


Viernes, febrero 28 – Ezequiel 26, 27
1. ¿Cómo se burlaba Tiro de la desgracia de Jerusalén? (Ezequiel 26:2)
2. ¿Cuál fue la respuesta del Señor ante su actitud? (Ezequiel 26:3)
3. ¿Quién fue el agente de Dios para la destrucción de Tiro? (Ezequiel 26:7)
4. ¿Con cuántas naciones comercializaba Tiro? (Ezequiel 27:12-24)
Vemos, como estudiamos ayer, que las profecías de Ezequiel contra las naciones circundantes de Israel en tiempos del profeta Ezequiel van del capítulo 25-32. Después de los reinos Amonitas, Moabitas, Edomitas y Filisteos, los siguientes dos capítulos (26 y 27) se concentran en el reino de Tiro y posteriormente de Sidón. La predicción de la ruina de Tiro fue en el año décimo primero de la cautividad del rey Joacim a Babilonia entre el 587-586 a.C.
Tiro fue una ciudad muy comercial y poderosa. Se caracterizaba por tener una gran flota mercante que surcaba el Mar Mediterráneo hasta lugares muy remotos como África, Tarsis y probablemente hasta Gran Bretaña. En Tiro había una clase artesanal muy diestra. Los Tirios hablaban una lengua semítica. Su principal deidad era Baal Melkarth. Ellos adoraban otros dioses como Ashtoreth.
Es claro que los Tirios manifestaban una actitud de enemistad hacia Jerusalén por su ubicación privilegiada favorable en las rutas comerciales. Tiro se sentía gozosa por la caída de Jerusalén ya que así monopolizarían las transacciones comerciales de la región. Por ese comportamiento hacia la capital de Israel, desde los días de Isaías, Dios había profetizado su quebrantamiento (Isaías 23). Aquí el profeta anticipa que Tiro sería atacada y devastada por un número de naciones como Persia, Babilonia y Grecia. Alejandro Magno la atacó hasta dejarla deshabitada afectando así su industria mercante y de pescadería. La dejaría como una piedra lisa, sus muros fueron destruidos. (vv. 4-6)
Nabucodonosor sería el instrumento de castigo contra Tiro. Al igual que Daniel, se lo describe como rey de reyes. El rey caldeo sólo pudo destruir la parte de Tiro que se encontraba en tierra firme, no así la parte isleña del reino. En fin, la sentencia del Señor era que del norte vendría Nabucodonosor y arrasaría la tierra de los tirios. Tiro no sería más reedificada.
La desolación tanto de Tiro como de Babilonia eventualmente fue anticipada por los profetas del Antiguo Testamento como Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel. Por inspiración divina, encontramos que en el Apocalipsis Juan toma prestadas muchas de las imágenes y símbolos aplicados a la caída de la Babilonia literal, y en este caso de Tiro, para profetizar la caída de la Babilonia espiritual del tiempo del fin. Un ejemplo de esto lo podemos ver en Ezequiel 26-28, que tiene su cumplimiento en Apocalipsis 17 y 18. Les invito a que hagan el ejercicio comparando dichos capítulos como también Jeremías 51.
Lo mismo lo podemos encontrar en Jeremías 51:8 y Apoc. 14:8 y 18:2. Estos son solo pocos ejemplos de cómo las profecías hacia esas naciones anticipan el destino final de la Babilonia espiritual de los últimos días.
En el capítulo 27 se continúa abundando sobre Tiro. Aquí la profecía se presenta en forma de un lamento en el que primero se describe la hermosura y riqueza de Tiro, de qué ejércitos dependía, su comercio, y su eventual ruina. El Señor, por medio del profeta le recuerda la posición privilegiada en que se encontraba ubicada Tiro; su próspera empresa marítima. La compara con una hermosa nave construida con las mejores maderas del Líbano y el monte Hermón. Ante tal esplendor, Tiro se decía así misma: “Yo soy de perfecta hermosura”. Esta es una actitud muy humana cuando nos comparamos con otras personas menos favorecidas. Esto nos lleva a creernos superiores a los demás. A Dios le desagrada que nos alabemos por nuestros logros, belleza y éxitos. Como dice Salomón: “Alábete el extraño y no tú” (Prov. 27:2).
No nos sorprende que Tiro y su rey sean tomados como símbolo del gran rebelde que al verse lleno de hermosura pensó que podía rivalizar con Dios. El resultado lo tenemos en la gran controversia entre el bien y el mal.
Finalmente, los mercaderes del mundo se lamentarán por la pérdida de esa nave hermosa que era Tiro. En los versos del 32-36 encontramos un himno fúnebre en memoria de lo que fue una impresionante ciudad y un reino que, por su arrogancia, desapareció para no levantarse más.
De la endecha o lamento acerca de Tiro aprendemos, que el orgullo y la jactancia nunca rinden buenos dividendos. Lo mismo le sucederá a Babilonia la grande, que junto a su caudillo Satanás, dejarán de ser.
Dios nos ayude a seguir el máximo ejemplo de humildad de nuestro Señor Jesús, el manso y humilde de corazón.