


Viernes, octubre 4 – Salmos 146, 147
1. ¿Por qué no debemos confiar en los príncipes ni en los hombres? Salmos 146:3
2. ¿Cuándo termina la conciencia del ser humano? Salmos 146:4
3. ¿En que se complace Jehová? Salmos 147:11
Commentary and Reflection:
La lectura de los salmos 146 y 147 nos invita a tener un corazón lleno de alabanzas a nuestro Dios, en todo momento y circunstancia, y a reconocerlo como el Dios de poder y de gracia. A través de la historia ha mostrado que es el Todopoderoso; el que sustenta nuestras vidas. Por eso y mucho más, se nos exhorta a alabarle.
Los primeros 4 versos del Salmo 146 nos exhortan, primero a alabar a Dios por su poder y su gracia. “Alabaré al Señor mientras viva”. Nuestra vida mortal es de corta duración, por lo tanto, cada día es nuestro privilegio y necesidad alabar el nombre de nuestro Dios. En Patriarcas y Profetas, la Hna. White nos exhorta: “Aprendamos el canto de los ángeles ahora, para que podamos unirnos a ellos en su brillante compañía”. (PP, p289)
En el versículo 5 hay una bienaventuranza para todos los que, como Jacob, confían en su Dios. Así como Dios no abandonó a Jacob en circunstancias difíciles, esa misma ayuda está disponible para todos. Somos bienaventurados cuando nuestra esperanza está en Jehová. La esperanza “es el bálsamo de vida, y el gozo de la existencia”.
Los versos 6-10 nos presentan la multiforme obra de Dios en nuestro favor. Aquí vemos un contraste entre nuestra debilidad como humanos, y el poder creador de Dios en su vasto universo. Para Dios no hay nada imposible. Nunca falla en cumplir sus promesas a sus hijos. Él guarda la verdad y sus promesas para sus hijos, no por un tiempo, sino para siempre. Hace justicia al agraviado, y da pan al hambriento.
Dios cuida y guarda a los extranjeros (v.9). Este es un buen recordatorio en nuestro tiempo, cuando en muchas partes del mundo se muestra poca compasión con los inmigrantes. No se olvida de los huérfanos y las viudas. A los impíos y malvados, les dará su recompensa. El Salmo 146 termina con una nota de seguridad porque Dios reinará para siempre en contraste con los gobernantes de este mundo que son pasajeros. ¡Aleluya al Señor para siempre!
El Salmo 147 se subdivide en tres secciones: Alabemos al Dios Todopoderoso en la historia, alabemos al Sustentador de la vida y en una exhortación a Israel para que alabe a Dios. Se nos invita a alabar a Dios por ser nuestro sanador, nuestro restaurador, nuestro proveedor y el que controla toda la naturaleza.
Inicia el salmista afirmando que la alabanza es un ejercicio terapéutico, ya que trae paz al alma, “es suave y hermosa la alabanza”. Hemos sido bendecidos cuando en medio de los estresores de la vida y el trajín diario escuchamos himnos instrumentales con melodías suaves. Cuando voy guiando en mi carro, o en mis caminatas diarias, suelo escuchar una emisora llamada “Gentle Praise” (Alabanza Suave), y puedo confirmar lo que dice el salmista, “Él sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas”. Él es el Gran Médico del alma, y se conduele por aquello que hiere nuestro corazón. La Hna. White dice: “Nada que de alguna manera perturbe nuestra paz es demasiado pequeño para que Él no lo note” (Camino a Cristo, p. 105).
“Él cuenta el número de las estrellas; a todas ellas llama por sus nombres” (4, 5). La omnipotencia y la omnisciencia de Dios son infinitas. A pesar de que el hombre ha tenido grandes avances tecnológicos para penetrar profundo en el universo, todavía esos vienen siendo solo los linderos de la creación de Dios.
Los versos 7-11 nos exhortan a alabar a Dios porque Él es el Sustentador de la vida. Toda la naturaleza vegetal se alimenta de la luz solar y la lluvia que nuestro buen Dios envía sobre la tierra para que la vegetación crezca. La fauna y la flora, todo depende del cuidado providencial de Dios. ¡Cuán importante es reconocer que Dios se complace más con el hombre débil y humilde que le teme y espera en Él, que en el ágil que se cree autosuficiente! (v. 11)
En los versos 12-20 el salmista concluye con una exhortación a Israel para que alabe a Dios por su protección, por bendecir a sus hijos, por la paz, por la provisión del alimento, por fortalecernos con su Palabra, por su trato especial a su pueblo. ¡Aleluya!
Que la inspiración recibida de estos dos hermosos poemas fortalezca nuestra experiencia para que siempre nos gocemos en alabar a Dios. Bendiciones.