


Jueves, mayo 8 – Juan 10, Lucas 11
1. ¿Quién es el que entra al redil por otro lugar que no sea la puerta? (Juan 10:1).
2. ¿Quién es el que entra por la puerta del redil? (Juan 10:2).
3. ¿Por qué las ovejas siguen a su pastor? (Juan 10:4).
4. ¿Con qué se comparó Jesús? (Juan 10:7).
5. El que entra por la Puerta, que es Cristo, ¿qué dos beneficios recibe? (Juan 10:9).
6. Sabiendo que el ladrón viene para hurtar, matar y destruir, ¿a qué ha venido Cristo, y cuánta cantidad nos brinda? (Juan 10:10).
7. Diga cuál es la diferencia vital entre el buen pastor y el asalariado. (Juan 10:11-13).
8. ¿Cuál es la relación personal que existe entre el buen pastor y sus ovejas? (Juan 10:14, 15).
9. ¿Qué se nos asegura acerca de que no solo los que están hoy en el redil serán salvados? (Juan 10:16-18).
10. ¿De qué dos cosas acusaron algunos a Jesús? (Juan 10:19, 20).
11. ¿Qué argumento presentaron otros? (Juan 10:21).
12. Aunque los judíos se unían para atacar a Jesús, estaban divididos entre sí. ¿Con qué frase mostró el Señor la unidad indivisible que existe entre Él y su Padre? (Juan 10:30).
13. ¿Cuán fue la razón por la que, según dijeron los judíos, deseaban apedrear a Jesús? (Juan 10:33).
Anteriormente, en el capítulo 8 de Juan, podemos leer lo que sucedió cuando los judíos le acusaron de ser hijo de fornicación (dicho en lenguaje actual y callejero, le dijeron una ofensa sobre su madre, que el pudor no nos permite escribirla aquí). También le tildaron de samaritano y endemoniado. Pero cuando él dijo: “’Antes que Abraham fuese Yo Soy’, entonces tomaron piedras para apedrearlo” (Juan 8:58, 59).
Jesús así se identifica con el gran “YO SOY” que le habló a Moisés desde la zarza ardiente. No hay dudas que es el mismo personaje. Cristo es Dios, como lo es el Padre, y por supuesto, el Espíritu Santo. Para confirmar esto, los judíos le explicaron en Juan 10:33, que lo iban a apedrear por blasfemia; “porque tú, siendo hombre, te haces Dios”. La gran realidad es totalmente lo contrario. Cristo, siendo Dios, se hizo hombre para darnos salvación al morir en la cruz. Él es el Buen Pastor, que su vida da por las ovejas. ¡Alabado sea su bendito Nombre! ¡Aleluya!
Lucas 11 ofrece profundas enseñanzas sobre la vida espiritual, enfatizando la oración, la dependencia de Dios y el llamado a una vida auténtica. El capítulo comienza con los discípulos pidiéndole a Jesús: “Señor, enséñanos a orar” (v. 1). Su respuesta, el Padre Nuestro, no es solo un modelo de palabras, sino un esquema para una comunión íntima con Dios. Comienza con reverencia: “Padre nuestro que estás en los cielos”, y continúa con peticiones por provisión, perdón y fortaleza espiritual. Esta oración nos recuerda que la oración no es un ritual, sino una relación basada en la confianza y la humildad.
Jesús enseña luego la persistencia en la oración a través de la parábola del amigo a medianoche (vv. 5–8). Nos asegura que nuestro Padre celestial es mucho más generoso que un vecino renuente: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis” (v. 9). Este llamado invita a los creyentes a acercarse a Dios con confianza y perseverancia, confiando en que Él escucha y responde conforme a su voluntad.
La segunda parte del capítulo desafía la hipocresía religiosa. Jesús reprende a los fariseos por enfocarse en la piedad externa mientras descuidan la justicia y el amor de Dios (vv. 42–44). Sus palabras nos advierten que no debemos conformarnos con una religión de apariencias, sino buscar una fe que transforme el corazón.
Jesús también advierte contra la ceguera espiritual, resistir la verdad incluso cuando está claramente delante de nosotros (vv. 29–36). “La lámpara del cuerpo es el ojo”, y cuando es sano, todo el cuerpo está lleno de luz. Pero si cerramos los ojos a la verdad, reinará la oscuridad.
Que tu vida sea alumbrada con la lampara de la Palabra de Dios.
Que tengas un día muy bendecido.