


Sábado, junio 28 – 2 Corintios 6, 7
1. ¿Cómo nos ayudan los desafíos y características en 2 Corintios 6:4-10 a definir hoy lo que debe ser un ministerio fiel y el discipulado?
2. ¿Qué significa para nosotros, en términos prácticos y espirituales, ser “separados” en un mundo que tira de nosotros en todas direcciones? (2 Corintios 6:14-18)
3. ¿Cómo podemos distinguir entre la tristeza del mundo y la tristeza según Dios? ¿Qué fruto da el verdadero arrepentimiento en nuestra vida?
Llamado a una vida de integridad y perseverancia (2 Corintios 6:1-10): Pablo exhorta a los creyentes a no recibir la gracia de Dios en vano. Presenta el retrato de un verdadero siervo de Dios, marcado no por la comodidad, sino por las dificultades, la paciencia y la pureza. “En todo nos recomendamos como ministros de Dios” (2 Corintios 6:4). Elena G. de White afirma: “El argumento más poderoso en favor del evangelio es un cristiano amante y amable” (El Ministerio de Curación, p. 388).
Un claro llamado a la santidad y la separación (2 Corintios 6:14-18): Pablo hace una de las exhortaciones más claras en las Escrituras sobre la separación espiritual de los valores del mundo: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos” (v.14).
Este consejo no se limita al matrimonio, sino que llama a una lealtad exclusiva a Cristo. Dios promete: “Y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso” (v.18).
Elena de White comenta: “La santidad no es arrebato; es una entrega total de la voluntad a Dios” (El Deseado de Todas las Gentes, p. 556).
La tristeza según Dios produce verdadero arrepentimiento (2 Corintios 7:8-11): Pablo se alegra no por el dolor que causó, sino porque condujo al arrepentimiento genuino. A diferencia del remordimiento mundano, la tristeza según Dios transforma la vida. “Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación” (v.10).
Elena G. de White escribe: “El verdadero arrepentimiento es mucho más que pesar por el pecado. Es una decisión firme de apartarse del mal” (El Camino a Cristo, p. 23).
Gozo en la reconciliación y el crecimiento espiritual (2 Corintios 7:5-16): Pablo comparte cuán profundamente fue animado por el informe de Tito acerca del arrepentimiento de los corintios. Se regocija al ver que su confianza en ellos no fue en vano. El evangelio no sólo confronta el pecado, también restaura y renueva el gozo.
Pablo continúa su apasionado llamado a los creyentes en Corinto a vivir vidas dignas de su llamado. Abre con una súplica urgente: “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación” (2 Corintios 6:2). El testimonio de su ministerio está lleno de paradojas: “como pobres, más enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, más poseyéndolo todo” (v.10). La fidelidad no se mide por la comodidad, sino por la perseverancia y el carácter.
La poderosa exhortación a ser apartados (vv.14-18) está basada en la identidad del creyente como templo del Dios viviente. La separación no es aislamiento, sino lealtad. El pueblo de Dios no es llamado a huir del mundo, sino a no conformarse a él (Romanos 12:2).
El capítulo 7 es un modelo de confrontación sana y restauración. La carta anterior de Pablo causó tristeza, pero una tristeza que llevó a la vida. La tristeza según Dios se diferencia del remordimiento mundano: lleva a la confesión, al cambio y al gozo. Pablo se regocija cuando oye de Tito que la iglesia ha respondido con arrepentimiento y amor renovado.
Estos capítulos nos recuerdan que la santidad, la perseverancia y la restauración son marcas de un creyente maduro. Estamos invitados no solo a aceptar la gracia, sino a responder con vidas transformadas, separadas en lealtad a Dios, pero siempre motivadas por Su amor.
Mi oración: Padre lleno de gracia, gracias por llamarnos a ser tuyos. Enséñanos a vivir con pureza, valentía y compasión en un mundo que nos distrae y divide. Que nuestra tristeza por el pecado produzca transformación genuina, y que caminemos contigo en fidelidad, apartados por tus promesas y llenos de tu Espíritu. Amén.