


Domingo, julio 27 – 1 Pedro 2, 3
1. ¿Qué son los que son de Cristo? (1 Pedro 2:9)
2. ¿En qué consistía el ruego de Pedro? (1 Pedro 2:11)
3. ¿Cómo respondes la pregunta del verso 20? (1 Pedro 2:20)
4. ¿Para qué fuimos llamados? (1 Pedro 2:21)
Estos dos capítulos son muy interesantes. Vamos a mirar algunos temas para que nos dé más curiosidad y deseo de estudiar todo el texto, el cual les recomiendo que lean completo. Comparto con ustedes algunas citas para complementar la lectura.
“Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma.” (1 Pedro 2:11)
Muchos consideran que este versículo es sólo una amonestación contra la conducta licenciosa, pero tiene un sentido más amplio. Prohíbe toda complacencia perjudicial del apetito o la pasión. Todo apetito pervertido se transforma en concupiscencia. Recibimos el apetito con un buen propósito, no para que se convierta en ministro de muerte al pervertirse, y degenerar de ese modo en “deseos carnales que batallan contra el alma.”
La amonestación de Pedro es una advertencia bien directa y enérgica contra el empleo de estimulantes y narcóticos.
“La fuerza de la tentación a complacer el apetito puede comprenderse únicamente cuando se recuerda la indecible angustia de nuestro Redentor durante su prolongado ayuno en el desierto. Cristo sabía que la complacencia del apetito pervertido entorpecería tanto las facultades perceptivas del hombre, que éste no podría discernir las cosas sagradas. Adán cayó por la satisfacción del apetito; Cristo venció por la negación del apetito; y nuestra única esperanza de recobrar el Edén consiste en mantenernos firmes en el dominio propio.” — Maranata: El Señor Viene, p. 62
“La Biblia nos enseña la modestia en el vestir. ‘Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia’ (1 Timoteo 2:9). Este pasaje prohíbe la ostentación en el vestir, los colores chillones, los adornos profusos. Todo medio destinado a llamar la atención hacia la persona así vestida, o a despertar la admiración, queda excluido de la modesta indumentaria prescrita por la Palabra de Dios.” — El Ministerio de Curación, p. 287
“Dios, que creó todo lo amable y hermoso para que los ojos pudieran reposar, es amante de la belleza. Os muestra cuánto estima la verdadera hermosura. El adorno de un espíritu humilde y tranquilo es de gran valor a su vista.” — Testimonios para la Iglesia, tomo 3, p. 376
“De cuán poco valor son el oro o las perlas o los atavíos costosos en comparación con la gracia de Cristo. La gracia natural consiste en la simetría, o la proporción armoniosa de las partes, cada una con la otra; pero la simpatía espiritual consiste en la armonía o semejanza de nuestra alma con Jesús. Esto hará a su poseedor más precioso que el oro refinado, aun el oro de Ofir. Ciertamente, la gracia de Cristo es un adorno inapreciable. Eleva y ennoblece a su poseedor y refleja rayos de gloria sobre los otros, atrayéndolos también a la Fuente de luz y bendición.” Consejos sobre el Régimen Alimenticio, p. 398
“Nuestra apariencia en todo respecto debe caracterizarse por el aseo, la modestia y la pureza. Pero la Palabra de Dios no sanciona el hacer cambios en el atavío meramente por seguir la moda, a fin de conformarse al mundo. Los cristianos no han de adornar su persona con atavíos costosos o adornos caros… Todos los que busquen sinceramente la gracia de Cristo, escucharán las preciosas palabras de instrucción inspiradas por Dios. Aun el modo de ataviarnos expresará la verdad del Evangelio.” — Testimonios para la Iglesia, tomo 2, p. 394
“Es correcto amar lo bello y desearlo; pero Dios desea que primero amemos y busquemos las bellezas superiores, que son imperecederas. Ningún adorno exterior puede ser comparado en valor o belleza con aquel ‘espíritu agradable y pacífico, el lino finísimo, blanco y limpio’ (Apoc. 19:14) que todos los santos de la tierra usarán. Estas ropas los harán hermosos y deseables aquí, y en el futuro serán su distintivo de admisión en el palacio del Rey.” — Hogar Adventista, pp. 417-418
“Los que quieran gozar de la vida y ver días buenos, refrenen su lengua de palabras malas, injuriosas o engañosas. Deben apartarse del mal y abstenerse de él, hacer todo el bien posible y procurar la paz con todos los hombres. Porque Dios, omnisciente y presente en todas partes, vela sobre los justos y se ocupa de protegerlos. Nadie puede ni debe dañar a los que imitan el ejemplo de Cristo, que es la perfecta bondad y que hizo bien a todos y a sus seguidores.” — Comentario Bíblico Adventista, tomo 7, comentario sobre 1 Pedro 3:10-12
¡Dios les bendiga en todas las cosas!