


Viernes, agosto 1 – Hebreos 7, 8
1. ¿Qué significa Melquisedec y cómo viene a ser un tipo de Cristo? (Hebreos 7:1-2)
2. ¿Por qué el sacerdocio de Cristo era superior y más eficaz que el levítico? (Hebreos 7:20-28)
3. ¿En qué sentido el Nuevo Pacto es superior al viejo? (Hebreos 8:1-7)
4. ¿Cuáles son las promesas superiores del Nuevo Pacto? (Hebreos 8:8-13)
La epístola a los Hebreos nos ofrece una detallada teología del plan perfecto de Dios para salvar al hombre. Lo hizo a través de la mayor revelación de su amor, en la persona de su Hijo Cristo Jesús. Desde el capítulo 1 al 8, hemos visto la superioridad de Cristo sobre los ángeles, sobre Moisés y Josué, sobre el sacerdocio aarónico y sobre el viejo pacto.
En el capítulo 7 se destaca el sacerdocio de Melquisedec como superior al levítico. Su nombre es uno compuesto en hebreo: Malki-sedecq (Mi Rey de Justicia). Su nacimiento se ubica en el siglo XVIII a. C., según el calendario juliano. Murió en el siglo XVII a. C. La tradición identifica a Salem con Jerusalén.
En cuanto a este personaje, algunos han concluido que Melquisedec era Cristo en el Antiguo Testamento. Creo que esto es especulación ya que habría que establecer que Jesús tuvo dos encarnaciones.
Melquisedec fue un ser humano como lo fue el patriarca Abraham. Dios lo escogió para ser un tipo del anti típico Sumo Sacerdote perfecto: Jesús.
La declaración del verso 3: “sin padre, sin madre, sin genealogía; que no tiene principio, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre”, no implica que él fuera eterno. Su sacerdocio permanece para siempre en la persona de Jesús. En síntesis, de Melquisedec no se tiene registro genealógico.
Melquisedec salió para bendecir a Abraham y recibió sus diezmos. Como dice el apóstol, esto lo hace superior a Abraham. En los versos 1 y 2 se lo identifica como Rey de Salem (Rey de Paz) y Rey de Justicia. Estas características apuntan al verdadero Rey de Paz y Rey de Justicia, Jesús.
Siendo que Jesús no era descendiente de la tribu de Leví sino de Judá, su sacerdocio supremo fue delegado por el mismo Dios (v. 16). El apóstol concluye que esto sucedió para que, llegado el tiempo, se sustituyera el sistema sacerdotal levítico por su debilidad e ineficacia (v. 18).
Demos gracias a Dios porque Jesús es fiador de un mejor pacto. Diferente a los sacerdotes levíticos, Jesús permanece para siempre. El verso 25 nos asegura una salvación perpetua, si a través de Él nos acercamos a Dios.
La Hna. White nos consuela diciéndonos que, aunque el Santuario Celestial y nuestro Sumo Sacerdote ahora son invisibles a nuestros ojos, esto no significa pérdida, porque:
“Mientras Jesús ministra en el santuario celestial, es siempre por su Espíritu que él ministra a su iglesia en la tierra… Aunque delega su poder a ministros inferiores, su presencia vivificadora está todavía con su iglesia.” (DTG, p. 138)
Ahora Pablo recalca el punto principal de lo dicho hasta aquí: “tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos.” (Hebreos 8:1-5)
Otra vez aquí se recalca la superioridad del Nuevo Pacto sobre el antiguo. La razón inequívoca que el apóstol plantea es que este Nuevo Pacto está fundamentado sobre mejores promesas. (vv. 6-13)
El argumento de Pablo es que los hebreos pasaron por alto que Dios les había prometido que haría con toda la casa de Israel un nuevo pacto. La causa para que Dios elaborara este nuevo pacto es porque los judíos no cumplieron con las estipulaciones y expectativas del antiguo pacto. En Jeremías 31 se describen las características de este Nuevo Pacto: “Pondré mis leyes en sus mentes, y sobre su corazón las escribiré.”
Si hacemos una aplicación de este Nuevo Pacto en la vida de cada cristiano del Israel espiritual, este se describe como un proceso de transformación en nosotros. Veamos cómo la Sra. White sintetiza este proceso:
“La luz que resplandece de la cruz revela el amor de Dios. Su amor nos atrae a él. Si no resistimos esta atracción, seremos conducidos al pie de la cruz arrepentidos por los pecados que crucificaron al Salvador.
Entonces el Espíritu de Dios produce por medio de la fe una nueva vida en el alma. Los pensamientos y los deseos se sujetan en obediencia a la voluntad de Cristo. El corazón y la mente son creados de nuevo a la imagen de Aquel que obra en nosotros para someter todas las cosas a sí. Entonces la ley de Dios queda escrita en la mente y el corazón.” (DTG, p. 147)
Expresemos continuamente nuestra gratitud a Dios porque, a través de Cristo, podemos participar de las bendiciones del Nuevo Pacto hecho por Dios con su Pueblo. Aferrémonos de nuestro gran Sumo Sacerdote y Mediador, Cristo Jesús.
Que el cuidado providencial de Dios nos acompañe a lo largo de este día.