


Martes, noviembre 19 – Amós 6, 7
1. ¿Qué anunció Dios Israel mediante Amós? Amós 6:8
2. ¿Cuál fue la respuesta de Amós a Amasias cuando este le dijo que se fuera y que no profetizara? Amós 7:14-16
Comentario y reflexión:
El profeta Amós fue contemporáneo de Isaías, Oseas y Miqueas. Isaías y Miqueas fueron mensajeros de Dios en Judá, o el reino del sur, mientras que Oseas y Amós ejercieron como profetas en el reino del norte, cuya capital era Samaria. La adoración en los lugares altos de Betel y Dan, que había establecido Jeroboam I para evitar que el pueblo fuera a adorar a Jerusalén, llevaba ya unos 200 años para el tiempo del ministerio de Amós. Esta práctica había conducido al pueblo a la apostasía y a la inmoralidad. Adoraban a los becerros de oro y habían incorporado la adoración a Baal y Astoret, deidades masculina y femenina de los cananeos.
Para el tiempo de Amós, la paciencia de Dios y la oportunidad de arrepentimiento para Israel estaban llegando a su fin. A pesar de las constantes amonestaciones proféticas, la apostasía había perdurado. Mientras tanto, la clase gobernante y la gente acomodada vivían como si nada estuviera ocurriendo, creyendo que la situación actual duraría para siempre. Amós describe en el capítulo 6 el estado de complacencia de la nación. Había una desconexión total entre el pueblo y Dios, y las amonestaciones de los mensajeros eran ignoradas.
Amós anuncia a la élite: “Por tanto, ahora irán a la cabeza de los que van a cautividad, y se acercará el duelo de los que se entregan a los placeres.” (Amós 6:7)
Jehová ha dicho: “Desprecio la grandeza de Jacob, aborrezco sus palacios; entregaré al enemigo la ciudad y cuanto hay en ella.” (Amós 6:8)
Amós describe un cuadro de muerte y desesperación, con familias quemando a sus parientes muertos para sacar los huesos de la casa, y anuncia la conquista y el cautiverio. Todo esto se anunciaba antes de que sucediera, para intentar llamar la atención de la nación.
El capítulo 7 presenta tres plagas:
- Una plaga de langostas que destruiría la cosecha. Amós intercede, y Dios lo escucha.
- Fuego para destruir parte de la tierra. Amós intercede nuevamente, y Jehová dice que no lo hará.
- Una plomada de albañil que representa el juicio de Dios. Así como el albañil examina la pared con la plomada, Dios examina a Su pueblo.
Jehová no envió la langosta y detuvo el fuego, pero ya había juzgado a Israel y determinado el juicio:
“Y el Señor dijo: Yo pongo plomada de albañil en medio de mi pueblo Israel; no lo toleraré más. Los lugares altos de Isaac serán destruidos, los santuarios de Israel serán asolados, y me levantaré con espada sobre la casa de Jeroboam.” (Amós 7:8-9)
Es interesante y triste cómo Amasías, el sacerdote del culto corrupto de Betel, se queja y se opone a la amonestación de Amós. Interpreta falsamente el mensaje de Amós como una amenaza contra el rey y lo acusa, diciendo: “la tierra no puede sufrir todas sus palabras” (Amós 7:10).
Amasías le dice a Amós que se vaya en paz (come allá tu pan) a su tierra a profetizar. Lo acusa de faltar el respeto a la nación, diciendo: “pero no profetices más en Betel, porque es santuario del rey, y capital del reino.” (Amós 7:13)
Es digno de notar cómo el enemigo tuerce las palabras, cómo ve al mensajero de Dios y a Su pueblo fiel como una amenaza para la estabilidad política de la nación, como si perturbaran la paz y trajeran conflicto a la tierra. Está profetizado que así será al final. Se acusará falsamente al pueblo de Dios de perturbar la paz de la nación simplemente por creer Su Palabra y permanecer fieles a ella. Este modus operandi del enemigo no es nuevo; aquí lo vemos en la historia bíblica.
Amós responde diciendo que no está en Israel por su propia voluntad, que él estaba en paz en Judá, criando ovejas y cultivando higos, y que Jehová lo llamó y le ordenó: “Ve y profetiza a mi pueblo Israel.” (Amós 7:15). Según el mensaje de Jehová para Amasías, hubiera sido mejor que guardara silencio.
Pensemos: ¡cuán difícil es el trabajo de un profeta! Muchas veces se trata de llevar un mensaje inconveniente e incómodo, uno que la gente no quiere escuchar. Pero cuán necesario es, cuánto se necesita la Palabra de Jehová, y cuánto dolor se evitaría si se escuchara.
¿Cómo podemos aplicar esto a nuestros días? ¿Cuál sería un mensaje de Dios para nosotros que fuera incómodo escuchar? ¿Qué nos diría Jehová? ¿Cómo lo recibiríAmós?
Guardemos en el corazón las palabras de Josafat: “Oídme, Judá y habitantes de Jerusalén. Creed en Jehová, vuestro Dios y estaréis seguros; creed a sus profetas y seréis prosperados.” (2 Crónicas 20:20)