


Sábado, mayo 24 – Marcos 14, Lucas 22
1. ¿Qué revela la oración de Jesús en Getsemaní sobre cómo podemos enfrentar nuestras propias pruebas? Marcos 14:35, 36
2. ¿Qué diferencia hubo entre la traición de Judas y la negación de Pedro? ¿Cómo responde Jesús ante cada una? Lucas 22:48, 61
3. Al participar de la Cena del Señor, ¿cómo puedes renovar tu compromiso con Cristo y su sacrificio?
Marcos 14 y Lucas 22 nos trasladan al umbral de la pasión de Cristo, donde los eventos se intensifican y la tensión espiritual, emocional y teológica alcanza su punto culminante. Estos capítulos, aunque narrados desde dos perspectivas, convergen en un mismo mensaje: la obediencia perfecta de Jesús frente al sufrimiento, el abandono humano y la traición.
Estudiaremos juntos cómo estas narrativas revelan tanto la fragilidad humana como la fidelidad inquebrantable del Salvador.
“El espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” (Marcos 14:38). En ambos capítulos, los discípulos prometen fidelidad (Marcos 14:29; Lucas 22:33), pero pronto caen en sueño, miedo y traición. Jesús les advierte sobre su debilidad, no para condenarlos, sino para prepararlos. Aquí resuena un llamado a la humildad: el seguir a Cristo exige una conciencia profunda de nuestra dependencia de su gracia.
Lucas 22:19–20 y Marcos 14:22–25 nos presentan el origen de la Cena del Señor. Cristo da nuevo sentido al pan y al vino, no como meros símbolos, sino como medios de comunión con su sacrificio. En el marco de la Pascua judía, Jesús se presenta como el Cordero definitivo. Este acto conecta el Éxodo con la redención en la cruz, mostrando la continuidad del plan de salvación.
En Marcos 14:32–42 y Lucas 22:39–46, vemos el alma de Jesús profundamente turbada. Su oración revela una humanidad sincera que no evade el sufrimiento, pero se somete voluntariamente al Padre. Esta escena es una cumbre de la teología de la cruz: Jesús elige el sufrimiento por amor, mostrando cómo el reino de Dios se manifiesta a través de la entrega total.
Tanto Judas como Pedro fallan, pero de modos distintos. Judas planea la traición; Pedro lo niega por miedo. Sin embargo, Lucas añade un detalle conmovedor: “Y volviéndose el Señor, miró a Pedro” (Lucas 22:61). Esa mirada es gracia pura: no condena, sino llama al arrepentimiento. Este momento subraya el carácter redentor del amor de Cristo.
En Getsemaní, otro jardín, se revierte la desobediencia del Edén. Jesús, el segundo Adán, ora: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”.
Al instituir la Cena del Señor durante la Pascua, Jesús une el pasado de Israel con el cumplimiento mesiánico. Así, Él es el Cordero que quita el pecado del mundo (Juan 1:29). Los discípulos, con todas sus fallas, siguen siendo el grupo al que Jesús confía la misión. La Iglesia nace en la fragilidad redimida.