


Sábado, octubre 19 – 1 Reyes 13, 14, lectura adicional, Profetas y Reyes capítulo 7, “Jeroboam”
Study Questions:
1. ¿Cuál fue la reacción del rey Jeroboam al ser advertido? ¿Por qué son necesarias las advertencias? (1 Reyes 13:4)
2. ¿Debemos orar por aquellos que buscan hacernos daño? (1 Reyes 13:6)
3. ¿Se arrepintió el rey Jeroboam de sus pecados después de ser sanado milagrosamente y advertido? (1 Reyes 13:33-34)
Commentary and Reflection:
En un intento desesperado por asegurar el trono, Jeroboam, el siervo que se convirtió en rey del reino del norte de Israel, despreció audazmente las reglas establecidas para los sacrificios. Introdujo ídolos que profanaron el altar de Dios en Betel. Para frenar su imprudencia y hacer que el recién nombrado rey recapacitara, Dios envió una advertencia a través de un mensajero anónimo. Este joven profeta entregó un mensaje doble al rey: una palabra profética acompañada de una señal de Jehová.
La palabra profética anunciaba eventos que sucederían más de trescientos años después: “Altar, altar, así ha dicho Jehová: He aquí que a la casa de David nacerá un hijo llamado Josías, el cual sacrificará sobre ti a los sacerdotes de los lugares altos que queman sobre ti incienso, y sobre ti quemarán huesos de hombres” (1 Reyes 13:2). Para validar esta profecía, el Señor también proporcionó una señal: “Y aquel mismo día dio una señal, diciendo: Esta es la señal de que Jehová ha hablado: He aquí que el altar se quebrará, y la ceniza que sobre él está se derramará” (1 Reyes 13:3).
¿Escucharía el rey la advertencia y se arrepentiría? No. Temeroso de perder su trono ante otro rey de la línea de David, Jeroboam usó su poder para intentar evitar que la profecía se cumpliera. En un instante, su mano se secó, impidiéndole apresar al mensajero del Señor y deteniendo su deshonroso servicio en el altar. Su mano seca simbolizaba las consecuencias de sus acciones, resultado de sus malas obras—tocando y ministrando cosas sagradas mientras introducía ídolos de oro en el altar hecho por manos humanas.
¿Cuán secas están nuestras propias obras? ¿Cuán secos están los ídolos a los que nos aferramos? ¿Cuán disminuidos están los altares donde sacrificamos a los falsos dioses de nuestra época, ya sea la belleza, la fama, el dinero o el éxito? Todas las obras de nuestras manos, en última instancia, se desvanecen, como todo en esta tierra; “Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre” (Isaías 40:8, RV60).
Al darse cuenta de la gravedad de su condición, Jeroboam entendió que su título, poder, posesiones, sirvientes e ídolos no podían salvarlo; ellos también estaban secos. En su desesperación, se vuelve al Señor, el único que puede restaurarlo—¡y Dios responde! En agradecimiento por su sanidad, el rey ofrece al profeta anónimo una comida y posesiones materiales. Sin embargo, ambos regalos podrían llevar a la ruina del profeta, ya que Dios le había prohibido aceptar comida y bebida (1 Reyes 13:9), y esas mismas posesiones habían cegado previamente a Jeroboam ante la palabra del Señor. El profeta resistió los avances del rey y rechazó sus ofertas.
En su regreso a Judá, se encuentra con “un viejo profeta que moraba en Betel.” Este viejo profeta lo engaña, afirmando que Dios le había enviado un mensaje, lo que finalmente llevó a la perdición del joven profeta. La caída del profeta anónimo no proviene de los títulos y riquezas del rey, sino del peso de la autoridad y la presión de un viejo profeta que afirmaba ser sabio. Eligió seguir las palabras y tradiciones de un hombre, priorizando las normas culturales sobre el mandato divino que había recibido. Abandonar la palabra de Dios por las tradiciones humanas es una elección peligrosa que puede alejarnos de la verdad y llevarnos al peligro. Esta historia nos recuerda que Dios puede usar a cualquier persona, en cualquier momento, para cumplir Sus propósitos. Su palabra se cumplirá y finalmente triunfará sobre todo. Sus advertencias son actos de amor, y desobedecerlas puede conducir a nuestra destrucción. Por lo tanto, prioricemos la dirección divina sobre las influencias humanas.
Mi oración hoy: Padre, humildemente te pido que escudriñes mi corazón y elimines cualquier oscuridad dentro de mí. Guíame para permanecer fiel a tu Palabra y concédeme la fortaleza para caminar en tu luz. Hoy acepto tus advertencias y corrección, deseando apartarme de mis caminos errados y volver a Ti.
Pastor Abel Morrobel Jr.