


Domingo, abril 20 – Juan 2, 3 – Lectura adicional, El Deseado de Todas la Gentes, capítulos 15 – 17
1. ¿Como fue el vino que resultó del milagro de Jesús? Juan 2:9
2. ¿Por qué Jesús no confiaba en el hombre? Juan 2:24, 25
3. ¿Cuál es la muestra suprema del amor de Dios? Juan 3:16
Es hermoso y significativo que Jesús haya realizado el primer milagro de su ministerio asistiendo a una boda en Cana de Galilea. Era una boda de parientes, allí estaban María y Jesús con algunos de sus discípulos.
“Jesús no empezó su ministerio haciendo alguna gran obra delante del Sanedrín de Jerusalén. Su poder se manifestó en una reunión familiar, celebrada en una pequeña aldea de Galilea, para aumentar el placer de una fiesta de bodas. Así demostró su simpatía por los hombres y su deseo de contribuir a su felicidad.” DTG 118
Su presencia y primer milagro muestran la importancia que Dios le da al matrimonio, su simpatía por las relaciones y celebraciones humanas, su deseo de bendecir y su poder para hacerlo.
Sobre la respuesta de Jesús a su madre, “¿Qué tiene que ver esto con nosotros, mujer? Aún no ha llegado mi hora”, cuando ella le dijo que faltaba el vino, comenta el Deseado de todas las Gentes: “Esta respuesta, por brusca que nos parezca, no expresaba frialdad ni falta de cortesía. La forma en que se dirigió el Salvador a su madre estaba de acuerdo con la costumbre oriental.” DTG 120
Dice además el Comentario Bíblico Adventista: “Por las instrucciones que María dio a los que servían, es evidente que ella no entendió la respuesta de Jesús como una negativa (Juan 2: 5). Se conformaba con que Jesús satisficiera la necesidad a su debido tiempo y en la forma que a él le pareciera.” CBA, Juan 2:4
“Haced todo lo que él os diga” enseña que en la obediencia deliberada y cuidadosa es la respuesta a los dilemas y problemas que enfrentamos en la vida. Aun cuando falte y no haya de dónde sacar, cuando nos encontramos en aprietos imprevistos, cuando estamos en necesidad por la mala administración, escuchemos a María, “Haced todo lo que él os diga”.
Cuando invitamos a Jesús a nuestras celebraciones, cuando le hacemos parte de eventos importantes de vida, cuando confiamos en sus instrucciones, aunque no parezcan tener sentido, cuando le invitamos a nuestros dilemas y necesidades, encontraremos que Él convertirá nuestra agua en vino. Su provisión siempre será de mejor calidad y más dulce que lo que nuestros esfuerzos y conocimientos pueden producir.
Sobre la purificación del templo que se relata en Juan 2 dice el Comentario Bíblico Adventista: “Esta fue la primera limpieza del templo que hizo Jesús, su primer acto de importancia nacional. Al realizarlo Cristo declaró su derecho a manejar los asuntos del templo y anunció su misión como el Mesías. La segunda limpieza aconteció tres años más tarde, en ocasión de la cuarta pascua (ver pp. 901 183, 238; diagrama 5, p. 219; com. Mat. 21: 12-17) como un recordativo de que el derecho de Cristo todavía era válido.” CBA, Juan 2:14
Las palabras de Jesús, “Quitad esto de aquí, y no convirtáis la casa de mi Padre en casa de mercado”, no prohíben las ventas en los predios del tempo que se hagan en beneficio de la obra de Dios, lo que prohíben es el mercadeo para el enriquecimiento personal. Por otro lado no es la voluntad expresa de Dios que la iglesia dependa de ventas en detrimento de la fidelidad del mayordomo.
Dice Elena White: “Al entrar Jesús en el templo, su mirada abarcó toda la escena. Vió las transacciones injustas. Vio la angustia de los pobres, que pensaban que sin derramamiento de sangre no podían ser perdonados sus pecados. Vio el atrio exterior de su templo convertido en un lugar de tráfico profano. El sagrado recinto se había transformado en una vasta lonja.” DTG 130.
En Juan 3 está el relato del encuentro nocturno de Jesús con Nicodemo, un fariseo que era un dignatario judío, miembro del Sanedrín. De su conversación aprendemos que no podemos depender para nuestra salvación de la profesión religiosa. Para ver el reino de Dios hace falta la transformación total que solo el Espíritu Santo puede hacer.
“La vida del cristiano no es una modificación o mejora de la antigua, sino una transformación de la naturaleza. Se produce una muerte al yo y al pecado, y una vida enteramente nueva. Este cambio puede ser efectuado únicamente por la obra eficaz del Espíritu Santo.” DTG 143
Permitamos que el Espíritu Santo haga su obra de transformación en nosotros.
Que tengas un día bendecido.