Viernes, noviembre 22 – Isaías 10, 11

1. ¿De qué manera Asiria no entendía su verdadero papel en la historia? Isaías 10:5-7

2. ¿Cómo describe Isaías al remanente? Isaías 10:20, 21

3. ¿Cómo describe a Jesús Isaías 11:1, 2, 10?

Comentario y reflexión:

El profeta evangélico le recuerda al remanente fiel que confíen en que Dios será su protector y libertador.

Aunque Dios en su soberanía escogió a Asiria como su instrumento de castigo, o vara contra Judá, indica claramente que ese falso imperio será a su vez juzgado.

Isaías 10:1-4 presenta los ayes de los tiránicos dirigentes judíos contra su propio pueblo. La sentencia es clara y contundente: serán llevados al cautiverio. Entre los abusos cometidos está dictar leyes injustas y tiránicas, no hacerle justicia a los pobres, despojar a las viudas y robar a los huérfanos. El emplazamiento es directo: ¿Qué harán ustedes cuando tengan que rendir cuentas, cuando vean venir de lejos el castigo? ¿A quién acudirán pidiendo ayuda? Si no son humillados y llevados presos, caerán con los que mueran asesinados.

A partir del verso 5 Dios señala que el castigo de Judá se debe a su perfidia e hipocresía. En cuanto a Asiria, le aclara que en su arrogancia se creen con el derecho de destruir pueblos a su antojo. Los líderes asirios operaban por sus propios intereses egoístas.  Alguien se preguntará, como lo hacía Habacuc, ¿por qué Dios utiliza reinos o naciones impías para disciplinar a su pueblo?  ¿Cómo es que el más malo viene para castigar al menos malo? El más malo y el menos malo es un concepto relativo y subjetivo. ¿Quién tenía más luz, Judá o Asiria?

Ahora bien, no fue el Espíritu del Señor que influyó a Asiria para ir contra Israel y Judá, fue el espíritu del maligno. Lo que sucedió es que Dios retiró su mano protectora de Judá e Israel y le permitió a Asiria que manifestara su mala voluntad sobre su pueblo. Sí, cosechamos lo que sembramos.

El reino de los Asirios se caracterizaba por su crueldad hacia los pueblos conquistados. Ante la arrogancia y jactancia de los asirios, Dios le responde, ¿acaso puede el hacha creerse más importante que el que la maneja? ¿La sierra más que el que la mueve? Es como el bastón que crea que es más poderoso que el hombre que lo lleva. Otra vez, la soberanía de Dios está sobre sus instrumentos de castigo.

Finalmente, la promesa a su pueblo es que el Señor Todopoderoso castigará a Asiria y mostrará su poder sobre ellos.

El capítulo 11 contiene una de las más hermosas profecías mesiánicas del libro. Ahora se anticipa la época del Mesías. El descendiente de Isaí trae un reinado de paz y justicia. Podemos recrearnos en este oasis en el que Dios cumplirá esa promesa milenaria tan largamente esperada.

El profeta compara a Isaí, padre de David, con un árbol. El juicio sobre Israel puede compararse con la tala de un árbol. Sin embargo, esta tala no es definitiva, pues el tronco producirá un vástago o rama. De esta manera se cumple el pacto de Dios con David. Así, la descripción del rey ideal del linaje de David se interpretará en el Nuevo Testamento con su cumplimiento en Cristo. Apocalipsis 5:5 se hace eco de ese cumplimiento cuando uno de los ancianos consuela a Juan diciéndole: “… No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos”.

(v.2) “El Espíritu del Señor” habitaría en el Mesías dándole: Sabiduría y entendimiento, consejo, poder y el temor de Jehová.

Los jueces del tiempo de Isaías eran corruptos; que sacaban ventajas del pobre y el débil. Los ricos explotaban a las viudas y los huérfanos.

Por contraste, el Mesías prometido actuaría con espíritu de justicia, equidad, misericordia y consideración hacia los necesitados. El conocimiento del Mesías es más que una ciencia intelectual; incluye el reconocimiento de la presencia de Dios en la vida y en la conducta personal.

A partir del verso 6 encontramos una vislumbre anticipada de lo que será esa tierra renovada en el reino eterno de nuestro Dios. Esto es una vuelta al ambiente primigenio del Jardín del Edén.

Estamos ansiosos de ver esa escena: El lobo y el cordero vivan en paz, el tigre y el cabrito descansen juntos, el becerro y el león crezcan uno al lado del otro, un león y un buey comiendo pasto, la vaca y la osa serán amigas y sus crías descansando juntas, y a todo esto, “un niño los pastoreará”, el niño podrá jugar en el hoyo de la cobra y podrá meter la mano en el nido de la víbora. En todo el santo monte del Señor, no habrá quien haga ningún daño.

Aunque la promesa de liberación y prosperidad de Israel anunciada por Isaías estaba ahí para ser reclamada por su pueblo, tristemente todo esto quedó trunco por la constante desobediencia de Israel. Sin embargo, las promesas de Dios son fieles y ahora se cumplirán en el Israel espiritual, su iglesia, cuando Jesús regrese para buscar a su pueblo de toda nación, tribu, lengua y pueblo para introducirnos en ese reino eterno prometido por Jesús.

Que todos nos alistemos para estar allí. ¡Que así nos ayude el Señor!