


Sábado, mayo 17 – Lucas 20, 21
1. ¿Qué piensas sobre la vacilación de los líderes religiosos para reconocer a Juan el Bautista y a Jesús como el Mesías? (Lucas 20:1–8; compárese con Juan 1:19–27)
2. Lucas 20:1 dice que Jesús predicaba. ¿Por qué sus corazones no ardían al escuchar sus palabras? ¿Recuerdas a los discípulos en el camino a Emaús?
3. ¿Cómo explicarías Lucas 20:17–18 a alguien que no esté familiarizado con este pasaje?
4. En medio de incertidumbres políticas, económicas, y posibles impuestos o inflación, ¿qué principio podemos aprender o aplicar de Lucas 20:25?
5. En Lucas 21, Jesús habla del futuro y de su segunda venida. Lo hace después de mencionar la ofrenda que dio una viuda en el templo: “¡Ella dio todo lo que tenía!” (Lucas 21:4). ¿Le hemos dado a Dios todo lo que tenemos? ¿Podemos hacer más para compartir las buenas nuevas? ¿Estamos siendo faros de esperanza en un mundo donde parece florecer la oscuridad?
En Lucas 20 y 21, se nos ofrece un vistazo de la desconexión espiritual entre los líderes religiosos y el Mesías, Jesucristo nuestro Señor. Por generaciones, los ancianos, los escribas, los fariseos, los saduceos y toda la nación de Israel (el pueblo escogido de Dios) habían enseñado, predicado y profetizado la inminente llegada del Mesías.
Sin embargo, algo sucedió en el camino.
Algunos perdieron de vista lo que era importante (o más bien, quién era importante). Algunos comenzaron a buscar sus propios placeres para llenar el vacío en sus corazones. Otros comenzaron a “obedecer” como un medio para lograr redención. No necesitaban gracia, redención ni un Salvador; solo necesitaban ser rígidos en la obediencia a la ley de Dios y, más aún, a las leyes y tradiciones que ellos mismos habían creado. Su autosuficiencia era tan grande que no pudieron reconocer a Jesús como el Mesías.
En el capítulo 20 los principales sacerdotes y los escribas cuestionan la autoridad de Jesús. Él responde a su pregunta sobre la autoridad y relata una parábola de los labradores malvados (una parábola que describe su condición). En lugar de reconocer que estaban equivocados, los principales sacerdotes y los escribas se desconectaron aún más y buscaron “echarle mano” a Jesús (solo dudaron porque temían al pueblo; v. 19).
Los fariseos intentaron engañar a Jesús con una pregunta sobre los impuestos y los saduceos intentaron ridiculizarlo porque no creían en la resurrección. Sin embargo, todo ese esfuerzo fue en vano. ¡Jesús es el Señor, y Jesús es Amor! Jesús dejó a su audiencia maravillada con sus respuestas. En lugar de reprenderlos, porque Jesús ama a todos, continuó enseñándoles y extendiéndoles gracia.
Ofreció amonestación (Lucas 20:45–47), ánimo para darlo todo a Dios (Lucas 21:1–4), profecías desde el presente/futuro cercano hasta su segunda venida (Lucas 21:5–28), una parábola para ayudarnos a reconocer la cercanía de su regreso, y una advertencia de que siempre debemos estar vigilantes.
Lamentablemente, no todos reconocieron a Jesús como su Señor y Salvador. Jesús no era lo que esperaban.
Quiero animarnos a fortalecer nuestra relación con Cristo. Muchas cosas pueden desviar nuestro enfoque de Jesús o darnos una imagen equivocada de quién es Dios.
¡Siempre debemos mirar hacia el cielo!
Hoy oro para que podamos ver a Jesús y compartirlo con otros mientras esperamos su gloriosa aparición. “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.” (2 Corintios 8:9).
Mi oración es: “Oh Padre precioso, por favor obra en nosotros y a través de nosotros, para el bien de todos. Ayúdanos a tener comunión contigo cada día hasta que te veamos cara a cara. Amén.”