


Viernes, diciembre 20 – Isaías 38, 39 – Lectura adicional, Profetas y Reyes, capítulo 29, “Los embajadores de Babilonia”
1. ¿Por qué el Señor le indicó a Ezequías que ordenara su casa porque no sanaría y moriría? (Isaías 38:1)
2. ¿Qué credenciales presentó Ezequías a Dios para que no le permitiera morir? (Isaías 38:3)
3. ¿En qué consistió la necedad de Ezequías? (Isaías 39:1, 2)
4. ¿Cómo aceptó Ezequías la reprimenda de Dios por su falta? (Isaías 39:8)
Comentario y reflexión:
El libro séptimo de Isaías que corre del capítulo 36 al 39 se conoce como el libro de Ezequías. Al leer los capítulos 38 y 39 debemos hacerlo paralelo con 2 de Reyes capítulo 20. El autor de 2 Reyes nos ofrece detalles que Isaías omite en su libro, e Isaías contiene el Salmo de Ezequías, después de su sanidad, que no registra Reyes.
Después de la derrota del ejército asirio y la muerte de Senaquerib, en aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte. Ante el anuncio del profeta de que no se levantaría de esa enfermedad y que moriría, Ezequías, inmediatamente elevó una oración fervorosa a su Dios para que no le dejara morir. Cuando él hace esta petición le dice a Dios que considere su hoja de servicio para Él, al haber vivido en verdad e integridad de corazón, y todo lo que había hecho en su nombre.
Cuando el rey derramó su corazón en oración, esto tocó el corazón de Dios y antes de que Isaías saliera del palacio, le ordenó que regresara a donde el apesadumbrado rey y le diera la maravillosa noticia de que el Señor había oído su oración y visto sus sinceras lágrimas. Le daría 15 años más de vida y libraría a la ciudad y a la nación de los asirios.
Sólo nos podemos imaginar el gozo y la sorpresa del rey al escuchar tan hermosa noticia.
Los comentaristas bíblicos opinan que, para ese tiempo, probablemente Ezequías tendría unos 40 años. Nos podemos identificar con él, cuando después de pasar por alguna crisis muy aguda o una enfermedad terminal, Dios interviene haciendo un milagro.
Es interesante que Isaías da las instrucciones de que, como parte del proceso de sanación, se le aplique una cataplasma de higos, de acuerdo con 2 Reyes 20: 7. El cómo y el cuándo Dios realiza un milagro lo determina Él. A veces el Señor utiliza los remedios naturales y la medicina moderna para restaurar milagrosamente a una persona. A renglón seguido, de gozo Ezequías compuso y cantó un hermoso salmo de alabanza.
En Isaías 39 cierra la destacada historia de Ezequías. Como todo mortal pecador, el rey tiene también pies de barro. Ya sea por negligencia o por descuido, Ezequías, como dicen en el deporte, pifió la bola. La señal del milagro fue un evento astronómico observado en toda aquella región de Palestina hasta Mesopotamia. El rey babilonio, impresionado por lo sucedido, envió unos embajadores con cartas a Ezequías de felicitación y regalos. El rey se sintió alagado y se alegró mucho.
Irreflexivamente, y como un niño que ha recibido un hermoso regalo, Ezequías se sintió orondo y decidió mostrar a sus visitantes la riqueza y tesoros de su palacio sin ninguna reserva. Este desatino fue considerado por Dios como un grave error o pecado que traería consecuencias desastrosas sobre el reino de Judá eventualmente.
Otra vez, Isaías es el portador no sólo de buenas noticias sino de malas noticias. El profeta se presenta ante el rey con dos preguntas que Ezequías debió captar en el acto su objetivo: “¿De dónde vinieron esos hombres y qué te dijeron? La segunda pregunta fue más puntual: “¿Qué vieron en tu casa?”. ¡Cuántas reflexiones hemos escuchado partiendo de esta pregunta!
El Señor le anticipó las terribles consecuencias de haber cometido esta gran falta (vv.6-8) Esto nos enseña que lo que hacemos sea grande o pequeño tiene resultados para bien o para mal.
“Si Ezequías hubiese aprovechado la oportunidad que se le concedía para atestiguar el poder, la bondad y la compasión del Dios de Israel, el informe de los embajadores habría sido como una luz a través de las tinieblas. Pero él se engrandeció a sí mismo más que a Jehová de los ejércitos.” PR 256
En Profetas y Reyes encontramos una lección importante de la experiencia de Ezequías: “Aquellos con quienes nos asociamos día tras día necesitan nuestra ayuda, nuestra dirección. Pueden hallarse en tal condición mental que una palabra pronunciada en sazón será como un clavo puesto en lugar seguro. Puede ser que mañana algunas de esas almas se hallen donde no se las pueda alcanzar. ¿Qué influencia ejercemos sobre esos compañeros de viaje?” PR 257
Pidamos a Dios nos de su dirección y ayuda para que en nuestras relaciones con los demás seamos bendición. ¡Que así nos ayude el Señor!
Un feliz día para todos.