


Viernes, noviembre 15 – Isaías 6, 7 – Lectura adicional, Profetas y Reyes, capítulo 25, “El llamamiento de Isaías”
1. ¿Con qué tocó uno de los serafines los labios de Isaías y qué dijo? Isaías 6:6, 7
2. ¿Hizo bien Acaz al rechazar la oferta de Dios de darle una señal? Isaías 7:10-13
3. ¿Cuál fue la señal que Jehová le dio a Acaz? Isaías 7:14
Comentario y reflexión:
Me alegra que ya comenzamos a navegar el libro del profeta Isaías el cual podríamos considerar una síntesis de toda las Sagradas Escrituras, ya que básicamente, toca los grandes temas de la revelación escrita. Encontramos alusiones a la creación, al período patriarcal, mosaico, la monarquía hebrea, poesía, la sabiduría, los profetas, el cumplimiento de la promesa mesiánica, el plan de salvación, el establecimiento de la iglesia cristiana, la escatología y el establecimiento del Reino de Dios en la tierra. El nombre Isaías significa: “Jehová es Salvación”.
En los primeros 4 versículos del capítulo 6 el profeta narra la impresionante visión que tuvo de Dios en su trono celestial. El temor reverencial sobrecoge al siervo del Señor. Se le revela la santidad de Jehová. Antes de que nosotros seamos instrumentos en sus manos, debe haber una actitud de humildad para reconocer la grandeza y santidad de Dios nuestro Creador y Sustentador. La palabra Santo o santidad (Kadosh) aplicada a Dios se refiere a su naturaleza y persona distinta a todo lo demás en el universo. Un teólogo lo llamó, “El Totalmente Otro”. El que no tiene comparación.
En el verso 1 y en los versos del 5-8, Isaías rememora la horrible muerte de Uzías por causa de la lepra que recibió como castigo por querer usurpar las prerrogativas sacerdotales. (2Crónicas 26:16). Su muerte sucedió probablemente en el año 740 A.C. Aunque el rey de Israel muere, el Dios de Israel vive para siempre. Esta visión de la gloria de Dios fue dada a Isaías en una visita suya al recinto sagrado del Templo. Esta visión, tenía el propósito de preparar a Isaías para su llamado al ministerio profético. Lo primero que el profeta debía saber era que, a pesar del poderío del reino Asirio, Dios estaba en su trono y tenía el control de los asuntos de este mundo.
Isaías contempló a unos seres angelicales que por primera y única vez se les llama serafines. En hebreo significa, “aquello que arde y brilla”. Los ángeles alrededor del trono se maravillan con el sobresaliente atributo de la santidad.
Otra vez, en los versos del 5-8 Isaías pasa por el proceso de arrepentimiento, confesión y purificación. Ahora él está preparado para recibir su llamado a predicar al pueblo. Ya el joven profeta se siente reconfortado por la gracia divina y cuando escucha el llamado en forma de pregunta, por parte de Dios, él responde: “Heme aquí, envíame a mí”. ¿Estaremos nosotros en esa disposición tan presta?
El verso 13 nuevamente nos recuerda que Dios siempre ha tenido y tendrá un remanente fiel al que salvará. “Y si quedare aún en ella la décima parte, esta volverá a ser destruida; pero como el roble y la encina, que al ser cortados aún queda el tronco, así será el tronco, la simiente santa.”
Con el capítulo 7 de Isaías se inicia el segundo libro o volumen en que se divide el libro. A esta porción se le conoce como “El Libro de Emanuel” que llega hasta el capítulo 12:6. Aquí encontramos las primeras referencias a la figura del Mesías Salvador, Emanuel, característico de Isaías. Algunos lo llaman: “el evangelio según Isaías”.
Los reyes del norte se prepararon para volver a atacar a Jerusalén. La reacción del rey y el pueblo fue la desesperación y el temor. Entonces Dios entró en acción para proteger la ciudad amada y a su rey.
Dios invita a Acaz que le pida una señal de que lo prometido se cumplirá. Extrañamente, el rey se niega a pedirla aduciendo que él no tentaría a Jehová. Esto pareciera una muestra de humildad, sin embargo, Dios lo consideró como falta de fe. El propósito de Dios de dar una señal era para fortalecer la fe del rey. Acaz ya había determinado que la ayuda que necesitaba viniera del rey de Asiria para defenderse de sus dos poderosos enemigos. ¡Qué ironía! Rechazar la ayuda del Todopoderoso por la del hombre. “Maldito el hombre que confía en el hombre…” dijo Jeremías. (Jeremías 17:15.)
A pesar del rechazo de Acaz de pedir una señal a Dios, el Señor le da una señal de que el enemigo sería eliminado. En su obstinación, Acaz rechaza a Emanuel.
De hecho, el hecho de que Dios le pidió a Isaías que fuera acompañado por su hijo Sear-Jasub, el primogénito del profeta, era para corroborar que el pueblo ya tenía una prueba de que Dios cumpliría su palabra en el significado de Sear-Jasub: “un remanente regresará” y será salvo.
Con el nacimiento de aquel niño Emanuel, “Dios con Nosotros”, Acaz y el pueblo debieron entender que Dios estaba entre ellos en medio de aquella crisis; pero, aun así, escogieron no creer. El Emanuel de los días de Isaías era una prefigura del verdadero Emanuel que vendría a morar entre los hombres para nuestra salvación. ¡Alabado sea Dios que cumplió aquella promesa milenaria de Génesis 3:15!
Confiemos en las promesas de nuestro Dios, que es fiel en cumplirlas.