


Sábado, abril 26 – Lucas 11, Mateo 12
1. ¿Qué enseña Jesús sobre la oración en Lucas 11?
2. ¿Cómo podemos aplicar la enseñanza del Padre Nuestro en nuestra vida diaria? (Lucas 11:1-13)
3. ¿Por qué algunos acusaron a Jesús de echar fuera demonios por el poder de Beelzebú?
4. ¿Qué nos enseña esto sobre la dureza del corazón? (Lucas 11:14-26, Mateo 12:22-30)
5. ¿Qué significa ser bienaventurado según Jesús dijo en Lucas 11:27-28?
6. ¿Cómo se relaciona la señal de Jonás con la incredulidad de la generación de Jesús? (Lucas 11:29-32, Mateo 12:38-42)
7. ¿Cómo describe Jesús la verdadera familia de Dios en Mateo 12:46-50?
8. ¿Cómo podemos vivir como hermanos y hermanas en Cristo?
Jesús nos presenta verdades profundas en estos capÃtulos. Primero, nos enseña a orar con confianza y persistencia en Lucas 11:1-13. Nos recuerda que Dios es un Padre bueno que responde a nuestras oraciones y nos da el EspÃritu Santo si lo pedimos. La oración no es solo pedir, sino confiar en el corazón amoroso de Dios.
En Lucas 11:14-26 y Mateo 12:22-30, Jesús confronta la incredulidad de los fariseos, quienes lo acusan de actuar con el poder de Beelzebú. Jesús responde con una lógica irrefutable: un reino dividido no puede prevalecer. Esto nos advierte sobre la dureza del corazón y la importancia de discernir la obra de Dios en nuestras vidas.
Jesús también nos habla sobre la verdadera bienaventuranza. En Lucas 11:27-28 una mujer exalta a MarÃa por haber dado a luz a Jesús, pero Él responde que la verdadera bendición está en escuchar y obedecer la Palabra de Dios. No se trata de la cercanÃa de sangre, sino de la obediencia y la fidelidad a su enseñanza.
El pasaje de la señal de Jonás en Lucas 11:29-32 y Mateo 12:38-42 nos recuerda que la generación de Jesús demandaba señales, pero ignoraba la mayor de todas: la presencia misma del Hijo de Dios. Jesús se compara con Jonás y Salomón, mostrando que Él es mayor que ambos. Esto nos desafÃa a responder con fe a su mensaje.
Finalmente, en Mateo 12:46-50, Jesús redefine la familia. No se trata solo de lazos de sangre, sino de aquellos que hacen la voluntad de Dios. Somos llamados a vivir en comunidad, como hermanos y hermanas en Cristo, fortaleciendo nuestra fe y apoyándonos unos a otros.
Mi oración: “Padre celestial, enséñame a orar con confianza y fe. Que pueda reconocer tu obra en mi vida y obedecer tu Palabra con un corazón sincero. Ayúdame a vivir como parte de tu familia, amando y sirviendo a mis hermanos en Cristo. En el nombre de Jesús, Amén.”