


Martes, enero 21 – Jeremías 16, 17
1. ¿Qué le prohibió Dios a Jeremías hacer? (Jeremías 16:2, 5, 8)
2. ¿Qué hermosa oración de Jeremías debería ser también la nuestra? (Jeremías 16:19)
3. ¿Con qué fue escrito el pecado de Judá? (Jeremías 17:1)
4. ¿A quién dijo Dios que sería maldito? (Jeremías 17:5)
5. ¿Quién sería bendito? (Jeremías 17:7)
Dios dio a Jeremías instrucciones raras para simbolizar el juicio venidero: le prohibió casarse, llorar a los muertos y asistir a banquetes. Estas prohibiciones servían como símbolos proféticos de la devastación futura de Judá. El matrimonio y los hijos representan esperanza y continuidad, el luto representa compasión, y los banquetes representan alegría. La ausencia de estas prácticas señalaba un tiempo de muerte, tristeza y pérdida generalizados.
Dios explica por qué viene el juicio: Judá había persistido en la rebelión, siguiendo los pecados de sus antepasados y añadiendo más culpa. Adoraron ídolos, rechazaron los mandamientos de Dios y vivieron conforme a sus corazones malvados. A pesar de las repetidas advertencias, se negaron a arrepentirse.
Sin embargo, en medio de la advertencia, promete restauración. Declara que la liberación del exilio babilónico sería incluso más significativa que el éxodo de Egipto. Dios traería a Su pueblo de regreso de todas las tierras donde habían sido esparcidos, mostrando Su poder y fidelidad.
Jeremías eleva una oración sincera: “Oh Jehová, fortaleza mía y fuerza mía, y refugio mío en el tiempo de la aflicción” (Jer. 16:19). Esta oración expresa confianza en Dios a pesar del desastre inminente. Dios también promete que las naciones reconocerán Su poder y autoridad, y lo adorarán como el único Dios verdadero.
En Jeremías 17, el profeta describe vívidamente el pecado de Judá como grabado con cincel de hierro y punta de diamante en sus corazones y altares. Su rebelión era profunda y permanente, afectando tanto sus corazones como sus prácticas de adoración externa.
Dios contrasta dos tipos de personas:
1. “Maldito el varón que confía en el hombre” (Jer. 17:5). Esta persona es comparada con un arbusto seco en el desierto, incapaz de prosperar o dar fruto.
2. “Bendito el varón que confía en Jehová” (Jer. 17:7). Esta persona es como un árbol plantado junto a corrientes de agua, que permanece verde y fructífero, incluso en tiempos de sequía.
Jeremías advierte en contra de confiar en el corazón, declarando: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso” (Jer. 17:9). Las emociones y deseos humanos son poco fiables y, a menudo, conducen al engaño propio. Solo Dios puede escudriñar y probar el corazón, recompensando a cada persona según sus acciones y motivaciones.
El profeta también advierte en contra de confiar en las riquezas mal habidas: “Como la perdiz que cubre lo que no puso, es el que injustamente amontona riquezas” (Jer. 17:11). Las riquezas obtenidas injustamente no brindarán seguridad duradera y, finalmente, humillarán a quien las posea.
Jeremías proclama la soberanía de Dios: “Trono de gloria, excelso desde el principio, es el lugar de nuestro santuario” (Jer. 17:12). Solo Dios es digno de confianza y adoración.
El capítulo concluye con un llamado a santificar el sábado. Dios ordena a Jeremías recordar al pueblo la importancia de guardar el día de reposo como un signo del pacto. La obediencia traería bendición y preservación, mientras que la desobediencia resultaría en destrucción y fuego sobre Jerusalén.
La vida y el mensaje de Jeremías nos recuerdan el costo de la fidelidad en tiempos de decadencia espiritual. A pesar del rechazo y el aislamiento, Jeremías permaneció firme transmitiendo la Palabra de Dios.
“La gracia sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo con amor inalterable. Amén.” (Efesios 6:24)
¡Que tengas un día bendecido y próspero!