


Viernes, febrero 7 – Jeremías 42, 43
1. ¿Qué petición hicieron los líderes del remanente a Jeremías y ¿qué prometieron hacer con la respuesta del Profeta? (Jeremías 42:1-3)
2. ¿Cómo reaccionaron los líderes ante la respuesta de Dios a través de Jeremías? (Jeremías 43:1-7)
3. ¿Cómo reiteró Dios su mensaje de castigo a los rebeldes por no haber obedecido su palabra? (Jeremías 43:8-13)
Comentario y reflexión:
Después de que la mayoría del reino de Judá fue llevado cautivo a Babilonia en el año 605 a. C. Nabucodonosor dejó un reducto o remanente en Judá compuesto mayormente por pobres y agricultores. Un grupo de insurrectos contra Nabucodonosor, que había dejado como rey en Judá a Gedalías, lo mataron e hicieron planes de refugiarse en Egipto por temor a Nabucodonosor. Este es el contexto de los eventos de lo que narran estos capítulos. Generalmente, los remanentes en el Antiguo Testamento lo constituían personas fieles al Señor. Veamos aquí un remanente que se salió de la norma.
Al estudiar estos capítulos de Jeremías no dejo de asombrarme de la testarudez de los judíos. Pienso que el pecado de rebeldía daña las neuronas cerebrales y embrutece al ser humano mientras se hunde en la rebelión y la maldad. La hipocresía de los líderes judíos y todo el pueblo venía camuflada con una apariencia de piedad y deseo de seguir la voluntad de Dios. Me imagino que el mismo Jeremías quedaría impresionado con ese pedido que parecía sincero: “Acepta ahora nuestro ruego delante de ti, y ruega por nosotros a Jehová tu Dios por todo este resto (pues de muchos hemos quedado unos pocos, como nos ven tus ojos, para que Jehová tu Dios nos enseñe el camino por donde vayamos, y lo que hemos de hacer” (vv. 2 y 3).
Ante la buena disposición de Jeremías de ir a consultar a Jehová, ellos contestaron sin rodeos: “Jehová sea entre nosotros testigo de la verdad y de la lealtad, si no hiciéramos conforme a todo aquello para lo cual Jehová tu Dios te enviaré a nosotros”. (vv.5,6)
Con esa blasfemia ellos mismos pronunciaron su propia sentencia. Invocar a Dios como testigo para luego desobedecer tan claramente, es el mayor insulto de un mortal contra Dios. La falsa promesa hecha ante el Señor duró diez días. Muy bien comenta al respecto el CBA: “Este período tuvo que haber sido una evidencia para el pueblo de que Jeremías no le daba una respuesta suya, sino la que había recibido de Dios después de mucha oración y meditación”. CBA, Jeremías 42:7
El Señor le propuso al pueblo que, si obedecían su voz, y permanecían en Judá, Él los “edificaría, y no los destruiría” (v.10). Esta es una reafirmación del propósito de Dios para con su pueblo. Como lo demuestra tanto Jeremías, y como nos insta el apóstol Pablo, debemos “orar sin cesar¨, meditando y esperando la respuesta de Dios a nuestras oraciones.
La última expresión del Señor al remanente podría sonar un tanto contradictoria cuando dice: “porque estoy arrepentido del mal que os he hecho”. Esto debemos entenderlo a la luz del contexto de una promesa, parafraseando: “si permanecen en Judá les irá bien, pero si deciden irse a Egipto, por encima de mi palabra, mis propósitos y planes para con ustedes cambiarán.” Números 23:19 es claro que “Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?”
Triste y lamentablemente, Johanán y todo el pueblo consideraban que Egipto era una tierra más promisoria que Judá con toda su escasez debido a la invasión babilónica. En ese entonces, Egipto era el granero del cercano oriente, y sus abundantes cosechas significarían un contraste agradable y muy deseado frente a la situación de hambre que los “pocos” (vers. 2) estaban experimentando.
Debemos aprender la lección para no caer en el mismo error del pueblo judío que esperaba, como lo había hecho Balaam (Núm. 22: 20), que el Señor apoyara lo que ellos deseaban hacer. Siempre debemos tener cuidado al tomar las grandes decisiones de nuestra vida.
En Jeremías 43 vemos cómo la soberbia y la terquedad de estos líderes llega a su máxima expresión cuando Johanán y los hombres de guerra rechazan tajantemente las palabras de Dios a través de Jeremías. Lo acusan de mentiroso porque, según ellos, Dios no le había dado ese mensaje. No hay mayor sordo que el que no quiere oír. En desafío abierto contra Dios, tomaron a todo el pueblo, incluso a Jeremías y a Baruch, y se fueron a Egipto.
¡Cuán triste es la historia de aquellos pocos judíos que quedaron en Judá, y que desoyeron la palabra de Dios a través de Jeremías! Ojalá que nosotros al presentar nuestras oraciones y peticiones a Dios no lo hagamos como aquellos judíos que querían imponerle sus agendas a Dios. Oremos con humildad sometiéndonos a la voluntad de nuestro Padre Celestial.
Bendiciones para todos.