


Viernes, julio 25 – Tito 1, 2
1. ¿Qué principios dados a Tito y a los cretenses debemos aplicar personalmente cada uno de nosotros? (Tito 1:5-9; 2:1-14)
2. ¿Qué segmento de la iglesia quedó fuera en toda la exhortación de Pablo en estos dos capítulos? (Tito 2:1-10)
3. ¿Será que esta epístola la podemos considerar como un pequeño manual de iglesia? (Tito 1:5; 2:1, 15)
De las trece o catorce epístolas de Pablo, las dirigidas a Timoteo, Tito y Filemón son las únicas de carácter personal. Admiro el don del apóstol Pablo como mentor de sus jóvenes colaboradores en el ministerio: Silas, Timoteo, Tito, Bernabé, Lucas, Epafrodito, Apolo, Epáfras, Tíquico, Aristarco y Demas, aunque este último dice la tradición que se apartó de la fe.
“El apóstol hizo de la enseñanza de jóvenes para el oficio de ministros una parte de su obra. Los llevaba consigo en sus viajes misioneros, y así adquirían la experiencia necesaria para ocupar más tarde cargos de responsabilidad. Mientras estaba separado de ellos, se mantenía al tanto de su obra, y sus epístolas a Timoteo y Tito demuestran cuán vivamente anhelaba que obtuviesen éxito.” (HAp 296)
En cuanto a Tito, no tenemos mucha información. El libro de los Hechos no lo menciona. La primera mención la encontramos en Gálatas 2:1-3. Pablo consideraba a este joven colaborador como digno de confianza. El apóstol lo asignó como pastor y líder espiritual de las iglesias en la isla de Creta.
La encomienda dada a Tito en aquellas congregaciones era la de hacerle frente a los problemas de inmoralidad. Pablo lo instruyó para que seleccionara ancianos (obispos, o epíscopos, presbúteros), hombres que fueran de carácter piadoso. Por supuesto, esto no excluía que las mujeres también poseyeran estas virtudes. La epístola fue escrita entre el primer y el segundo encarcelamiento de Pablo, alrededor del año 65 d. C.
Además, Tito tenía que atender las dificultades provocadas por los falsos maestros, probablemente judíos no muy convertidos. Así que el consejo de Pablo a Tito es que cuide de la sana doctrina.
Aquí encontramos a los falsos maestros desenmascarados. Los judaizantes insistían en que los creyentes cristianos se circuncidaran y guardaran otras leyes ceremoniales ya abolidas. La directriz del apóstol es contundente: “a estos se les debía dar un tapaboca” (v. 11), porque andaban trastornando a los hermanos con enseñanzas sin fundamento en los principios de la Palabra de Dios. Aparentemente, estos falsos maestros en la iglesia continuaban imitando actitudes y prácticas propias de los ciudadanos cretenses. Pablo toma prestadas las palabras del célebre Epiménides, a quien los cretenses lo consideraban un profeta. Él los describía como “mentirosos, malas bestias, glotones ociosos”.
La instrucción a Tito es que los reprenda con severidad para que sean sanos en la fe. Las falsas enseñanzas que estaban penetrando en esas congregaciones cretenses las llama Pablo “mandamientos de hombres”.
Los versos 14 y 15 deben interpretarse en su contexto. Hay algunos, como se dice comúnmente, que se agarran de un clavo caliente para defender un punto de vista particular. Aquí no se trata de las leyes del A.T. que tratan de los alimentos limpios o inmundos. Pablo no está indicando que para el cristiano ahora todas las cosas sean limpias para el consumo. Él está hablando de la pureza ritual del judaísmo.
El apóstol hace la distinción entre los que tratan de compensar su falta de pureza moral con purificaciones ceremoniales. Pablo las llama “fábulas judaicas” (v. 14). El practicar o no las ceremonias no exime al cristiano de su pureza moral. En síntesis, los puros de corazón son los que entienden la experiencia de la justificación por la fe y están al tanto de los peligros del sistema judaico de ritos ceremoniales y fábulas. “Los que así viven, profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra.” (v. 16)
En el capítulo 2 el apóstol instruyendo a Tito para que “hable lo que está de acuerdo con la sana doctrina”. Después de establecer las cualidades de los dirigentes de la iglesia (capítulo 1), Pablo ahora habla de cómo debe ser la vida entre los cristianos ante “la esperanza bienaventurada”.
Como un padre a su hijo, exhorta a Tito a que sea un ejemplo a los jóvenes en cuanto a la prudencia, las buenas obras, mostrando en la enseñanza integridad, seriedad, palabra sana e irreprochable, para que el adversario se avergüence por no encontrar nada malo que decir de vosotros.
Todo lo dicho hasta aquí sólo se puede lograr por la gracia de Dios obrando en nosotros. El resultado será que renunciaremos a la impiedad y a los deseos mundanos. El llamado es a que vivamos sobria, justa y piadosamente, mientras aguardamos “la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo”. Sin dudas que podemos llamar a Jesús, Dios y Salvador, porque lo es.
Doy gracias a Pablo por dejarnos esta breve epístola, pero rica en enseñanzas.
Dios les bendiga a todos en este día.