


Sábado, junio 21 – 1 Corintios 8, 9
1. ¿Encuentras puntos comunes con las personas con que te relacionas?
2. ¿Evitas la actitud del sabelotodo?
3. ¿Procuras que los demás se sientan aceptados?
4. ¿Eres sensible a necesidades y te preocupas por los demás?
5. ¿Busca siempre oportunidades para hablarles de Cristo a otros?
En el primer siglo, la carne vendida en los mercados del Imperio Romano a menudo provenía de animales sacrificados a ídolos. Esto causaba conflictos entre los creyentes en Corinto: ¿Podían los cristianos comer esa carne? ¿Qué hacer si un no creyente los invitaba a comer y se ofrecía tal alimento?
Pablo responde, no apelando solo al conocimiento, sino al amor como principio superior. Algunos cristianos decían: “el ídolo nada es en el mundo, y que no hay más que un Dios” (1 Cor. 8:4), lo cual es cierto, pero Pablo advierte que el conocimiento sin amor puede ser dañino. “El conocimiento envanece, pero el amor edifica” (v. 1).
El Comentario Bíblico Adventista señala: “El favor de Dios no se alcanza por participar ni por abstenerse de alimentos que han sido ofrecidos a ídolos. Dios mira el corazón y toma nota de los pensamientos y motivos que impulsan las acciones de los hombres.” (CBA, 1 Cor. 8:8).
Pablo exhorta a no hacer tropezar a los más débiles: “Pecando así contra los hermanos, e hiriendo su débil conciencia, contra Cristo pecáis” (v. 12). Por eso declara: “Por lo cual, si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no poner tropiezo a mi hermano” (v. 13).
Este principio de negarse a uno mismo por amor aplica hoy en muchos ámbitos: recreación, música, vestimenta, estilo de vida. Elena G. de White afirma: “El cristiano que es firme es cuidadoso para no hacer lo que escandalice a los creyentes más débiles, ni poner tropezadero en su senda.” (CBA, 1 Cor. 8:13).
En 1 Corintios 9, Pablo defiende su autoridad apostólica. Algunos cuestionaban su llamado, pero él había visto al Cristo resucitado (v. 1). Como apóstol, tenía derecho a recibir apoyo material. “Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio” (v. 14). Sin embargo, Pablo renunció voluntariamente a este derecho para no dar ocasión de tropiezo.
Pablo escribe: “Me he hecho siervo de todos para ganar a mayor número” (v. 19) y luego resume su método: “Me he hecho a todos de todo, para que de todos modos salve a algunos” (v. 22). Esta flexibilidad no era compromiso con el error, sino una estrategia por amor a las almas.
De su ministerio emergen cinco principios prácticos:
1. Buscar puntos en común.
2. Evitar la actitud de “sabelotodo”.
3. Procurar que los demás se sientan aceptados.
4. Ser sensible a las necesidades ajenas.
5. Buscar oportunidades para hablar de Cristo.
Pablo compara la vida cristiana con una carrera: “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis” (v. 24). La disciplina es esencial: “Golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre” (v. 27).
La vida cristiana exige tanto libertad como disciplina. “Sin una meta, la disciplina no es más que un auto castigo; con la meta de agradar a Dios, la negación no es nada comparada con la recompensa eterna.”
Elena G. de White comenta: “Si todos los que son llamados al ministerio del Evangelio fueran tan fieles y firmes en trabajar por las almas como lo fue Pablo, el reavivamiento y la reforma que tanto anhela la iglesia aparecerían sin demora.” (CBA, 1 Cor. 9:27).
Este llamado nos desafía: ¿Estás dispuesto a renunciar a tus derechos por amor? ¿Tu libertad está guiada por el bien de otros? Pablo vivía para Cristo, y su ejemplo sigue siendo una guía poderosa hoy.
Que tengas un día lleno de bendiciones.