


Sábado, julio 19 – Efesios 5, 6
1. ¿Qué significa imitar a Dios como hijos suyos? (Efesios 5:1, 2)
2. ¿Qué clase de palabras advierte Pablo que deben evitar los creyentes? (Efesios 5:3, 4)
3. ¿Por qué deben los creyentes vestirse de toda la armadura de Dios? (Efesios 6:11, 12)
4. ¿Cómo deben reflejar las relaciones cristianas el amor de Cristo? (Efesios 5:21-33)
En Efesios 5 y 6, Pablo llama a los creyentes a una vida que refleje el amor de Cristo. Escribe: “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros…” (Efesios 5:1-2, RVR60)
Imitar a Dios significa vivir en amor, una vida moldeada por el sacrificio de Cristo. En contraste, Pablo advierte a los creyentes que eviten la inmoralidad sexual, la impureza y la avaricia. Estos pecados, muchas veces ligados a las prácticas paganas, no tienen lugar entre el pueblo de Dios.
Igualmente peligrosos son los pecados de la lengua. Pablo insta a los creyentes a evitar la obscenidad, las conversaciones necias y los chistes groseros. Tales palabras, dice, no convienen a los santos. En lugar de eso, nuestro hablar debe reflejar gratitud y gracia.
Pablo advierte solemnemente: “Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios.” (Efesios 5:5, RVR60)
Exhorta a los creyentes a no dejarse engañar pensando que, por ser cristianos, su conducta ya no importa. La ira de Dios viene sobre quienes persisten en tales pecados.
Antes de conocer a Cristo, los creyentes vivían en tinieblas. Pero ahora son “luz en el Señor” (Efesios 5:8). Pablo les anima a “andar como hijos de luz.” Una vida transformada comienza con la gracia, pero requiere discernimiento. Estamos llamados a probar lo que agrada al Señor y rechazar lo que no conviene a una vida dedicada a Él.
“Cuanto más se acerque el hombre a la semejanza divina, tanto más claramente verá sus propios defectos.” — Testimonios para la Iglesia, Tomo 3, p. 265
Los creyentes deben brillar con la luz de Dios, exhortándose mutuamente a apartarse del error. Pablo nos recuerda que el tiempo es breve y vivimos en días malos. Debemos ser sabios, buscando la voluntad del Señor.
Pablo contrasta la embriaguez con ser llenos del Espíritu. En lugar de perder el control, los creyentes llenos del Espíritu desbordan en salmos, himnos y cánticos espirituales.
Nuestro corazón, por así decirlo, se convierte en una fuente de alabanza y gozo.
Pablo habla del matrimonio, exhortando a las esposas a respetar a sus esposos, y a los esposos a amar a sus esposas como Cristo ama a la iglesia. El señorío de Cristo no solo implica autoridad, sino cuidado sacrificial. Los esposos han de amar a sus esposas: “Así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella.” (Efesios 5:25, RVR60). El matrimonio refleja la sagrada relación entre Cristo y su pueblo.
A los hijos se les manda honrar a sus padres, un mandamiento ligado a la promesa de bendición. Los padres, por su parte, no deben provocar a ira a sus hijos, sino criarlos en la disciplina y amonestación del Señor.
Pablo habla también a siervos y amos, subrayando que ambos están bajo la autoridad de Cristo. Cualquiera sea su condición terrenal, todos sirven al Señor, quien no hace acepción de personas.
Concluye su carta describiendo nuestra lucha espiritual: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo…” (Efesios 6:12, RVR60)
Los creyentes deben vestirse de toda la armadura de Dios: la verdad, la justicia, el evangelio de la paz, la fe como escudo, la salvación como yelmo, y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios. Esta armadura nos prepara para resistir las asechanzas del diablo, desde tentaciones hasta falsas enseñanzas.
“Tiempos peligrosos están delante de nosotros. Cada uno que tenga conocimiento de la verdad debe despertarse, y colocarse, cuerpo, alma y espíritu, bajo la disciplina de Dios. El enemigo está tras nuestras huellas; debemos estar bien despiertos, en guardia contra él; debemos vestirnos de toda la armadura de Dios…” — Testimonios para la Iglesia, Tomo 3, p. 265
Mi oración: Señor, ayúdanos a imitarte en amor, a vivir como hijos de luz y a vestirnos de tu armadura. Que nuestras palabras te honren y nuestras relaciones reflejen tu amor. Guárdanos fieles hasta tu regreso. Amén.