestro andar con Cristo. Aplicar estas lecciones a diario significa comprometernos con el crecimiento personal, confiar en el plan de Dios, abrazar su amor y apuntar intencionalmente a otros hacia Cristo. Al caminar en arrepentimiento, humildad y obediencia, experimentamos la plenitud del propósito de Dios para nuestras vidas, acercándonos más a Él y guiando a otros hacia su luz.
Que camines cada día en arrepentimiento, abrazando la transformación que Dios desea para tu vida. Que encuentres fortaleza en la humildad y confianza en su plan perfecto, sabiendo que la obediencia lleva a una mayor profundidad espiritual. Que descanses en la certeza del amor de Dios, con la confianza de que Él se deleita en ti como su hijo. Y que compartas con valentía el evangelio, preparando corazones para recibir el mensaje de salvación.
Mi oración: Padre celestial, te damos gracias por tu Palabra. Enséñanos a caminar en verdadero arrepentimiento, dando fruto que refleje tu presencia. Fortalécenos en tiempos de tentación y ayúdanos a responder a tu llamado con urgencia, siguiéndote con todo el corazón. Que vivamos como testigos fieles de tu Reino. En el nombre de Jesús, amén.