


Martes, febrero 25 – Ezequiel 20, 21
1. ¿Qué le dio Jehová a Israel como señal entre Él y ellos? (Ezequiel 20:12)
2. ¿Qué le pidió Jehová a Israel? (Ezequiel 20:19-20)
3. ¿Qué tres métodos de adivinación usó Nabucodonosor para decidir si atacaba Jerusalén o Rabá? (Ezequiel 21:21)
Los ancianos de Israel acudieron a Ezequiel para consultar a Jehová, pero Dios se negó a responderles porque habían ignorado persistentemente Sus mandamientos. Buscar más luz cuando se rechazan las revelaciones antes recibidas es una actitud presuntuosa. En lugar de responder directamente, Dios les recordó la historia de la desobediencia de Israel y de Su fidelidad y misericordia.
Dios les recordó Su pacto con Abraham, Isaac y Jacob, reafirmando Su promesa de llevarlos a la Tierra Prometida. Mientras aún estaban en Egipto, les ordenó que abandonaran la idolatría, pero se negaron. A pesar de su rebeldía, Dios los preservó y los sacó de Egipto por amor a Su nombre.
Incluso después de su liberación, Israel continuó aferrándose a la idolatría, adorando tanto a Dios como a los ídolos falsos. Contuvo Su juicio para preservar Su Nombre entre las naciones. Esto refleja una lucha humana común: profesar fe en Dios mientras se mantienen deseos mundanos.
Dios no solo liberó a Israel, sino que también les dio Su ley y estableció el sábado como una señal. El sábado les recordaba la creación, la santificación y la liberación de la esclavitud. Sin embargo, Israel profanó el sábado, lo que trajo severas consecuencias. El sábado sigue siendo una señal y una bendición para el pueblo de Dios. En un mundo que cree en la evolución o en una creación sin Dios, el sábado sigue recordándonos el poder y propósito del Creador.
Aun en medio de la rebeldía de Su pueblo, Dios les ofreció misericordia: “Por tanto, yo os juzgaré a cada uno según sus caminos, oh casa de Israel, dice Jehová el Señor. Convertíos y apartaos de todas vuestras transgresiones, y no os será la iniquidad causa de ruina.” (Ezequiel 18:30). Dios no quiere la destrucción de los impíos, sino que los llama al arrepentimiento.
El profeta estaba cansado porque el pueblo desestimaba sus palabras como meras parábolas.
El capítulo 21 es conocido como el Cántico de la Espada porque enfatiza el juicio inminente de Dios sobre Jerusalén. La espada de juicio de Jehová estaba desenvainada y dispuesta contra la ciudad. Este juicio afectaría tanto a los justos como a los impíos.
La espada de Jehová estaba lista para una destrucción rápida y decisiva. Esta fue una advertencia de que el juicio era inevitable debido a la continua desobediencia del pueblo.
Nabucodonosor utilizó métodos paganos de adivinación para decidir si atacaba Jerusalén o Rabá. Aunque estos métodos eran supersticiosos, Dios soberanamente dirigió los eventos para asegurar la destrucción de Jerusalén.
Sedequías, el último rey davídico antes del exilio babilónico, fue condenado por su rebelión. Dios declaró: “Depón la tiara, quita la corona… A ruina, a ruina, a ruina lo reduciré… hasta que venga aquel cuyo es el derecho, y yo se lo entregaré.” (Ezequiel 21:26-27). Esta profecía mesiánica apunta a Jesucristo, el verdadero y legítimo Rey.
Ezequiel 20 y 21 contienen tanto una advertencia como un mensaje de esperanza. Nos recuerdan que la desobediencia conduce al juicio, pero el arrepentimiento lleva a la restauración. Aunque Israel se rebeló, Dios aún extendió Su misericordia.
Hoy, Dios nos llama a apartarnos del pecado y a comprometernos completamente con Él. Desea nuestra devoción total, no una lealtad dividida. Prestemos atención a Su llamado, recordando que la verdadera seguridad no se encuentra en las cosas de este mundo, sino en Jesucristo, nuestro legítimo Rey y Salvador.
¡Que tengas un día bendecido y próspero!