


Martes, octubre 29 – 2 Crónicas 20, 21 – Lectura adicional: Profetas y Reyes, capítulo 15, “Josafat”
1. ¿Cómo respondió Josafat cuando se enfrentó a un gran ejército que venía contra Judá, y qué podemos aprender de su respuesta? (2 Crónicas 20:3-4)
2. ¿Qué papel jugó la adoración en la victoria de Judá sobre los moabitas y amonitas, y cómo podemos aplicar este principio en nuestras propias batallas? (2 Crónicas 20:21-22)
3. ¿Cómo contrastó el reinado de Joram, el hijo de Josafat, con el de su padre, y cuáles fueron las consecuencias de sus decisiones para Judá? (2 Crónicas 21:6-7, 12-14)
En 2 Crónicas 20, el rey Josafat de Judá enfrenta una situación aterradora: una coalición de moabitas, amonitas y otros se preparaba para invadir Judá. En lugar de depender de su fuerza militar o buscar alianzas políticas, Josafat demuestra un liderazgo espiritual notable al recurrir inmediatamente a Dios. Se dice que “Josafat tuvo temor, y humilló su rostro para consultar a Jehová, e hizo pregonar ayuno a todo Judá” (2 Crónicas 20:3). Su respuesta ante el miedo fue buscar la dirección divina. Este es un ejemplo excelente de liderazgo espiritual que las naciones, empresas, iglesias y familias deberían emular.
Al prepararse para la batalla, el rey reúne al pueblo en la casa de Dios para orar. Su oración en los versículos 6-12 es un modelo de humildad y dependencia de Dios. Reconoce el poder y la soberanía de Dios, recuerda las intervenciones divinas pasadas y admite la impotencia de Judá sin la intervención de Dios: “Nosotros no sabemos qué hacer, y a ti volvemos nuestros ojos” (v. 12). Esta actitud de buscar a Dios en tiempos de crisis nos sirve de lección hoy, recordándonos que nuestro primer recurso en tiempos de prueba debe ser la oración y la confianza en Dios.
“Y todo Judá estaba en pie delante de Jehová, con sus niños y sus mujeres y sus hijos” (2 Crónicas 20:13). ¿Puedes imaginar esta escena? Este es el pueblo de Dios buscándole con todo su corazón.
La respuesta de Dios a través del profeta Jahaziel asegura a Judá la intervención divina. El mensaje es claro: “No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es vuestra la guerra, sino de Dios” (v. 15). Cuando confiamos en Dios, Él toma para sí nuestras batallas. A Judá se le instruyó que permaneciera firme en su fe y viera la salvación de Jehová.
“Entonces Josafat se inclinó rostro a tierra, y asimismo todo Judá y los moradores de Jerusalén se postraron delante de Jehová, y adoraron a Jehová” (2 Crónicas 20:18).
Sorprendentemente, se les dijo que hicieran algo contraintuitivo: no tendrían que pelear en la batalla. Cuando Josafat y Judá se preparaban para la batalla, hicieron algo poco convencional: designaron cantores para que fueran delante del ejército, alabando a Dios en la hermosura de la santidad (v. 21). Mientras cantaban y alababan, Jehová puso emboscadas contra sus enemigos, provocando confusión entre las fuerzas invasoras (v. 22). Cuando Judá llegó al campo de batalla, ¡los enemigos ya se habían destruido entre sí!
Esta victoria increíble destaca el poder de la adoración en las batallas espirituales. La adoración cambia nuestro enfoque del miedo y la incertidumbre a la fe en el poder y las promesas de Dios. Honra a Dios y trae su presencia y poder a nuestras situaciones. En nuestras vidas, la adoración puede ser un arma clave para enfrentar luchas, recordándonos que Dios está en control y pelea por nosotros.
En contraste con la fidelidad de Josafat, el siguiente capítulo (2 Crónicas 21) presenta un relato aleccionador de Joram, su hijo, quien eligió el camino de desobediencia y maldad. El reinado de Joram marca una ruptura dramática con el ejemplo piadoso de su padre. En lugar de seguir los pasos de Josafat, Joram llevó a Judá a la idolatría e incluso asesinó a sus hermanos para asegurar su trono (2 Crónicas 21:4-6).
El profeta Elías le envió una carta, reprendiéndolo por su maldad y profetizando consecuencias desastrosas, incluida una enfermedad dolorosa y la pérdida de su familia y reino (vv. 12-14). Este capítulo nos advierte sobre los efectos a largo plazo del pecado, no solo en el individuo, sino también en aquellos bajo su influencia.
La historia de Josafat nos anima a confiar en Dios, incluso cuando las probabilidades parecen estar en nuestra contra, y nos recuerda que, en última instancia, “la batalla no es vuestra, sino de Dios.”
Que el Señor pelee tus batallas hoy.