


Domingo, julio 6 – Romanos 8, 9
1. ¿Quién intercede por nosotros cuando no sabemos cómo orar? Romanos 8:26
2. ¿Qué significa que Dios hace que “todas las cosas cooperen para bien”? Romanos 8:28
3. ¿Sobre qué base Dios escoge a algunos para cumplir sus propósitos? Romanos 9:11–16
Aquí leemos que Romanos 8 es uno de esos capítulos que no solo se leen, se sienten. Me ha pasado más de una vez: momentos en que no tengo palabras para orar (más de lo que creen), y al recordar que el Espíritu intercede por mí (v.26), simplemente descanso. Es un capítulo que abraza, que recuerda que no hay condenación para los que estamos en Cristo Jesús (v.1), que no somos esclavos del temor, somos hijos del Rey de reyes.
Cuando llego a los versos 29 y 30, con palabras como “predestinó” y “llamó”, entiendo que Pablo no está queriendo complicarnos la fe, sino asegurarnos que Dios lleva el control desde el inicio hasta el final, y yo digo ¡amén! Nuestra historia, aunque tenga momentos difíciles y complicados, está en manos del Dios que ya nos vio completos en Cristo.
Luego, Romanos 9 cambia el tono. Pablo se abre el corazón y muestra su dolor por aquellos que no han creído. Es un capítulo más tenso, más complejo, porque habla de elección, de misericordia, de lo que escapa a nuestro entendimiento humano. Pero lo que me consuela es que la misericordia de Dios nunca se agota. Él sigue teniendo un plan, incluso cuando no lo comprendemos todo.
Hay días en los que sentimos que todo está fuera de lugar. Que oramos y no sabemos ni cómo empezar. Romanos 8 me recuerda que no estoy solo, que incluso cuando me faltan las palabras, el Espíritu me entiende. Y que, aunque mi situación no tenga sentido ahora, Dios la puede usar para mi bien. No es una promesa vacía; es una certeza basada en su amor eterno.
Y cuando pienso en la soberanía de Dios en Romanos 9, no me siento intimidado, sino cuidado. No todo depende de mí. Mi historia no está a la deriva. Hay un propósito, incluso en el silencio.
Hoy quiero dejarte con esta verdad: nada podrá separarte del amor de Dios que es en Cristo Jesús (Romanos 8:39). Que su paz te abrace donde estés, y que el Espíritu Santo sea tu guía, tu consuelo y tu fuerza a lo largo del día.