


Viernes, agosto 8 – Judas, 1 Juan 1
1. Según 1 Juan 1:1-4, ¿cuál es el propósito de Juan al declarar que ha visto, oído y tocado al Verbo de vida?
2. En la carta de Judas, ¿qué enseñanzas falsas predicaban los falsos maestros que estaban afectando a la iglesia? (Judas 1:4)
3. ¿Qué asegura Juan que sucede si confesamos nuestros pecados, según 1 Juan 1:9?
Durante siglos la iglesia ha sido asediada por una plaga por falsas enseñanzas. A través de estas herejías, Satanás ha tergiversado el evangelio de Jesús. El autor, Juan, escribe esta carta no siguiendo la forma epistolar común. Lo hace en forma de un sermón. Aquí veremos cómo sus exposiciones y exhortaciones se alternan no con una teología impersonal, sino con un toque personal y afectivo: los llama: “hijitos míos”. Sus tres temas principales que desarrolla son: La liberación del pecado, el amor fraternal y la naturaleza de la verdadera fe.
Aunque esta carta no nombra específicamente a su autor, muchos eruditos sostienen que Juan, hijo de Zebedeo, el discípulo a quien Jesús amaba, fue su autor. Se han identificado unas quince similitudes entre esta epístola y el evangelio de Juan.
En su introducción de 1 Juan, el apóstol valida su ministerio al afirmar que fue testigo ocular de los hechos del Verbo de Vida, Jesús. Él no sólo lo vio, sino que lo palpó con sus propias manos, escuchó sus palabras. Juan desea que sus lectores conozcan la vida eterna como se manifestó en Jesús. El objetivo es para que ellos tuvieran comunión (Koinonía) con los hermanos unidos al Padre y al Hijo. El resultado de esa comunión será la limpieza de los pecados. Esta verdad traerá un gozo completo.
Juan enfatiza la importancia de la confianza y el andar en la luz. El apóstol nos asegura que el mensaje que comparte con los creyentes no proviene de él, sino de Jesús mismo. La gran verdad recibida es que Dios es luz. Si andamos en su luz, las tinieblas del engaño y las herejías no prevalecerán contra nosotros. Tanto Juan como Pedro, Pablo y Judas le hicieron frente con la luz y la verdad de Jesús a la perniciosa herejía del gnosticismo prevalente en su tiempo y que estaba penetrando la iglesia mezclando el paganismo griego con el cristianismo.
En los versos 6 y 8 Juan llama la atención a dos errores propagados por los gnósticos: Primero, pretender que uno tiene comunión con Dios aunque esté practicando el pecado (v. 6). En segundo lugar, estaban aquellos que pretendían ser tan “castos” que no pecaban y ni siquiera tenían tendencia a pecar (v.8). No olvidemos que aun después de nuestra conversión, todavía los cristianos somos susceptibles a pecar. Por lo tanto, todavía necesitamos ser limpiados.
Un buen número de cristianos cayeron aceptando falsas doctrinas que tergiversaban el evangelio puro de nuestro Señor. Ambas, las epístolas de Juan y de Judas tienen el objetivo de advertir a los creyentes para que no se dejen engañar por los falsos maestros.
En cuanto a la autoría de la carta de Judas, la única información que tenemos la encontramos en el primer versículo: “Judas, siervo de Jesucristo, y hermano de Jacobo (Santiago)”. Es obvio que este Judas no pertenecía al círculo de los apóstoles. De hecho, en el verso 17 él se distingue de ellos. En cuanto a Jacobo, este debió haber sido una figura prominente entre los creyentes. Recordamos que él presidió el primer concilio de Jerusalén (Hechos 15). Probablemente este Jacobo es el hermano del Señor Jesús (Mateo 13:55). Al igual que Santiago, Judas se identifica como “siervo de Jesucristo”. Como sucedió con otros hermanos de Jesús, Judas no lo siguió durante su ministerio, pero lo aceptó después de su resurrección (Hechos 1:13).
Después de su saludo introductorio, Judas advierte a los hermanos en contra de los falsos maestros y sus falsas doctrinas gnósticas que predicaban un libertinaje basado en la gracia de Dios. Decían que nuestra vida espiritual interior no podía ser contaminada por el pecado, así que podían dar rienda suelta a sus pasiones. Con estas herejías negaban al Dios y Padre y a Jesucristo nuestro Señor.
Judas presenta las características y el fin de los falsos maestros. Indica que serán juzgados y sentenciados con las mismas consecuencias que corrieron Sodoma y Gomorra, las cuales sufrieron el castigo del fuego eterno (v.7). Para los que sostienen que hay un infierno eterno para los impíos, este mismo versículo contradice tal enseñanza porque la expresión “fuego eterno” no significa inextinguible, sino que no se apaga hasta que haya completado su obra destructiva. De hecho, Sodoma y Gomorra actualmente no están ardiendo; éstas fueron destruidas para siempre.
De pronto Judas se remonta a un momento en el A.T. cuando Jesús o Miguel disputaba con el diablo por el cuerpo de Moisés, y Judas indica que Jesús no profirió juicio de condenación contra él, sino que dijo: “El Señor te reprenda”. ¿Por qué no lo hizo Jesús? Elena White comenta: “El mismo Cristo, cuando contendía con Satanás sobre el cuerpo de Moisés, ‘no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él’. Si lo hubiera hecho, le habría dado una ventaja a Satanás, porque las acusaciones son armas del diablo… Jesús no empleó ninguno de los métodos de Satanás. Le respondió con las palabras: ‘El Señor te reprenda’.” (DMJ, 52)
Demos gracias a Dios por estas dos epístolas inspiradas. Están salpicadas del carácter amoroso de Juan y las exhortaciones de Judas para que no sucumbamos a las falsas enseñanzas y engaños del enemigo.
Que el buen Dios de los cielos nos bendiga y nos guarde en este día.