


Sábado, mayo 3 – Marcos 7, Mateo 16
1. ¿Qué artículo de cocina usa Jesús como ilustración para advertir a los discípulos sobre enseñanzas erróneas? (Mateo 16:6)
2. ¿Qué animal usó Jesús para responder a la petición de la mujer sirofenicia? (Marcos 7:27)
3. ¿Qué objeto debemos tomar cada día para seguir a Cristo? (Mateo 16:24)
Estos dos capítulos contienen muchas lecciones, y aquí destacaremos solo algunas, tales como el verdadero sentido de la adoración, romper barreras, la identidad de Jesús y el costo de ser discípulo de Cristo.
En ambos pasajes, Jesús enfrenta malentendidos religiosos, corrige tradiciones humanas y guía a Sus discípulos hacia una comprensión más clara de Su misión. Jesús habla de cómo los fariseos “añadían” a la ley de Dios. Advierte a los discípulos de la “levadura” de los fariseos y saduceos, es decir, pequeños falsedades que pueden producir grandes errores, tal como la levadura hace crecer la masa. (Mateo 16:6)
Algunos de estos rituales añadidos, como “lavarse las manos” (Marcos 7:5), se usaban para juzgar a otros por no cumplir supuestamente la ley de Dios, cuando en realidad eran solo tradiciones ceremoniales humanas.
Aunque está bien lavarse las manos por razones de salud, esto no debe usarse para condenar a alguien por violar los mandamientos de Dios. Jesús critica a los fariseos por sustituir la pureza interna y la transformación del corazón por la limpieza externa.
Hoy también debemos tener cuidado de no hacer las cosas buenas —como asistir a la iglesia o devolver los diezmos— solo por tradición, olvidando honrar a Dios con el corazón (Marcos 7:6–7). ¿Hay prácticas o costumbres en nuestra vida espiritual que hemos elevado por encima del amor a Dios y al prójimo?
En Marcos 7:24–30, leemos la historia de la fe de la mujer sirofenicia. Este encuentro puede parecer incómodo. Jesús al principio parece rechazarla, diciendo que no está bien tomar el pan de los hijos (las bendiciones de Israel) y echarlo a los perrillos (gentiles). Pero la fe humilde y persistente de esta mujer lo conmueve. Jesús no la está rechazando, sino que está sacando a la luz su fe para enseñar que el reino está rompiendo fronteras, y que la fe —no la etnicidad ni la tradición— es lo que verdaderamente importa.
En Mateo 16:13–20, Pedro reconoce a Jesús como el Hijo de Dios. Cuando Jesús pregunta: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”, Pedro responde: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Este momento marca un giro crucial. Jesús bendice a Pedro diciendo que esa verdad le fue revelada por el Padre, y luego declara: “Sobre esta roca edificaré mi iglesia”.
Mucho se ha debatido sobre quién “esta roca”: si se refiere a Pedro, a su confesión, o a Cristo mismo como fundamento. Lo que está claro es que Jesús está estableciendo una iglesia fundamentada en la revelación de quién realmente es Él. ¿Quién es Jesús para ti? ¿Está tu fe cimentada en la verdad revelada por Dios?
Mateo 16 nos confronta con el costo del discipulado. Jesús dice a sus seguidores: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” (v. 24). Ser discípulo no es cuestión de comodidad, sino de transformación. Esto se conecta directamente con el tema bíblico del sufrimiento como parte del camino hacia la gloria —algo evidente en los profetas, en los Salmos y, en última instancia, en Cristo. ¿Qué significa para ti tomar tu cruz y seguir a Jesús?
Estos capítulos nos desafían a examinar los fundamentos de nuestras creencias, la sinceridad de nuestra adoración y el reconocimiento de quién es realmente Jesús. Que la lectura de hoy te inspire a buscar una relación más profunda y sincera con Cristo, marcada no por conformidad externa, sino por transformación interior, fe creciente y obediencia costosa.