


Sábado, mayo 10 – Lucas 14, 15
1. ¿Cuál era la disposición de los fariseos hacia Jesús? Lucas 14:1
2. ¿Qué le da su valor a la sal? Lucas 14:34
3. ¿Qué murmuraban los fariseos y los escribas de Jesús? Lucas 15:1
En Lucas 14, encontramos a Jesús sentado a la mesa de un gobernante fariseo. En su gracia aprovechaba cada oportunidad para alcanzar a todos. Seguramente esta influyente persona y sus amigos tenían una necesidad especial de ser alcanzados por la gracia de Dios.
Sea por necesidad o subterfugio, había allí un hombre hidrópico. Esta es una condición en la cual se produce inflamación considerable en el cuerpo por la acumulación de líquido. En términos más contemporáneos se conoce como edema. Es sintomático de que algo anda muy mal en el organismo. Puede causar el fallo en el corazón y puede afectar seriamente los riñones o el hígado.
Aliviar el sufrimiento era parte central de la misión del Salvador. Dice Isaías, “el llevó nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores”, Isaías 53:4. Al rescatar a este hombre tan enfermo del pozo del dolor y la muerte, Jesús lo estaba bendiciendo a él y a su familia y al mismo tiempo estaba dando una valiosa lección a sus “piadosos” anfitriones. El espíritu del mandamiento se encuentra en la compasión. Si vamos a errar, es más seguro hacerlo del lado de la misericordia.
Parece que hubo alguna discordia en la reunión en relación con la asignación de asientos. “Según el Talmud (Berakoth 46b), los principales asientos eran los que estaban junto al anfitrión.” CBA, Lucas 14:7. Los escribas y fariseos buscaban satisfacer su vanidad buscando los primeros asientos. Jesús ofrece un consejo práctico a sus acompañantes que sirve para nosotros también. Es mejor que te inviten a pasar adelante a que te pidan que te muevas para atrás.
Es revelador notar en sus palabras que Jesús no estaba buscando popularidad para si, sino salvación para la humanidad. No era un político ni buscaba fama, poder y dinero. Por eso la multitud no servía a sus propósitos. Era más bien un obstáculo para llegar a la persona. Por eso los desamina hablándoles del nivel de compromiso que requiere ser su discípulo.
“En este momento, cerca del fin del ministerio de Jesús, parece que había una convicción creciente en muchos de que Jesús estaba a punto de proclamarse, en rebelión contra Roma, como el caudillo de Israel (ver com. Mat. 19: 1- 2; 21: 5, 9-11). Sin duda muchos le habían seguido con intenciones sinceras, pero es probable que la mayoría lo hacía por curiosidad o por motivos egoístas.” CBA, Lucas 14:25
Para entender el significado de las duras palabras de Lucas 14:26, busquemos la ayuda del Comentario Bíblico Adventista.
“Aborrecer” muchas veces debe entenderse como un hebraísmo que significa llamar menos” (Deut. 21: 15-17). Este sentido se ve claramente en el pasaje paralelo donde Jesús dice: “El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí” (Mat. 10: 37). Es evidente que Cristo presentó esta hipérbole para destacar en forma concreta ante sus seguidores que en todo momento deben darle al reino de los cielos el primer lugar en sus vidas. Se repite el principio que debe regir en cuanto a los bienes materiales: a qué le daremos el primer lugar en la vida (ver com. Mat. 6:19-34).” CBA, Lucas 14:26
El discipulado tiene un alto costo en moneda terrenal. Requiere el compromiso total del discípulo con el Maestro que lleva al sacrificio. Requiere confiar en Dios con la familia. Así lo hizo Abraham cuando Dios le pidió que sacrificara a su hijo. Dios no hizo menos cuando dio a su único hijo en sacrificio. Jesús dejó el padre y su hogar por nosotros, se expuso al enemigo y fue obediente por nosotros hasta la muerte.
En el clásico “En pos de lo supremo”, Oswald Chambers comenta: “Nuestro Señor da a entender que los únicos hombres y mujeres que Él usará en Su obra de edificación son aquellos que lo aman personalmente, apasionadamente y con devoción, por encima de cualquier otro lazo cercano en la tierra. Las condiciones son estrictas, pero son gloriosas.” En pos de lo supremo, Oswald Chambers, 7 de mayo.
Lucas 15 tiene tres parábolas clásicas dedicadas a ilustrar el perseverante amor de Dios. Como se ha dicho, la moneda no sabía que estaba perdida, la oveja no sabía cómo regresar y el hijo pródigo no quería regresar. Jesús muestra que el Padre procura al que no sabe, rescata al perdido y recibe a quien está arrepentido.
En la parábola hay dos hijos pródigos, uno perdido en el mundo y otro perdido en la casa, porque no conocía el corazón del Padre. Como la moneda, estaba perdido y no lo sabía. Al hijo lejano le era más obvia su necesidad de arrepentimiento.
Dios te conceda un día muy bendecido.