Miércoles, abril 23 – Mateo 5, Lucas 6

1. ¿Cómo puedes demostrar el amor de Cristo a alguien que te ha hecho daño o que consideras difícil de amar?

2. ¿De qué manera tu vida refleja el amor incondicional de Dios en situaciones de conflicto o tensión?

3. ¿Qué pasos puedes tomar hoy para vivir el llamado de Jesús a amar a tus enemigos y orar por quienes te han hecho mal?

Iryna es una mujer ucraniana que, en lugar de responder con resentimiento a los rusos que emigraban a los Estados Unidos debido a la guerra, decidió recibirles con amor cristiano. Cada día llegaba con una camisa de Ucrania y, con abrazos, comida, música y una sonrisa, les servía con amor. Con frecuencia decía: “Si Jesús los ama, ¿quién soy yo para no amarlos?”. A pesar de la guerra su corazón reflejó la misericordia de Dios, demostrando que el amor cristiano trasciende fronteras y enemistades. Su dedicación y servicio han inspirado a muchos en la iglesia y en la comunidad a hacer lo mismo. Muchas veces fui con ella y es increíble como el amor puede cambiar vidas y atraer a otros a desear conocer de Jesús.

La gente necesita esperanza, especialmente aquellos que están en su peor momento, como los inmigrantes. La iglesia es llamada a impartir esa esperanza y ánimo con los necesitados por medio de nuestros actos de amor sin fronteras como Cristo nos enseñó. Somos las manos de Dios para aquellos que no pueden verle y que en adversidad necesitan un poco de fe. Muy pocos mensajes llegarán con tanta fuerza al corazón de la gente como el mensaje de amor en medio del odio y la división de este mundo.

En Mateo 5:43-48, Jesús dice: “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (vv. 43-44).

Este mandato es una revolución del amor. En la cultura de la época, se esperaba amar a los amigos y odiar a los enemigos, pero Jesús rompe este esquema. Su llamado es a un amor que no está basado en la reciprocidad, sino en la naturaleza misma de Dios. Dios no discrimina en su amor; Él hace salir el sol sobre justos e injustos. Así como Iryna que encontró su propósito sirviendo a sus “enemigos” con todas las herramientas y bendiciones que Dios le había dado.

Lucas 6:27-36 refuerza esta enseñanza, mostrando que el amor genuino no espera nada a cambio: “Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman” (v. 32). Amar de esta manera es reflejar la misericordia del Padre, quien es “benigno para con los ingratos y malos” (v. 35). El evangelio se refleja en este amor desinteresado que entrega hasta el final, que ama sin fronteras.

Amar como el Padre significa actuar con gracia, ofrecer perdón y buscar el bien de todos, sin importar sus acciones hacia nosotros. Esta forma de amar es tan radical que puede causar incomodidad porque no parece justa. Dios nos llama a amar a quienes no lo merecen. Pero eso es gracia, recibir lo que no merecemos. El sermón del monte enseña a amar a Jesús y a servir a los demás.

Este amor nos desafía a dejar el deseo de venganza y a confiar en que Dios es el juez justo. Este amor radical que propone el sermón del monte es la marca misma de la perfección, que trasciende la letra y va al corazón de la ley.

No podemos amar de esta manera con nuestras propias fuerzas. Necesitamos la ayuda del Espíritu Santo para vivir este amor. Filipenses 2:13 dice: “Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”. Cuando buscamos a Dios en oración y meditamos en su Palabra, recibimos la capacidad de amar como Él ama.

Jesús mismo dio el mayor ejemplo al orar por sus verdugos en la cruz: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). Este es el amor al que somos llamados, un amor que refleja la gracia redentora de Cristo.

El amor que Jesús enseña en Mateo 5 y Lucas 6 es un amor que desafía nuestras tendencias naturales y nos llama a reflejar la imagen de Dios en el mundo. Este amor no es débil ni pasivo; es valiente, decidido y lleno de gracia. No depende de las circunstancias ni de los sentimientos, sino de la decisión de vivir conforme al corazón de Dios. Esto significa ser perfecto, mostrar misericordia y amar sin límites. La perfección que Dios busca no es una meta final sino un camino por el cual demostramos cuánto el evangelio nos ha cambiado.

El testimonio de Iryna nos recuerda que el amor de Cristo en acción puede transformar vidas. Cuando amamos como Jesús nos manda, nos convertimos en verdaderos hijos del Padre celestial, llevando luz a un mundo oscurecido por el odio y la división. Que el Espíritu Santo nos ayude a vivir este amor en cada área de nuestra vida, reflejando el amor radical del Reino de Dios.