


Martes, septiembre 10 – Salmo 119: 89 – 128 – Lectura adicional: Patriarcas y Profetas capítulo 62, “El ungimiento de David”.
1. ¿Qué hizo que David estuviera tan seguro de que estaba haciendo lo correcto amando la ley de Dios? Salmo 119:9, 92.
2. David dijo que temía los juicios de Dios, pero prefería que Dios lo juzgara en vez de los hombres. ¿Por qué? Salmo 119:120; 2 Samuel 24:14.
3. ¿Cómo podemos recibir sabiduría y dirección para hablar como David? Salmo 119:97,98; Proverbios 3:3,4.
Comentario y reflexión:
La vida de David estuvo llena de experiencias difíciles antes y después de sentarse en el trono como rey de Israel. Durante esos tiempos, la única certeza para David era la Torá (la Palabra de Dios). Era su única seguridad de que Dios estaba con él, y por eso escribió el Salmo 119, dividiéndolo en veintidós secciones, cada una con ocho versículos. Cada versículo se refiere a la ley de Dios utilizando diferentes palabras para describirla y evitar la repetición.
Uno de los temas principales es que la fidelidad de Dios permanece a través de todas las generaciones, como se menciona en el versículo 90: “tu fidelidad es por todas las generaciones…”. David tenía un profundo amor y aprecio por la Palabra de Dios. Desde los años en que se escondía del rey Saúl hasta cuando huía de su propio hijo, quien resultó ser su peor enemigo, David se aferró a la Palabra como una “lámpara para sus pies y una luz para su camino” (versículo 105). David derramó su alma ante Dios, y aun cuando cometió errores, reconoció su temor a los juicios de Dios y pidió misericordia, pidiendo que Él le enseñara a comprender sus estatutos (versículo 124).
Dios quiere que vayamos a Él sin temor. Nos exhorta a acercarnos con confianza. Hebreos 4:16 dice: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”. Como David, podemos estar completamente seguros de que cuando obedecemos la Palabra de Dios y la hacemos una prioridad en nuestras vidas, podemos tener plena confianza de que Dios nos mantendrá en perfecta paz. Él dijo en Isaías 26:3: “Tú guardarás en perfecta paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera, porque en ti ha confiado”.
David entendía lo que era tener enemigos. Constantemente se quejaba ante Dios por el trato de sus enemigos hacia él y pedía protección. Sin embargo, aunque odiaba todo camino falso, era consciente de que no siempre tomaba las decisiones correctas. Por eso pedía a Dios que le diera entendimiento y discernimiento para obedecer sus testimonios. Cuando oramos sinceramente pidiendo sabiduría, Dios no nos rechazará. Si alguien de nosotros carece de sabiduría, podemos pedirla a Dios, quien da generosamente a todos sin reproche, y nos será dada.
La vida de David se moldeó según los principios enseñados en la escuela de los profetas. Debido a sus virtudes, fue llamado “un hombre conforme al corazón de Dios”. Desde su juventud, conocía los preceptos de Dios, y como rey guerrero adulto, veía la Palabra de Dios como su armadura completa que lo cubría al luchar contra sus enemigos. “Tú eres mi escondedero y mi escudo; en tu palabra he puesto mi esperanza”. Salmo 119:114. Se veía a sí mismo como un siervo fiel de Dios y dependía constantemente de Él para su liberación. “He hecho juicio y justicia; no me dejes en manos de mis opresores. Sé fiador de bien por tu siervo; no permitas que los soberbios me opriman”. Salmo 119:121,122.
Dios es el mismo ayer, hoy y siempre. David guardó la Palabra de Dios para siempre en su corazón y la mencionaba constantemente. Debemos recordar la palabra del Señor en nuestras camas y meditar en ella en las vigilias de la noche. Entonces podremos repetir con confianza como David: “Porque has sido mi ayuda, en la sombra de tus alas me regocijaré”. Salmo 63:7. Cuando buscamos la sabiduría de la Palabra de Dios, el texto “en mi corazón he guardado tus dichos para no pecar contra ti” que se encuentra en el Salmo 119:11 adquirirá un nuevo significado.
Que seamos alentados a tener una relación más estrecha con nuestro Dios, haciendo de Su Santa Palabra una prioridad en nuestras vidas y amándola más que a nuestro alimento diario.
Mi oración hoy: “Enséñame, oh Jehová, el camino de tus estatutos; y lo guardaré hasta el fin”. Salmo 119:33. Que tu gracia y misericordia me sigan, oh, Señor, todos los días de mi vida. Amén.