


Jueves, agosto 14 – Apocalipsis 5, 6
1. ¿Qué tenía el que estaba sentado en el trono en su mano derecha? (Apocalipsis 5:1)
2. Al abrir el Cordero el primer sello del rollo, ¿qué apareció? (Apocalipsis 6:1, 2)
3. ¿Qué tenía el jinete de ese tercer caballo en la mano y qué decía? (Apocalipsis 6:6)
Los capítulos 4 y 5 son concurrentes; no puede estudiarse uno separado del otro. El capítulo 5 es una perfecta representación de la llegada de Jesús, después de su ascensión para ocupar el lugar de honor, a la derecha del trono de su Padre, tal como fue planeado y prometido.
En el capítulo 5 nota que el Cordero estaba con señales de heridas frescas, por haber sido inmolado. Por supuesto, 40 días antes había recibido sus heridas en la cruz. Pero, aunque había sido sacrificado, ¡Estaba en pie sobre el trono! Quiere decir que, aunque estuvo muerto, vive por los siglos de los siglos, ¡Amén!
El Cordero tiene siete cuernos y siete ojos. El número siete es símbolo de perfección, de plenitud. Tiene la perfección del poder, de la fuerza. Ya no podrán clavarlo en la cruz nunca más. Los siete ojos representan la Omnividencia, la Omnipresencia que a través del Espíritu Santo habría de guiar y proteger a su iglesia. Es por eso que el texto dice que son “los siete espíritus de Dios” que ya fueron representados por las siete lámparas ante el trono.
Tan pronto la ceremonia de entronización culminara en aquel Congreso Celestial de diez días, después que Cristo fuera glorificado, el Espíritu Santo partiría en su exclusiva misión de capacitar a la naciente iglesia en el día del Pentecostés. Aunque Jesús quedaría ahora como nuestro único Sumo Sacerdote en el Santuario Celestial, sus “siete ojos” simbólicos estarían supervisando, cuidando a su iglesia siempre, hasta la segunda venida del Señor.
La impresionante escena celestial del capítulo 5 culmina con una explosiva antífona de adoración de los circunstantes ante el trono, dando gloria y honor al Cordero que fue inmolado porque él es el único capaz de romper los siete sellos y abrir el libro que había sido sellado desde los días de Daniel profeta (Daniel 12:4). Ya había llegado la hora de abrir el libro que revelaría los últimos eventos de la historia humana. (leer Apocalipsis 5:7-14).
Sobre Apocalipsis 6 dice el Comentario Bíblico Adventista: “Los adventistas del séptimo día en general han sostenido que el primer caballo representa a la iglesia de la era apostólica”. (Comentario Bíblico Adventista, Apocalipsis 6:2). No nos costaría esfuerzo para darnos cuenta que el jinete no es otro que Cristo mismo. El período de la historia es similar al de la iglesia de Éfeso (Apocalipsis 2:1-7), del 31 – 100 d.C).
El segundo caballo de color de sangre, puede representar el terrible período de persecución que sufrió la iglesia del 100 – 313 d.C. correspondiendo al mismo período de la iglesia de Esmirna, cuando los cristianos fueron arrojados al Coliseo romano sin piedad.
“Si es caballo blanco simbolizaba victoria y pureza, puede considerarse que el caballo negro indica derrota, o que su color simboliza una mayor corrupción de la fe”. (CBA, Apocalipsis 6:5). Este período fue el que correspondió a la corrupción a causa del cese de la persecución y que la iglesia pasó a ser la religión oficial del estado. Fue el tiempo cuando falsas doctrinas contaminaron la sana enseñanza de los apóstoles. Como la etapa de la iglesia de Pérgamo, este período corrió del 313 – 538 d.C.
Con la llegada del caballo amarillo entró una etapa de nueva persecución. La primera fue infligida por la Roma pagana, ahora, por la Roma papal. Es por eso que “la muerte y el Hades” les seguía. Corresponde al período de la iglesia de Tiatira (538-1517) cuando después de la oscuridad espiritual y la ignorancia de las Escrituras, por la sumisión del clero, el pueblo no podía leer la Biblia por sí mismo, triunfa el protestantismo y la luz de la verdad bíblica ilumina la conciencia de la gente.
Al quinto sello debe ser estudiado con detenimiento. Ya los cuatro caballos con sus jinetes han pasado. Pero aparece una escena impresionante con las almas de los mártires de la fe, clamando por justicia divina. Bien sabemos nosotros que los muertos no pueden clamar; ellos “nada saben” (Eclesiastés 9:5, 6). Hoy día, cuántos se preguntas la razón por la que Dios parece pasar por alto los sufrimientos de los suyos.
Hay muchas cosas que no sabemos responder, pero de algo sí podemos estar seguros, todo tiene su tiempo en el plan de Dios.
Al abrirse el sexto sello, ocurren los acontecimientos finales que mezclan los períodos de Sardis, Filadelfia y Laodicea (1517 – el fin). Muestra las señales claras predichas por Joel y Jesús: El gran terremoto (Lisboa, 1755), El oscurecimiento del Sol (1780), la lluvia de las estrellas (1833), y se extiende a escenas futuras relacionadas con la segunda venida de Cristo, cuando el “cielo se desvaneció como un pergamino, y toda isla se removió de su lugar”. En esa ocasión los orgullosos grandes de la tierra rogarán a las peñas y a las rocas que caigan sobre ellos y los escondan del rostro de Aquel que está sentado sobre el trono y de la ira del Cordero”.
Es hora ya de prepararnos para ese día, pues que estamos viviendo en ese último período de la historia. ¡Cristo viene pronto! ¡Maranata!