


Miércoles, noviembre 6 – 2 Reyes 10,11 – Lectura adicional, Profetas y Reyes, última parte del capítulo 16, “Caída de la casa de Acab”
1. ¿Hasta que generación le dijo Jehová a Jehú que reinaría su casa sobre Israel? 2 Reyes 10:30
2. ¿Cómo acabó Jehú con el culto a Baal en Israel? 2 Reyes 10:21-28
Commentary and Reflection:
En 2 Reyes 10 estamos leyendo sobre Jehú, un siervo de Joram quien fue escogido por Dios para ser rey sobre Israel y exterminar la casa de Acab. Estamos leyendo que Jehú mató a Joram, a Jezabel y a Ocozías. También actuó en contra del culto a Baal en Israel. Esto confirma que Jehová es Dios de misericordia, pero también es Dios de juicio. Cuando llega el momento de eliminar el mal actuará.
Ocozías de Juda era sobrino de Joram, rey de Israel. Su madre, Atalía, era hija de Acab y de Jezabel. El culto inmoral y degradante a Baal, bajo la influencia de Jezabel y Acab, se había introducido en Israel y Juda. Jehú hizo mucho para corregir este mal, pero se excedió en la violencia, yendo más allá del mandato divino. Jehová le dijo al profeta Oseas sobre uno de sus hijos: “Entonces Jehová le dijo: Ponle por nombre Jezreel, porque dentro de poco castigaré a la casa de Jehú a causa de la sangre derramada en Jezreel, y haré cesar el reinado de la casa de Israel.” Oseas 1:4
Dice 2 Reyes 10:31, “pero Jehú no se cuidó de andar en la ley de Jehová, Dios de Israel, con todo su corazón, ni se apartó de los pecados con que Jeroboam había hecho pecar a Israel.”
Jehú no puso todo su corazón en la obediencia a Dios. Cumplió con algunas cosas, a su manera. Es necesario poner todo el corazón en el servicio a Jehová. Él mandó a través de Moisés: “Amarás a Jehová, tu Dios, de todo tu corazón, de toda tu alma y con todas tus fuerzas,” Deuteronomio 6:6. Un corazón dividido no puede honrar a Dios.
El celo de Jehú por Jehová no lo llevó a eliminar el pecado de Jeroboam. Cito el Comentario Bíblico de Andrews,
“Sin embargo, el celo de Jehú contra el culto de fertilidad de Baal no se extendió a la adoración de los becerros de oro que Jeroboam había establecido en Betel y Dan (1 Rey. 12:28-29). Esa adoración, aunque usaba ídolos prohibidos en la conducción de sus rituales, todavía tenía pretensiones de ser dirigida a Yahweh, el verdadero Dios de Israel, porque la nación se había desviado mucho en su comprensión de lo que era la verdadera adoración. Por lo tanto, a pesar de las acciones vigorosas y violentas de Jehú para limpiar a Israel de la adoración de dioses falsos, falló en su obligación de poner fin a la adoración falsa del Dios verdadero. La lección espiritual que podemos aprender de esto se aplica tanto personal como corporativamente. Nuestro celo por la reforma contra el mal obvio puede crear una falsa confianza y autosatisfacción que nos ciega a otros pecados comúnmente aceptados e igualmente peligrosos para nuestra relación con Dios. A pesar de las fallas de Jehú en este sentido, Dios lo reconoció por poner fin a la casa de Acab y le prometió un hijo en el trono hasta la cuarta generación. La de Jehú fue la dinastía más duradera del Reino del Norte, y Jehú fue el único rey del norte que se dice hizo algún intento de cumplir los propósitos de Dios. Para él, ese propósito era hacer justicia a la familia de Nabot por la forma atroz en que Acab y Jezabel habían confiscado la propiedad de Nabot después de ordenar su muerte (1 Rey. 21:13-16). La destrucción de la dinastía de Acab por Jehu fue un juicio de Dios y un recordativo de que Dios finalmente salda la cuenta de todas las injusticias que los inocentes han sufrido a lo largo de la historia.”
Dice el Comentario Bíblico Adventista: “La obra de Jehú fue una mezcla de lo bueno con lo malo. Hasta cierto punto había hecho la obra del Señor, pero sus métodos no podían recibir la aprobación del cielo. Los descendientes de Jehú que reinaron sobre Israel fueron: Joacaz, Joás, Jeroboam II y Zacarías. Salum acabó con la dinastía de Jehú cuando mató a Zacarías (2 Rey. 15: 10, 12). La casa de Jehú reinó sobre Israel aproximadamente un siglo, más que cualquier otra dinastía. La casa de Jeroboam reinó 22 años, y la de Omri 44 (24 años y 48 años, respectivamente, según el cómputo inclusivo; ver pág. 148; ver también págs. 141, 142).” CBA, 2 Reyes 10:30
El Espíritu Santo nos guíe hoy a poner todo el corazón en la obediencia a Jehová.