


Domingo, marzo 16 – Daniel 8, 9
1. ¿Qué vio Daniel que creció de uno de los cuatro cuernos del macho cabrío? (Daniel 8:9)
2. ¿Cuándo sería purificado el santuario? (Daniel 8:13)
En el tercer año del reinado del rey Belsasar, Daniel recibe una visión profética. Ve un carnero con dos cuernos, uno más alto que el otro. Más tarde, Gabriel explica que este carnero representa a Medo-Persia, con Persia como el poder dominante.
Luego, un macho cabrío aparece desde el oeste, moviéndose rápidamente sin tocar la tierra. Este simboliza a Grecia bajo Alejandro Magno, quien conquistó Persia con increíble velocidad. El gran cuerno entre los ojos del macho cabrío, que representa a Alejandro, se rompe. En su lugar, surgen cuatro cuernos notables, simbolizando la división del Imperio Griego entre los cuatro generales de Alejandro: Casandro, Lisímaco, Seleuco y Ptolomeo.
De una de estas cuatro divisiones surge un cuerno pequeño, que se expande hacia el sur, el oriente y la Tierra Gloriosa (Israel). Este cuerno pequeño representa a Roma, tanto en su fase pagana como papal. Se exalta contra Dios, quita el “continuo”, echa por tierra la verdad y persigue al pueblo de Dios.
El “continuo” representa el ministerio sacerdotal ininterrumpido de Jesús en el santuario celestial (Hebreos 7:25; 8:1-2). La “remoción del continuo” significa que el “cuerno pequeño”, que representa al papado, oscureció la obra de Cristo como sumo sacerdote al introducir mediadores humanos, confesionarios, la misa y otras tradiciones que desviaron la atención del ministerio de Jesús en el santuario celestial. Esto es lo que quiere decir la profecía cuando dice que el cuerno pequeño “echó por tierra la verdad” (Daniel 8:12), refiriéndose a la distorsión del evangelio y la sustitución de la mediación directa de Cristo.
Daniel escucha a dos seres celestiales discutiendo la duración de estos eventos. Uno pregunta: “¿Hasta cuándo será la visión del continuo y la prevaricación desoladora?” La respuesta es: “Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado” (Daniel 8:14).
Esta es una de las profecías de tiempo más significativas de la Biblia. Predice la purificación del santuario celestial, que comenzó en 1844, marcando el inicio del juicio investigador. Esta es la fase final del ministerio de Cristo como nuestro Sumo Sacerdote, preparándose para su Segunda Venida.
Daniel no comprende completamente la visión y, cuando Gabriel le explica la profecía de los 2,300 días, Daniel desfallece. La interpretación queda incompleta hasta el capítulo 9.
En el capítulo 9, Daniel ora fervientemente por la restauración de Israel, dándose cuenta de que la profecía de Jeremías sobre los 70 años de cautiverio está por cumplirse. Mientras ora, Gabriel llega y le dice que ha venido a darle sabiduría y entendimiento. Hace referencia a la visión de Daniel 8 y procede a explicar la parte que faltaba: el elemento de tiempo.
Gabriel introduce la profecía de las Setenta Semanas (490 años), que es “determinada” (cortada) para el pueblo judío. Estos 490 años son la primera parte de los 2,300 años, estableciendo un punto de inicio claro para ambas profecías.
Gabriel describe seis propósitos de la profecía:
1. Terminar la transgresión: Israel tendría 490 años para cesar su rebelión.
2. Acabar con el pecado: Un llamado al arrepentimiento y la reforma.
3. Expiar la iniquidad: El sacrificio de Cristo traería expiación.
4. Traer justicia eterna: La justicia de Cristo estaría disponible para todos.
5. Sellar la visión y la profecía: Su cumplimiento confirmaría la Palabra de Dios.
6. Ungir al Santo de los santos: Se refiere a la unción de Cristo como el Mesías.
Gabriel proporciona el punto de partida de la profecía: “Desde la salida de la orden para restaurar y edificar Jerusalén” (Daniel 9:25). Este decreto fue emitido por el rey Artajerjes en el año 457 a.C. Desde esta fecha, la profecía se desarrolla de la siguiente manera: 7 semanas (49 años) para la reconstrucción de Jerusalén, seguidas por 62 semanas (434 años), llevando a la llegada del Mesías, el Príncipe.
Las 69 semanas (7 + 62 = 483 años) alcanzan el año 27 d.C., cuando Jesús es bautizado y ungido como el Mesías. En la mitad de la 70ª semana (año 31 d.C.), Jesús es crucificado, cumpliendo la profecía: “A la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda” (Daniel 9:27). La muerte de Cristo puso fin al sistema sacrificial, pues Él se convirtió en el verdadero Cordero de Dios.
La profecía continúa hasta el año 34 d.C., marcando el fin de las setenta semanas. En este momento, la nación de Israel pierde su posición como el pueblo escogido de Dios con el apedreamiento de Esteban, y el evangelio se extiende a los gentiles.
Dado que las Setenta Semanas están cortadas de los 2,300 años, los 1,810 años restantes se extienden hasta 1844, marcando el comienzo de la purificación del santuario celestial.
Los capítulos 8 y 9 de Daniel proporcionan un mapa profético del plan redentor. Revelan cómo Jesús cumplió la profecía y señalan la fase final de su ministerio antes de su Segunda Venida.
Al ver la historia desarrollarse de acuerdo con la profecía, confiemos en Dios, permanezcamos fieles y preparémonos para el pronto regreso de Cristo.