


Domingo, junio 29 – 2 Corintios 8, 9
1. ¿Quién designo a Tito para acompañar a Pablo a llevar la ofrenda a Jerusalén? 2 Corintios 8:19
2. ¿Qué principio esencial de administración cristiana expresa Pablo? 2 Corintios 8:20, 21
3. ¿Cómo se aplica el concepto de la siembra y la cosecha a la mayordomía? 2 Corintios 9:9
4. ¿Cuál debe ser el motivo de las ofrendas? 2 Corintios 9:7
En Corintios 8 cambia el tema de la epístola. En los siete capítulos anteriores, Pablo habló sobre el consuelo de Dios. La reacción más natural al leer los capítulos anteriores sería la de decir: “Pablo, díganos más sobre este tema del consuelo”. Sin embargo, cambió el tema abruptamente. Y ¿sabes de qué habló Pablo en el capítulo 8? De una colecta para los cristianos pobres que estaban en Jerusalén. Y nos hace descender a esta tierra de una manera repentina. Porque ahora el tema son las ofrendas.
La gracia de Dios debe reconocerse como raíz y fuente de todo bien en nosotros en todo momento. Gran gracia y favor de Dios es que seamos útiles para el prójimo y el progreso de cualquier obra buena. Elogia la caridad de los macedonios. Lejos de necesitar que Pablo los exhortara, le rogaron que recibiera la dádiva que le enviaron.
Cualquiera sea la cosa que usemos o dispongamos para Dios, tan sólo es darle lo que es suyo. Todo lo que demos para fines caritativos no será aceptado por Dios, ni será para ventaja nuestra, a menos que, primero, nos demos nosotros mismos al Señor. Atribuyendo a la gracia de Dios todas las obras realmente buenas, no sólo le damos la gloria a quien corresponde, sino también mostramos a los hombres dónde está su fuerza. El gozo espiritual abundante ensancha los corazones de los hombres en el trabajo y la obra de amor. ¡Qué diferente es esto de la conducta de quienes no se unirán a ninguna buena obra a menos que se les exija!
La tentación de descuidar la necesidad humana, de descuidar la mayordomía cristiana, muy bien puede ser un problema más grande en el siglo XXI que lo que lo fue hace dos milenios. La abundancia de las cosas y el querer acumular fortunas invaden nuestra sociedad, llegan a ser “las preocupaciones de este mundo y el engaño de las riquezas”.
Pablo usó la ilustración de las semillas para explicar que los recursos de Dios no deben ser escondidos, devorados negligentemente o malgastados, sino cultivados a fin de producir mayor cosecha. Cuando invertimos lo que Dios nos ha provisto, nos dará aún mucho más para dar.
En 2 Corintios 9:12–15 enfatiza en la recompensa espiritual para aquellos que dan generosamente para la obra de Dios. No debiéramos esperar enriquecernos por medio de nuestras donaciones. Aquellos que reciben sus donaciones se alegrarán y orarán por usted. Al bendecir a otros, usted mismo es bendecido. CBDV
En las Escrituras con frecuencia se describe a Cristo como el don supremo de Dios para el hombre (Juan 3:16; Gálatas 1:4; Tito 2:14; etc.). El tema de la redención es inagotable, insondable; está más allá de la comprensión humana finita. No importa cuánto estudien los seres humanos, nunca descubrirán toda su belleza ni agotarán sus recursos.
“La gratitud a Dios prepara el camino para la obediencia a su voluntad y para la recepción del poder a fin de ocuparse en el servicio desinteresado. El que está lleno de gratitud hacia Dios procurará cumplir todos los requisitos divinos, no porque esté obligado a hacerlo, sino porque prefiere hacerlo. La gratitud a Dios es la base de una efectiva experiencia cristiana. La religión penetra hasta las profundidades del alma y se manifiesta en forma de servicio desinteresado al prójimo, únicamente cuando el que la profesa está lleno de sentimientos de amante gratitud “a Dios por su don inefable”.” CBA, 2 Corintios 9:15
“La bendición de Dios sobre la sincera ofrenda la ha transformado en fuente de grandes resultados. La blanca de la viuda ha sido como una minúscula corriente que fluye a través de las edades, ensanchando y profundizando su cauce, y que contribuye en miles de direcciones a la extensión de la verdad y al alivio de los necesitados.
La generosidad es un deber que no debe ser descuidado por ningún motivo, pero que no acaricie el rico o el pobre, ni por un momento, el pensamiento de que sus ofrendas a Dios pueden servir de expiación para sus defectos de carácter cristiano. Dice el gran apóstol: “Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve”.
El Señor pide nuestros dones y ofrendas para cultivar un espíritu de benevolencia en nosotros. Él no depende de los medios de los hombres para sostener su causa. Él declara por el profeta: “Mía es toda bestia del bosque, y los millares de animales en los collados. Conozco a todas las aves de los montes, y todo lo que se mueve en los campos me pertenece… Porque mío es el mundo y su plenitud” (Salmos 50:10-12).” Signs of the Times, 21 de enero de 1886, Reflejemos a Jesús, 11 de septiembre.
Que Dios te dé un corazón agradecido y generoso.